Se acabó la broma. Ya no es tiempo de tertulias, risas y buen rollo.
Ahora Pablo Iglesias está en lo suyo. O sea, la batalla por el poder. Y
no caben medias tintas. En las Europeas se diseñó la estrategia y las
urnas le demostraron que tenía sitio si se manejaba con habilidad. Y lo
hizo. A las municipales y autonómicas Podemos se presentó en listas
conjuntas con otros grupos y con cabezas de lista algunas
independientes, como Manuela Carmena en Madrid, y el éxito le sonrió.
Pero ahora vienen las generales, y ya ni media broma. En política no hay
amigos, y en esta política vieja, por mucho que se lleve coleta, ni
siquiera hay adversarios, hay enemigos y se va a por ellos a cuchillo.
Incluso entre los correligionarios que no quieran formar parte de una
lista encabeza por un mesías sino por un líder político.
Pablo Iglesias no está dispuesto a ceder un milímetro con Alberto
Garzón, Izquierda Unida, o desunida, ni con lista alguna por más que en
ella aparezcan intelectuales, escritores, periodistas, artistas varios o
directores de cine como Almodovar, que la lían aquí pero se acojonan en
el imperio si hay un Oscar de por medio. Le sirvieron acuerdos
meramente tácticos, pero ahora quiere el poder en España, el control de
los presupuestos, mandar, y no ha recorrido este camino para compartir
la gloria con nadie. Lo quiere todo para él y para los obedientes. Ya no
valen rostros útiles como la independiente Carmena o la mediática
Colau.
Ahora la única jeta que exhibir es la suya. Y al que Dios se la
dé San Pedro se la bendiga. Y al que no le guste que le den. El que
quiera incorporarse de rodillas, bienvenido será a la casa de Podemos.
El que no, que se presente con otro. Iglesias, el progresista, el
defensor de la libertad de expresión, el progre, el demócrata, no está
para bromas. Ahora da ruedas de prensa y las pocas preguntas son
pactadas, y se pira que tiene prisa, y cuando va a las teles, no admite
preguntas de los periodistas, y pacta los temas que no se pueden
abordar. O sea, casta, puritita casta de la más vieja del lugar. Solo le
falta el plasma, que llegará.
Lo que está sucediendo en el Ayuntamiento de Madrid es paradigmático.
Carmena insiste en que es un verso suelto, en que no es de Podemos ni
está dispuesta a obedecer instrucciones, pero está rodeada de concejales
podemitas que le marcan el territorio, le montan incendios, le fuerzan a
mostrarse dubitativa y a rectificarse a sí misma cada poco. Conozco a
Manuela y no dudo de sus intenciones. Pero el experimento va a durar
poco. Hasta ahora hace funambulismo en una política que no ha
practicado. Pero esta política no son los Juzgados, ni siquiera el
politizado Consejo General del Poder Judicial. Y que se ande con ojo,
que como un día a Pablo Iglesias le toque excesivamente los bemoles
desde su independencia, sale del Ayuntamiento de un día para otro. Ipso
facto. Pablo Iglesias no se para en barras. Tiene un objetivo. A partir
de ahora su ejército no hace prisioneros. Es la guerra y la va a librar
con todo. No va a parar hasta conseguirlo. O no. Que no lo va a tener
fácil. Pero está en ello.
Y el PSOE y el PP a lo suyo. Ahora enfrascados en una batalla de
ofertas electorales de gasto social desmedido para tratar de recuperar
votos. No dedican su tiempo a lo esencial, a hacer política de verdad, a
elaborar un programa sensato, sino a hacer política cortoplacista y de
campaña antigua utilizando los Presupuestos Generales del Estado para
vender mercancía averiada. Y el PP, que aún gobierna, o debiera hacerlo,
desnortado en el dislate catalán. Y el PSOE, con Sánchez que pasa de
presentarse con la súper bandera de España en el escenario a abstenerse
en la votación de elección del Gobierno navarro. Uxue Barkos fue elegida
con los votos de Geroa Bai, Bildu, Podemos e Izquierda Unida, y el PSN
se abstuvo, pese a que una consejera de Bildu estará al frente de
Interior, y a que el proyecto de Barkos y los suyos es la inclusión de
la Comunidad Foral de Navarra en el proyecto panvasquista que diseñan
los restos de ETA y quienes se han puesto de su lado. Toma bandera de
España. Ahora que la saque Sánchez, de igual tamaño, en su próximo mítin
en Cataluña. Si quiere, claro. Por ser coherente.
(*) Periodista
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