MURCIA.- Un grupo indeterminado de profesores de la Universidad Católica de Murcia ha hecho público por consenso un comunicado denunciando la precariedad y explotación laboral que sufren desde hace tiempo y su empeoramiento en este último curso pese a las ganancias de que se presume y el alarde de donaciones multimillonarias al Estado vaticano. Quienes respaldan su elaboración y difusión justifican mantener su anónimato para evitar represalias por parte de la rectora nominal Josefina García Lozano y del presidente ejecutivo de la Fundación San Antonio, José Luis Mendoza Pérez, titular del centro docente privado no eclesial con afán de lucro, como sería un despido inmediato aduciendo falta de lealtad hacia la empresa.
La precariedad laboral docente es una de las
señas de identidad que definen a la UCAM
Es
curioso contemplar como multitud de instituciones católicas se afanan
en defender los “valores cristianos”, significando que la solidaridad,
la bondad, el bien común…debieran ser la manera de actuar por la que
todos y todas debiéramos apostar. Sin embargo, en cuanto les es posible,
contradicen de manera flagrante y descabellada estos principios por los
que dicen apostar.
En lo que se refiere a la Universidad
Católica San Antonio de Murcia, hay que significar que pese a los
importantísimos ingresos que reciben gracias a las matrículas de sus
alumnos, cifras desorbitadas que se miden en millones de euros, las
medidas de sus gestores hacia sus trabajadores (en este caso hacia los
docentes) van encaminadas a una continua explotación y
desprofesionalización de los mismos. No en vano, la última directriz de
éstos va encaminada a que los docentes tengan que “manejar” una cantidad
de alumnos por aula y una cantidad de asignaturas (para cumplir la ya
de por sí desorbitada cantidad de créditos de su docencia) difícilmente
abordables, al menos, con un mínimo de calidad y dignidad pedagógica y
profesional.
Debe ser, que en el caso de esta institución neocatecumenal el ‘Primer escrutinio bautismal o Primo paso’,
que ilumina a este movimiento eclesial sobre el significado cristiano
del sufrimiento y la cruz, y su relación con los “afectos” y con los
bienes, es aplicado solo para sus trabajadores y en ninguna medida para
ellos, quienes se reparten el pastel bajo la salvaguardanza de una
Fundación.
Dicho ‘Primo paso’, dice lo siguiente:
Jesús
exhorta a sus discípulos a preferirle a Él respecto a todo y a todos y
les propone “renunciar a todos sus bienes” (Lc 14, 33) por Él y por el
Evangelio (cf Mc 8, 35). Poco antes de su pasión les mostró como ejemplo
la pobre viuda de Jerusalén que, de su indigencia, dio todo lo que
tenía para vivir (cf Lc 21, 4). El precepto del desprendimiento de las
riquezas es obligatorio para entrar en el Reino de los cielos.
Catecismo 2544
El
ultraliberalismo de esta institución, unido a la homofobia y el
machismo que rezuman sus paredes, la convierten en un referente en lo
relativo a prácticas opresoras contra aquellos que con su trabajo han
hecho que esta institución tenga reconocimientos a nivel regional y
nacional (aun a pesar de que muchos hubieran preferido no hacerlo. Pero
no están dejando el país, quienes nos gobiernan, como para decidir dónde
trabajar).
La UCAM sabe a ciencia cierta, que, teniendo
en cuenta el caldo de cultivo existente a nivel socioeconómico en
nuestro país, si mañana se marchan veinte doctores, pasado mañana habrá
doscientos intentando trabajar y ser explotados por estos gestores cuyos
principios hace tiempo que se alejaron (si alguna vez lo tuvieron) del
bien común y del respeto hacia quienes han hecho crecer a esta
institución, pese a la desfachatez de su gestión. Gestores, que
deslumbrados por el brillo y categoría que creen les aportan de cara a
la sociedad los deportistas de élite y los ruinosos equipos deportivos,
se han olvidado de que gestionan una institución de enseñanza superior
que cada vez ofrece un peor nivel de formación.
Hay
dinero para becas, galas del deporte, primas... pero para pagar a los
docentes no, y a base de recortes y más recortes, de exprimir la
profesionalidad de sus profesores y su voluntad de dispensar la mejor
formación a los alumnos, están abocando a la institución a confirmar su
ya de por sí mala fama: una universidad donde comprar el título.
A
partir de ahora, que sepan los padres que pagan las matrículas de sus
hijos con dificultad o los alumnos que con mucho esfuerzo intentan
mejorar su currículum estudiando en la UCAM, que la exclusividad en el
trato ya no será tal, y que tendrán que compartir sus clases con 80 o
100 compañeros, dependiendo de la modalidad de estudio que elijan.
Imposible que un profesor sobrecargado de docencia, trabajos fin de
grado, trabajos fin de máster..., y que además no puede dejar de lado la
carrera investigadora, pueda dar un trato personalizado y atender las
necesidades de sus alumnos con mediana calidad.
Unas
medidas encaminadas a ahorrar dinero a costa de no contratar a
nuevos profesores que son necesarios para atender a la importante
cantidad de alumnos que se matriculan año tras año, e intentar hacer el
ahorro en no pagar a los docentes todas las tareas extras que realizan.
La fórmula es magistral: más alumnos, menos profesores, igual a ganancia
asegurada a costa de todos ellos.