Con una desagradable sensación de frustración y de vergüenza
generalizadas, se ha entrado en el tramo final de la campaña electoral
que termina este viernes a las doce de la noche para dar paso al sábado
de reflexión, y a este domingo decisivo en el que el resultado parece
estar tan abierto que puede pasar cualquier cosa. La brutal agresión del
miércoles al presidente del Gobierno en Pontevedra, que parece que
estaba preparada hasta tal punto que es posible que se haya escogido a
un menor lleno de odio para diluir muchas responsabilidades, ha
enrarecido el signo de la campaña, puede tener algún tipo de influencia
en el resultado final y tiñe todo de una sensación de violencia que
nunca se había dado antes, aunque se trate de un hecho aislado del que
no se deben sacar consecuencias políticas apresuradas, y sobre todo
políticas.
Con un resultado tan abierto y tan incierto como el que se presenta
este domingo, cualquiera que quiera sacar rédito político tratará de
calentar, aún más, el ambiente que se ha creado para llevar el agua a su
molino. Hay que destacar que el Partido Popular ha dado el grave
incidente como cerrado y, el propio Rajoy, en un comportamiento que le
honra, ha considerado la agresión por olvidada, ha anunciado que no
piensa presentar denuncias y ha querido olvidar todo, hasta el punto que
ha seguido el programa de la campaña con normalidad, hizo el mitin el
mismo miércoles en La Coruña, y este jueves se ha desplazado a
Barcelona, donde tras una reunión con empresarios se ha trasladado a
Bruselas para asistir al último Consejo Europeo del año.
Lo que en las primeras informaciones aparecía como una bofetada, y
así se contaban en las redes sociales y en los resúmenes de los
digitales, se convirtió al difundirse el vídeo en una agresión insólita
al presidente del Gobierno, algo que nunca se había producido en la
historia democrática del país y que hoy, después de dar la vuelta al
mundo, sigue apareciendo en todos los medios, especialmente en las
televisiones por la crueldad y fiereza de las imágenes. Lo que fue un
puñetazo de una violencia insólita, pudo haber causado daños muy
superiores a la ruptura de unas gafas y a un moratón en la mejilla.
Ese moratón en el rostro ha acaparado las imágenes de los telediarios
de toda Europa y del mundo, igual que en su momento las ocupó la
agresión que sufrió el primer ministro italiano Silvio Berlusconi en
Venecia, durante otra campaña electoral que tuvo como efecto la subida
de la intención de voto por encima de lo que anunciaban las encuestas,
por el llamado efecto ‘empatía’ con el agredido. Aunque de la agresión
se ocupan los medios más influyentes del mundo, la atención está puesta
en lo que puede pasar en España el domingo. Sólo hay que examinar tres
medios de influencia decisiva como son The Wall Street Journal, Financial Times y The Economist
para darse cuenta de la preocupación que hay sobre el futuro de España.
Es decir de la incógnita que supone los llamados partidos emergentes,
aunque son muchos los medios, como The Economist, que en su
último número dice que si ellos pudieran votar, votarían por Ciudadanos.
Los principales medios apuestan claramente por un gobierno Partido
Popular-Ciudadanos.
El gran temor, lo que llaman la pesadilla de Rajoy, es que pueda
pasar en España lo que ha ocurrido en Dinamarca y Portugal: que no están
gobernando los dirigentes y partidos más votados, sino que quien está
gobernando es la oposición, lo que Rajoy está llamando y repitiendo como
“coalición de perdedores”, una coalición perfectamente constitucional
que responde al esquema de cualquier país con democracia parlamentaria. The Wall Street Journal,
con un cierto punto de exageración titula que “el destino de Europa,
estará en manos de los votantes españoles este domingo”, y asegura que
las posibilidades de que Rajoy permanezca en el poder ” podrían depender
de si logra o no forjar una alianza con Ciudadanos“. Para el periódico
de los grandes grupos económicos del mundo, los mercados aplaudirían ese
acuerdo. No obstante, Rivera ya ha dicho que no formará Gobierno con
Rajoy, convirtiendo la supuesta corrupción de Rajoy y su partido en el
centro de su campaña. Así, Rivera podría verse tentado a entrar en una
alianza a tres con los socialistas y Podemos, similar a la que el mes
pasado llevó a los socialistas portugueses al poder. “Este resultado,
sin duda”, dice, “alarmaría a los mercados” .
“Pero una alianza electoral poco definida sería inestable por
definición, siendo poco probable que realizase reformas, y casi con
seguridad querría subir los impuestos y el gasto, lo que podría reavivar
las dudas sobre la sostenibilidad de la deuda. Esto es preocupante para
un país que necesita 400.000 millones de euros en deuda del sector
público y privado el año que viene”. Más prudente es Financial Times,
que se extraña de que nunca antes hayan tardado tanto los españoles en
decidirse a estas alturas de la campaña, ni nunca antes tantos votantes
hayan dicho que están dispuestos a abandonar sus antiguas lealtades
políticas y optar por un partido diferente. “El número de españoles que
se debaten entre el PP y Ciudadanos, se sitúa en 1,4 millones. Hay un
millón cien mil entre el PP y los socialistas y otro millón cien mil que
no puede decidirse entre los socialistas y Ciudadanos. Ellos forman la
gran incógnita que no sólo se cierne sobre las elecciones del domingo,
sino sobre el futuro político de España. También son un reflejo de las
convulsiones sociales y económicas que ha sufrido España y que han hecho
tanto por corroer las antiguas lealtades”.
La solución definitiva, el domingo…
(*) Periodista
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