A Palinuro le parece de perlas que la
gente negocie, pacte, acuerde, se comprometa. Es más fácil actuar cuando
se va en grupo, en acción acompasada. Y también que se haga de forma
discreta, aunque no tiene nada en contra de la diplomacia a bombo y
platillo. Cada día lleva su afán y habrá momentos en que no se quiere
avanzar y otros en que no se quiera parar. Todo eso da igual. Lo que
carece de sentido es ponerse a lanzar luego trinos sobre las ventajas de
la deliberación colectiva y el asamblearismo. Las decisiones tomadas
en circunstancias jerárquicas jamás podrán pasar por decisiones
espontáneas de asambleas de representación directa.
Y
eso es lo que ha pasado y está pasando en Podemos. Lo que ya preveía
Rosa Luxemburg: el consejo, la asamblea es controlada por el partido;
el partido, controlado por el Comité Central y el Comité Central, por el
secretario general, del que no cabe hablar salvo para escucharlo. Lo
que se le ocurra. Los pactos, negociados y acordados de modo discreto se
supone irán dirigidos a mejorar la vida de la gente no, por lo que
parece, preguntándole, sino por especulación de lo que interesa. En este
terreno de pactos inútiles, también puede haberlos secretos, ¿por qué
no?
Todo
esto, suena y huele a vieja política. Verdad es que, para evitar este
juicio, Podemos lo remite todo a consulta de los círculos, generalmente
en forma de referéndums o consultas plebiscitarias del tenor de "¿está
usted de acuerdo en lo que ha acordado el amado líder o prefiere usted
una segunda y profundamente errónea opción?" Pero estas consultas tienen
el valor que tienen: ninguno. Lo que no quiere decir que los glosistas
no lo saluden como algo milagroso.
Las
elecciones han comenzado en España. PP ha abierto cargando duramente
contra C's por ver en él un sumidero de votos antaño fieles. Fuera de
esto es poco lo que el Sobresueldos puede hacer excepto postular su
desgastada presencia como centro de ilusión de su mensaje y esperar que
los adversarios presenten figuras todavía más desprestigiadas.
A
su vez, Podemos carga contra el PSOE. Ya se ha terminado la fábula de
un gobierno de izquierda, incluidos lo socialistas, con los que nadie
había contado. Lo que se quería era entretenerlos para acabar yendo a
elecciones, echándoles la culpa. En el fondo, las nuevas elecciones son
el último combate singular para decidir quién hegemoniza la izquierda.
En principio, el acuerdo al que lleguen Podemos e IU quiere presentarse
como una promesa de finiquito de los socialistas. Y, por supuesto, los
emergentes escenifican mucho mejor esos eventos públicos
multitudinarios, jugando algo con el recuerdo de Woodstock y los grandes
happenings del pasado. Frente a ello da la impresión de que los
socialistas solo pueden escenificar festivales de barrio con una rifa.
Y
no se hable de los medios. Podemos ve muy mal que haya medios que le
son contrarios. Pero mantiene silencio sobre aquellos otros tan
favorables que más que medios son su aparato de propaganda, esto es, Público,
la Cuatro, la Sexta. Además de estos, quiere que los demás medios
también le sean sumisos y eso es difícil en condiciones de medios como
empresas y de mercado relativamente libre.
Al
margen de la demagogia algo está claro: así como la derecha tiene una
bateria de medios impresos y audioviuales y la izquierda podémica hace
lo mismo, conviene recordar que el PSOE no dispone de ningún medio
favorable y mucho menos una batería de ellos. Su voto solo puede
depender de la movilización de su militancia y el ingenio de sus
dirigentes, dos cosas muy problemáticas.
La nueva vieja política
Que Anguita sea el faro, la luz que guía la singladura de esa nueva formación que los medios llaman emergente
ya dice todo sobre su naturaleza y carácter. Un hombre que lleva
cuarenta años en política erre que erre y jamás ha hecho otra cosa que
fracasar, se postula como el visionario del triunfo. Y la tropa de
anguitillas que tiene en Podemos lo sigue con los ojos cerrados. Muy,
muy cerrados. Igual que sus molleras. 40 años destruyendo las
posibilidades de la izquierda a la que llama transfromadora como
podía llamarla golodrina porque nunca ha transformado nada. Alguien que
jamás ha tenido una sola idea, salvo destruir el PSOE, dividir la
izquierda y conseguir, en su mejor momento, que Aznar y los jenízaros
del neoliberalismo llegaran al poder.
Ese
fichaje inenarrable, en realidad, dibuja la claudicación de Podemos.
Los que iban a revolucionar el campo trillado de la política y sus
trampas maniqueas de derecha/izquierda no tienen discurso o tienen una
melopea pedante copiada de los sudamericanos. Los que traían en sus
mochilas una izquierda nueva, a imagen de los soldados de Napoleón el
bastón de mariscal, una izquierda distinta, no contaminada con los
partidos viejunos, los comunistas y los socialdemócratas, se ponen en
manos de los comunistas, esos camaradoskis que siguen hablando como los
apolillados leninistas. Los que iban a asaltar los cielos ahora se
contentan con un 20% del voto y, como las gallinas en el corral, se
pelean por unas décimas arriba o abajo. Los que iban a echar a la casta y
limpiar los establos del Rey Augías con el poderoso río de su retórica
revolucionaria andan escudriñando los sondeos y se queman las cejas
viendo si d'Hondt los pondrá por delante o por detras de Sánchez, Pérez o
López y están en la política de cabildeos, comisiones y comités. En el
compadreo de los cargos, los puestos o los enchufes.
Anguita es el referente intelectual
de los revolucionarios de parterre, unos anguitillas que todavía no ha
explicado exactamente en qué es referente este prodigio de la más huera
incompetencia; qué libro, que teoría, que propuesta o idea incorpora esa
referencia. Por más que se busque toda la aportación intelectual de
este ampuloso ergotizador lo único que aparece es esa jaculatoria de
"programa, programa, programa", versión secular del sanctus, sanctus, sanctus, dominus meus sabaoth de la eucaristía.
En
realidad, ni Anguita ni los anguitillas sirven para nada. Ni para
aprender algo tan elemental que avergüenza recordarlo: que en
democracia, la política que solo se hace a la contra no prospera; la
política del rencor y el odio no funciona. Eso solo funciona en las
dictaduras. La política nazi contra los judíos funcionó, según sus
sangrientos criterios. Una política consistente tan solo en ir contra el
PSOE y buscar su sorpasso, pero sin tener ninguna propuesta
positiva en sustitución de la socialista, salvo quítate tú para que me
ponga yo, no funcionará. La gente no es tonta.
En
democracia no se resta; se suma. Pero no mecánicamente, como creen los
estrategas de Podemos, sino dialécticamente y de eso, es obvio, no
tienen ni idea. Asustados de ver que el partido morado se desangraba en
intención de voto y que la IU de Garzón mantenía un millón de electores,
los de Podemos decidieron dar la vuelta a la situación, hacer realidad
el sueño de su jefe intelectual, Anguita, arrebatar al PSOE la hegemonía
de la izquierda a base de sumar más votos que aquel. Y para ello
calcularon que, si se juntan las siglas, se juntarán los electores por
la misma razón por la que, si juntamos las cañadas, juntaremos los
rebaños.
Es
verdad que, en su marasmo, dirigido por una especie de Golem de
Rubalcaba, el viejo PSOE puede acabar devorado por Podemos. Pero eso no
es tan fácil, sobre todo si, para ponerlo en práctica se procede a una
ocultación de las siglas políticas de partida, una ocultación del
Partido Comunista de España y una ocultación de Izquierda Unida (IU).
Porque toda la pelea por la fusión gira en torno a qué hacer con las
siglas, esas de las que tan orgullosos están, pero en la intimidad de
cada cual. La mala fe se denota en que tratan de presentarse al
electorado con un nombre nuevo que oculte la presencia de otras opciones
en su seno. Ignoro si los votantes de Podemos sabían que votaban al PCE
igual que los del PCE si sabían que iba a votar a Podemos, pero les
interesa saberlo. Lo contrario, en el fondo, es una estafa.
Y más que
una estafa: ¿qué es eso de presentar una opción "asamblearia", estilo
15-M, cuyo corazón es otra jerárquica, como IU cuyo corazón, a su vez, es
el PCE, un partido que, en el fondo de su alma es totalitario? Un
evidente intento de engaño. Porque, si no quisieran engañar a la gente,
habrían disuelto las organizaciones ocultas. Pero no pueden hacerlo
porque se basan en ellas para engañar.
¿Que tiene de izquierda engañar a la gente?
¿Que tiene de izquierda engañar a la gente?
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
No hay comentarios:
Publicar un comentario