miércoles, 1 de agosto de 2007

De Portus Magnus a un cementerio / Juan Redondo


Dicen que matar a un vivo no es fácil, pero que resucitar a un muerto es milagroso. Es la larga historia de la Bahía de Portmán. Los romanos le llamaron Portus Magnus cuando los minerales de la Sierra de Cartagena y los salazones del Mar Menor surtían a la gran urbe. Por condiciones naturales siempre fue una de las bahías mas bellas del Mediterráneo. Hasta que llegó la contaminación y contaminar es fácil y a veces hasta barato, pero descontaminar es caro y muy complicado.

En la primavera del 90, el entonces presidente de la Comunidad, Carlos Collado, con gabardina y los pelos al aire, no sé si por el levante o el lebeche, asistió al cierre de los vertidos. El enorme grifo alargado había estado vomitando toneladas de estériles día y noche durante más de 40 años. Portmán era una bahía cenagosa hasta los bordes del antiguo paseo y algunos norays recordaban tiempos de esplendor marino.

Una pista de bolos cartageneros, un merendero tradicional con belmonte fresco, caracoles y pelotas y poco más. Un auténtico cadáver con millones de toneladas contaminantes. Y dicen que todo por “intereses estratégicos” de una multinacional en cuyo consejo de administración se sentaba un ministro del anterior régimen.


En la década de los cuarenta del siglo pasado las entrañas de la sierra minera horadadas durante miles de años tenían ya poca leche que dar. Y a la multinacional Peñarroya se le ocurrió buscar en la basura. Se pasó de la minería de galerías a la de cielo abierto. Grandes balsas lavando estériles para recuperar restos valiosos de blenda o galena. Y los sobrantes al mar a través de un enorme tubo. El último gran lavadero se llamaba Roberto y es incalculable la cantidad que vomitó al antiguo puerto orgullo de los romanos.

Cuando se cerró apenas quedaban unos centenares de mineros. Peñarroya había vendido la empresa a los empresarios cartageneros Alfonso García y Mariano Roca y se fue como la mosca dejando los residuos.

Y empezaron los proyectos de regeneración y limpieza de Portmán. Han pasado caso veinte años y se está empezando a intentar arreglar el desaguisado de cuarenta. Con los últimos gobiernos socialistas las instituciones municipales y regionales empezaron a hablar con la entonces secretaria de Estado Cristina Narbona.

En los ocho años de Aznar y los doce de Valcárcel los proyectos no han pasado de ser meras declaraciones de intenciones. Parece que que el próximo año podrían licitarse las obras, con una inversión entre 150 y 200 millones de euros. Hasta el 2009 no empezarían las obras, con un bello proyecto en maqueta, para intentar dar vida a una preciosa bahía que por “intereses estratégicos” de una multinacional se convirtió en un cementerio con algún noray de testigo.

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