lunes, 25 de abril de 2016

El día D y la nueva vieja política / Ramón Cotarelo *

A Palinuro le parece de perlas que la gente negocie, pacte, acuerde, se comprometa. Es más fácil actuar cuando se va en grupo, en acción acompasada. Y también que se haga de forma discreta, aunque no tiene nada en contra de la diplomacia a bombo y platillo. Cada día lleva su afán y habrá momentos en que no se quiere avanzar y otros en que no se quiera parar. Todo eso da igual. Lo que carece de sentido es ponerse a lanzar luego trinos sobre las ventajas de la deliberación colectiva y el asamblearismo. Las decisiones tomadas en circunstancias jerárquicas jamás podrán pasar por decisiones espontáneas de asambleas de representación directa. 

Y eso es lo que ha pasado y está pasando en Podemos. Lo que ya preveía Rosa Luxemburg:  el consejo, la asamblea es controlada por el partido; el partido, controlado por el Comité Central y el Comité Central, por el secretario general, del que no cabe hablar salvo para escucharlo. Lo que se le ocurra. Los pactos, negociados y acordados de modo discreto se supone irán dirigidos a mejorar la vida de la gente no, por lo que parece, preguntándole, sino por especulación de lo que interesa. En este terreno de pactos inútiles, también puede haberlos secretos, ¿por qué no?

Todo esto, suena y huele a vieja política. Verdad es que, para evitar este juicio, Podemos lo remite todo a consulta de los círculos, generalmente en forma de referéndums o consultas plebiscitarias del tenor de "¿está usted de acuerdo en lo que ha acordado el amado líder o prefiere usted una segunda y profundamente errónea opción?" Pero estas consultas tienen el valor que tienen: ninguno. Lo que no quiere decir que los glosistas no lo saluden como algo milagroso.

 Las elecciones han comenzado en España. PP ha abierto cargando duramente contra C's por ver en él un sumidero de votos antaño fieles. Fuera de esto es poco lo que el Sobresueldos puede hacer excepto postular su desgastada presencia como centro de ilusión de su mensaje y esperar que los adversarios presenten figuras todavía más desprestigiadas.

A su vez, Podemos carga contra el PSOE. Ya se ha terminado la fábula de un gobierno de izquierda, incluidos lo socialistas, con los que nadie había contado. Lo que se quería era entretenerlos para acabar yendo a elecciones, echándoles la culpa. En el fondo, las nuevas elecciones son el último combate singular para decidir quién hegemoniza la izquierda. En principio, el acuerdo al que lleguen Podemos e IU quiere presentarse como una promesa de finiquito de los socialistas. Y, por supuesto, los emergentes escenifican mucho mejor esos eventos públicos multitudinarios, jugando algo con el recuerdo de Woodstock y los grandes happenings del pasado. Frente a ello da la impresión de que los socialistas solo pueden escenificar festivales de barrio con una rifa.

Y no se hable de los medios. Podemos ve muy mal que haya medios que le son contrarios. Pero mantiene silencio sobre aquellos otros tan favorables que más que medios son su aparato de propaganda, esto es, Público, la Cuatro, la Sexta. Además de estos, quiere que los demás medios también le sean sumisos y eso es difícil en condiciones de medios como empresas y de mercado relativamente libre.

Al margen de la demagogia algo está claro: así como la derecha tiene una bateria de medios impresos y audioviuales y la izquierda podémica hace lo mismo, conviene recordar que el PSOE no dispone de ningún medio favorable y mucho menos una batería de ellos.  Su voto solo puede depender de la movilización de su militancia y el ingenio de sus dirigentes, dos cosas muy problemáticas.
 
 
La nueva vieja política
 
 
Que Anguita sea el faro, la luz que guía la singladura de esa nueva formación que los medios llaman emergente ya dice todo sobre su naturaleza y carácter. Un hombre que lleva cuarenta años en política erre que erre y jamás ha hecho otra cosa que fracasar, se postula como el visionario del triunfo. Y la tropa de anguitillas que tiene en Podemos lo sigue con los ojos cerrados. Muy, muy cerrados. Igual que sus molleras. 40 años destruyendo las posibilidades de la izquierda a la que llama transfromadora como podía llamarla golodrina porque nunca ha transformado nada. Alguien que jamás ha tenido una sola idea, salvo destruir el PSOE, dividir la izquierda y conseguir, en su mejor momento, que Aznar y los jenízaros del neoliberalismo llegaran al poder.

Ese fichaje inenarrable, en realidad, dibuja la claudicación de Podemos. Los que iban a revolucionar el campo trillado de la política y sus trampas maniqueas de derecha/izquierda no tienen discurso o tienen una melopea pedante copiada de los sudamericanos. Los que traían en sus mochilas una izquierda nueva, a imagen de los soldados de Napoleón el bastón de mariscal, una izquierda distinta, no contaminada con los partidos viejunos, los comunistas y los socialdemócratas, se ponen en manos de los comunistas, esos camaradoskis que siguen hablando como los apolillados leninistas. Los que iban a asaltar los cielos ahora se contentan con un 20% del voto y, como las gallinas en el corral, se pelean por unas décimas arriba o abajo. Los que iban a echar a la casta y limpiar los establos del Rey Augías con el poderoso río de su retórica revolucionaria andan escudriñando los sondeos y se queman las cejas viendo si d'Hondt los pondrá por delante o por detras de Sánchez, Pérez o López y están en la política de cabildeos, comisiones y comités. En el compadreo de los cargos, los puestos o los enchufes.

Anguita es el referente intelectual de los revolucionarios de parterre, unos anguitillas que todavía no ha explicado exactamente en qué es referente este prodigio de la más huera incompetencia; qué libro, que teoría, que propuesta o idea incorpora esa referencia. Por más que se busque toda la aportación intelectual de este ampuloso ergotizador lo único que aparece es esa jaculatoria de "programa, programa, programa", versión secular del sanctus, sanctus, sanctus, dominus meus sabaoth de la eucaristía.

En realidad, ni Anguita ni los anguitillas sirven para nada. Ni para aprender algo tan elemental que avergüenza recordarlo: que en democracia, la política que solo se hace a la contra no prospera; la política del rencor y el odio no funciona. Eso solo funciona en las dictaduras. La política nazi contra los judíos funcionó, según sus sangrientos criterios. Una política consistente tan solo en ir contra el PSOE y buscar su sorpasso, pero sin tener ninguna propuesta positiva en sustitución de la socialista, salvo quítate tú para que me ponga yo,  no funcionará. La gente no es tonta.

En democracia no se resta; se suma. Pero no mecánicamente, como creen los estrategas de Podemos, sino dialécticamente y de eso, es obvio, no tienen ni idea. Asustados de ver que el partido morado se desangraba en intención de voto y que la IU de Garzón mantenía un millón de electores, los de Podemos decidieron dar la vuelta a la situación, hacer realidad el sueño de su jefe intelectual, Anguita, arrebatar al PSOE la hegemonía de la izquierda a base de sumar más votos que aquel. Y para ello calcularon que, si se juntan las siglas, se juntarán los electores por la misma razón por la que, si juntamos las cañadas, juntaremos los rebaños.

Es verdad que, en su marasmo, dirigido por una especie de Golem de Rubalcaba, el viejo PSOE puede acabar devorado por Podemos. Pero eso no es tan fácil, sobre todo si, para ponerlo en práctica se procede a una ocultación de las siglas políticas de partida, una ocultación del Partido Comunista de España y una ocultación de Izquierda Unida (IU). 
 
 Porque toda la pelea por la fusión gira en torno a qué hacer con las siglas, esas de las que tan orgullosos están, pero en la intimidad de cada cual. La mala fe se denota en que tratan de presentarse al electorado con un nombre nuevo que oculte la presencia de otras opciones en su seno. Ignoro si los votantes de Podemos sabían que votaban al PCE igual que los del PCE si sabían que iba a votar a Podemos, pero les interesa saberlo. Lo contrario, en el fondo, es una estafa. 
 
Y más que una estafa: ¿qué es eso de presentar una opción "asamblearia", estilo 15-M, cuyo corazón es otra jerárquica, como IU cuyo corazón, a su vez, es el PCE, un partido que, en el fondo de su alma es totalitario? Un evidente intento de engaño. Porque, si no quisieran engañar a la gente, habrían disuelto las organizaciones ocultas. Pero no pueden hacerlo porque se basan en ellas para engañar.

¿Que tiene de izquierda engañar a la gente?
 
 
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED

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