Mezquina, indigna, sectaria, cortoplacista
es la política de pactos del PSOE según el PP. Menuda rabieta. Todo
porque él, el PP, ha quedado fuera a lo largo y ancho del país.
Capitales, grandes, medianas y pequeñas ciudades, ristras de pueblos,
comunidades autónomas, todo ha volado. Ahí se mantiene Cifuentes
luchando contra la sombría amenaza de un nuevo escándalo y párese de
contar. El PP se queda a verlas venir y, mientras vienen, apresta el
insultómetro. Podía afinarlo, de paso. Hablar de pactos "mezquinos e
indignos" carece de sentido para dicho por quien se ha quedado fuera de
ellos. Es posible que sean sectarios, pero les falta distancia hasta
llegar al sectarismo del PP. Y en cuanto a lo del corto plazo, no es
observación significativa en quien mide los plazos de veinte en veinte
años.
Este
monumental cabreo de mal perdedor del PP es la prueba que faltaba para
asentar la tesis de la centralidad del PSOE. No diré centralidad del tablero
por no mosquear a alguno y porque además, esas cosas no se dicen. Se
hacen, pero no se dicen. El PSOE es el terreno común en que se articula
la mayoría de las coaliciones de izquierda, para regocijo de Palinuro,
que siempre ha abogado por esta coalición win/win. Si no he
entendido mal, en donde esta alianza no se ha dado, ello es
responsabilidad de Podemos y/o IU (casos de Gijón/Oviedo o Cuenca) que
contradicen una tónica general y, de ese modo se apartan de la
centralidad. Esta sigue reservada al PSOE con apoyo de Podemos y alguna
que otra situación inversa de centralidad de Podemos y apoyo PSOE.
Así
las cosas, el renacimiento de la opción frentista, asamblearia, de
confluir en un bloque de izquierda, sin siglas componentes y bajo un
nombre amplio y nuevo, plantea una cuestión prejudicial a Podemos. Es la
opción anguitista del Frente Cívico Somos Mayoría. Todos a una,
Fuenteovejuna. ¿Todos? No, el PSOE queda fuera porque es parte del
bipartidismo, destinado a morder el polvo. Pero ¿cómo va a confluir
Podemos, perdiendo su glorioso nombre, en una organización paraguas, una
de cuyas funciones es acabar con el partido con el que comparte
coaliciones de gobierno? Para Podemos, la preservación del nombre es
asunto vital. Todas las doctrinas de partido que manejan sus líderes,
desde el partido vanguardia a la maquinaria electoral pasando por el
partido de todo el pueblo parten de un supuesto incuestionable: la
unidad de mando.
Justamente
el postulado que el frentismo detesta y combate, para lo cual tratan de
coordinarse los anticapitalistas de Podemos con los convergentes de IU y
los "somos mayoría". Una unidad problemática pues si bien la intención
es genuina en los anticapitalistas, en los demás parece más táctica.
Esto es, se oponen a la preeminencia de un nombre porque no es el suyo.
El
asunto es peliagudo. Si Podemos se sumerge en un frente del tipo que
sea con otro nombre, el viaje habrá sido en vano y el conjunto aparecerá
como una reedición de IU y probablemente con su mismo grado de
fragmentación interna y apoyo electoral externo. Si se mantiene al
margen, es probable que la izquierda vaya dividida en tres a las
elecciones de noviembre. El PSOE, Podemos y el frente anguitista que
sea. Y lo más verosímil es que el voto se reparta entre los dos
primeros. La cuestión es si hay sorpasso o no. A juzgar por los
resultados de las municipales y autonómicas, no. Pero quedan meses para
enmendar yerros. Meses para distanciarse de las neurosis compulsivas de
Anguita.
De momento, las corporaciones y gobiernos constituidos, a abrir puertas y ventanas en estas pocilgas que han dejado veinte años de mangoneo y caciquismo de la derecha neofranquista, a levantar alfombras y hacer auditorías públicas. Dice Rita Barberá, quintaesencia de lo peor, más chabacano, estúpido y corrupto que ha habido en el país que se va "con orgullo y dignidad". Estos siempre están hablando de lo que no tienen y mintiendo cada vez que hablan. No se va: la han echado porque ya no la aguantan más. Y, en cuanto a lo de irse con algo, llévese lo que quiera, pero, por favor, deje el material inventariable.
De momento, las corporaciones y gobiernos constituidos, a abrir puertas y ventanas en estas pocilgas que han dejado veinte años de mangoneo y caciquismo de la derecha neofranquista, a levantar alfombras y hacer auditorías públicas. Dice Rita Barberá, quintaesencia de lo peor, más chabacano, estúpido y corrupto que ha habido en el país que se va "con orgullo y dignidad". Estos siempre están hablando de lo que no tienen y mintiendo cada vez que hablan. No se va: la han echado porque ya no la aguantan más. Y, en cuanto a lo de irse con algo, llévese lo que quiera, pero, por favor, deje el material inventariable.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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