Rajoy ha puesto en campaña al PP, y se ha puesto él mismo en órbita.
El Gobierno ha abierto la caja y se han puesto a repartir dinero y a
hacer promesas que nos acercan al paraíso (círculo virtuoso dijo, con un
par) tras tres años de infierno. Como carece de empatía alguna y de la
más mínima capacidad de convencer, Rajoy va a intentar recuperar los
votos perdidos por insistencia en la reiteración de su discurso plomizo,
un rosario de cifras algunas de ellas tramposas. Pero no parece que lo
pueda conseguir en este plan.
El viernes el presidente del Gobierno,
Mariano-se-fuerte-te-llamo-mañana, tuvo una actuación indigna, que le
retrata ya definitivamente. Convocó a los medios tras el Consejo de
Ministros y se hizo esperar con esa estética copiada de los americanos
que no le va nada. Presentó los Presupuestos con la peña ya en carretera
arrancando las vacaciones. Se soltó el rollo, aburrió al personal, tuvo
los huevos de decir que España esta viviendo un “círculo virtuoso”
cuando estamos por encima del 22% de paro, dedicó a la corrupción 30
segundos y, una vez terminada su comparecencia y las preguntas
controladas, anunció el Ejecutivo que ha nombrado a José Ignacio Wert
embajador jefe de la Delegación Permanente de España ante la OCDE, con
sede en París. Y así nadie pudo preguntarle.
El procedimiento empleado para informar a los ciudadanos del regalo
de boda que le ha hecho Rajoy al ex ministro de Educación es indigno,
mucho, constituye una vergüenza insoslayable y denota la mala conciencia
y la cobardía del presidente.
Primero Wert colocó a su chica en la OCDE como funcionaria de lujo en
París y después Rajoy ha colocado a Wert en la capital francesa. Y el
nido de amor lo pagamos los españoles, claro. Y no ha tenido problemas
el presidente, solo que se sentía avergonzado y por eso lo ha retrasado.
El anterior embajador, Díaz Hotchleitner, ha sido destinado a Rabat, o
sea que la plaza estaba vacante. Y como el nombramiento no es cosa de
Exteriores, donde Margallo ponía pegas, y además no requiere plácet,
pista despejada para esta designación vergonzosa.
Como será de grave que
desde el propio Gobierno y desde el PP no dejan de filtrar, a
escondidas claro, a la prensa el cabreo de muchos con el presidente por
este regalito de bodas impresentable, después de abandonar el Ministerio
a la fuga dos meses antes del inicio del curso escolar. Tendrá que
explicar Rajoy por qué tanta generosidad con un ministro que siempre fue
el peor valorado por los ciudadanos.
Rajoy, lejos de mostrar el viernes una imagen de que quiere cambiar
las cosas, regenerar la democracia, actuar con transparencia, y
recuperar el terreno perdido, ha hecho la enésima demostración de que el
PP sigue empleando los cargos de libre designación como un eficaz
mecanismo de colocación de los amiguetes, al servicio de sus intereses
particulares, y no del interés público. La patrimonialización de lo
público elevada a la enésima potencia.
Decía el sabueso Marcello que el nombramiento de Wert es una
golfería. Es algo más, y algo peor. Parece más atinado calificarlo de
sinvergonzonería indigna. Pero es que Rajoy se ha quitado ya la careta.
El monstruo del lago Ness se afana en aprender inglés con la profesora
Allen, pero nadie le ha enseñado, y es evidentemente tarde, a
comportarse dignamente como presidente del Gobierno. Tras perpetrar el
nombramiento de Wert se lo escondió a la opinión pública una horas,
cobarde, acojonado ante alguna pregunta que se pudiera producir. Y
después se tiró el rollo y tuvo el valor de decirnos que vivimos un
“círculo virtuoso”. Con el drama que estamos viviendo los españoles.
Virtuosa la vida que se van a pegar Wert y la señora de Wert en París, a
nuestra costa. Porque la fiesta no la pagan Rajoy o el PP, no, la
pagamos nosotros. No tienen dignidad ni vergüenza. La perdieron hace
tiempo, si es que la tuvieron algún día.
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