No, no pasa nada. Nada que no haya pasado hace tres años, siete, diez,
quince. Según la UDEF, el PP valenciano pagó en negro a la Gürtel dos
actos electorales de Rajoy en la Comunidad en 2007 y 2008. Lo normal. El
PP viene financiándose ilegalmente desde los años 90. Ganando
elecciones con trampas. Cientos de trampas en las que, además, un
rosario de sinvergüenzas ha estado enriqueciéndose. Elecciones que
deberían anularse porque se ganaron ilícitamente, con ventaja ilegal
sobre los competidores. En puridad y buena ley, todos los actos de estos
gobiernos debieran declararse nulos por ser producto del engaño. El PP
no ha ganado las elecciones. Las ha comprado.
No
se trata solamente de que, al hacer lo contrario de lo que prometió en
su programa electoral en 2011, Rajoy haya perdido toda legitimidad de
origen; tampoco de que, además, sea sospechoso de haber estado cobrando
dineros de la caja B y viajando a cuenta de la Gürtel; es que los
triunfos electorales mismos son presuntos productos del engaño y el
fraude.
En
realidad, cuando se dice que el PP, anegado en la corrupción, más
parece una asociación para delinquir que un partido político, se está
siendo indebidamente caritativo. No hay duda de que la Gürtel es una
asociación para delinquir; tampoco la hay de la estrecha relación entre
ella y el PP, al extremo de que casi debería nombrarse un secretario del
partido encargado de gestionarla. La Gürtel y el PP vienen siendo lo
mismo. Sus gentes se tratan, sus estructuras se cruzan, sus relaciones
son tupidas.
La
Gürtel es el alma del PP. No como logística sino como ética. La visita
del Papa Ratzinger a Valencia en 2006, amañada por la gente de el bigotes,
según parece, conjuntamente con la TV valenciana (esa que se arruinó
luego) y altos cargos del PP es el mejor ejemplo del negocio de la
política montado por estos pillastres. Dejó más de tres millones de
euros en comisiones, mordidas y socaliñas repartidos entre todos ellos.
Supongo que los cobrarían después de haber comulgado píamente y haberse
dado unos golpes de pecho.
¿Rajoy
abrazado a Camps? Claro, son lo mismo. También podría decirse "Camps
abrazado a Rajoy". Rajoy tiene tanto que rascar como Camps. Todo el PP
es un escozor.
Pero
no pasa nada. Nadie dimite salvo que se haya dado un atracón de
confetti, como Ana Mato, o de verbo divino, como Ruiz Gallardón. Todo
sigue igual. Entran y salen de las cárceles y los juzgados como de sus
domicilios, y se comportan como si estuvieran en ellos. ¿No se borraron
los discos duros de los ordenadores de Bárcenas en su día? ¿A santo de
qué ha de haber un sumario sobre un borrado de discos? Lo lógico es que
también se borre el sumario y, dicho y hecho, la Audiencia Nacional pierde el sumario del maldito borrado.
No
pasa nada. ¿Qué va a pasar? A efectos parlamentarios, la oposición no
existe. No se atreve a presentar una moción de censura. A efectos
extraparlamentarios, tampoco. La izquierda está literalmente a
bofetadas. El próximo debate sobre el estado de la nación, previsto para
la semana que viene, el último de la legislatura y primero de Sánchez,
promete ser divertido. Ninguno está preparándolo porque los avatares
procesales y las rebatiñas internas por los puestos, las candidaturas y
las listas no les dan respiro. Tampoco es grave pues no hay nada nuevo
que tratar. La nación está como el año pasado, el anterior y el
anterior, sumida en una triple crisis económica, política y moral. El
país no sale adelante, las instituciones no funcionan y la confianza de
la gente en ellas, como en los políticos que las gestionan, es nula.
Para
gobernar no basta con conseguir mayoría de votos por métodos engañosos.
Hay que tener un proyecto y una visión. Y no es el caso.
Pero no pasa nada. Nada de nada.
(*) Catedrático de Ciencia Política en la UNED
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