¡Frágil memoria metafórica la de los
políticos! En su discurso de investidura, Sánchez afirmaba ayer
enfáticamente dos veces no tener ninguna "línea roja". La famosa thin red line of 'eroes", (la delgada línea roja de los héroes) de Ruyard Kipling en su poema Tommy,
que simbolizaba el valor de los soldados británicos en las guerras del
Imperio, se ha convertido en sinónimo de barrera infranqueable,
condición absoluta, límite intocable. Y el PSOE, dice su secretario
general, abierto a hablar de todo con todos (excepto con el PP), no
tiene "líneas rojas".
Sánchez quiere cambio. Lo repitió ad nauseam. Él
quiere cambio; y la gente; y la sociedad; y el mundo quieren cambio.
Pero, malhaya, con solos dos partidos -PSOE y C's- no se puede cambiar
nada. Además, amarga confesión, la izquierda tampoco suma suficientes
apoyos parlamentarios. Hay que ser realistas y demócratas y decantarse
por un gobierno que englobe diferentes ideologías, un gobierno, dijo, de
mestizaje, porque el mestizaje "enriquece".
Para
ello desgranó un ambicioso programa de reformas bastante razonable que
cualquier demócrata firmaría porque es una bendita declaración de
intenciones. Otra cosa es el crédito real que merezca. Por ejemplo,
anunció una ley de libertad religiosa soslayando el hecho de que el
último gobierno de Rodríguez Zapatero ya redactó un proyecto que el
mismo gobierno de Rodríguez Zapatero asesinó sin más explicaciones.
Anunció igualmente una "reforma" de la Ley Mordaza cuando cualquier
persona cuerda exigiría su derogación si más y la reposición de la Ley
anterior que los neofranquistas del PP abolieron de un plumazo. Y así,
más o menos, el resto. Aceptable pero mejorable.
Por
supuesto, todo esto es opinable. Lo esencial es que el PSOE, según
Sánchez, necesitado de conseguir la investidura para hacerse respetar y
temer en su partido, no tiene líneas rojas, ni de héroes ni de villanos.
Pero
sí las tiene. Dos en concreto, que condicionan sus posibilidades. La
primera línea roja es Cataluña; la segunda, Podemos. En el primer caso
es patente. En su discurso, Sánchez dedicó unos minutos a Cataluña para
decir lo que dicen todos los nacionalistas españoles no estrictamente
cavernícolas: que esa tierra es España, que queremos mucho a los
catalanes y estamos encantados con ellos y su fuerte personalidad y él
dispuesto a negociar las 23 peticiones que el presidente Mas planteó a
Rajoy hace cuatro o cinco años y a hacer una reforma de la Constitución
para convertir España en una radiante federación. Recuperar las
peticiones de Mas, que tropezaron con un displicente y rotundo "no" de
Rajoy puede parecer a Sánchez el colmo de la generosidad, siendo así que
los independentistas catalanes ya han superado esa etapa de la posible
negociación y están en la línea de la independencia. Como también han
superado ese federalismo de guardarropía que le sopló Rubalcaba un día
en que estaba inspirado.
Cataluña
es una línea roja, bermellón, en el discurso de Sánchez, para quien el
derecho de autodeterminación de los catalanes es, según especifica su
pacto con C's una verdadera blasfemia contra la unidad de España.
La otra línea roja es Podemos. Resultaba chocante, absurdo incluso, escuchar el ritornello del
socialista, pidiendo el voto de Podemos para su programa de investidura
porque, en realidad, es más de Podemos que Podemos mismo. Si esto fuera
así, no se entiende por qué no lo negoció con el partido morado, igual
que lo negoció con el naranja. ¿No se le alcanza a Sánchez que pedir el
voto a un partido para un programa en el que no ha puesto ni una coma es
un abuso, un trágala y una falta de respeto?
Son
dos líneas rojas que vienen de sus propias convicciones de nacionalista
español, de las imposiciones de sus compañeros de partido y de las
advertencias de sus socios de la derecha de Rivera. Sin embargo, está en
su mano eliminarlas de un plumazo. Admita la posibilidad de un
referéndum de autodeterminación en Cataluña como lo han hecho los
escoceses y los quebequeses en el Canadá y verá cómo el Parlamento sí da
una mayoría de izquierda: PSOE, Podemos y confluencias, IU y ERC, en
total 170 escaños que podrían contar con la abstención del PNV, Bildu,
DiL y CC con lo cual solo tendría enfrente al PP y C's (163 votos).
Es
"no" en primera vuelta y, según parece, "no" en la segunda. Luego hay
dos meses para negociar una fórmula perfectamente posible. Si no se
llega a ella, que cada cual asuma su responsabilidad y nosotros
deberemos agradecer a los socialistas y los de Ciudadanos que, cuando
menos, hayan roto el bloqueo al que, siguiendo su inveterada costumbre
pretendía condenar al país la marrullería del presidente. Porque la suma
de escaños del PP y C's no da para proponer nada positivo y solo sirve
como minoría de bloqueo.
El país necesita un cambio, desde luego, pero no cosmético, sino en profundidad, para lo cual se precisa una decisión y un valor que Sánchez no probó poseer en su lamentable oposición a la última parte de la legislatura anterior. Estaría bien que ahora los demostrara.
El país necesita un cambio, desde luego, pero no cosmético, sino en profundidad, para lo cual se precisa una decisión y un valor que Sánchez no probó poseer en su lamentable oposición a la última parte de la legislatura anterior. Estaría bien que ahora los demostrara.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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