miércoles, 6 de mayo de 2015

Egotismos / Ángel Montiel

Luis Gestoso tiene un ego que se lo pisa, dictamina el portavoz del PP para justificar que aquél haya abandonado el partido y pida el voto para Ciudadanos. En el contexto actual, si todo lo que se puede decir de un político es que sufre de subidón de ego hay que tomarlo como un piropo. Conozco políticos en el PP de los que se pueden decir cosas menos aceptables, y a otros que dejan el ego de Gestoso a la cola del top de autocomplacencias. 

El ego parece requisito imprescindible para la cosa política, pues ¿quién le manda a alguien alzarse en la peana si no es porque se considera más preparado y capaz que otros para hacerse cargo de los intereses generales aunque nadie lo perciba excepto él y sus interesados palmeros? ¿No es la función de un portavoz precisamente la de cantar los egos de los políticos de su cuadra, a veces hasta el ridículo? Por otro lado, el PP ha vendido muy bien hasta ahora el ego de Gestoso, y hasta lo ha cultivado al tratar de colocar las singularidades del director de Emergencias como un valor de simpatía y de cercanía en la gestión, en su caso de los sucesos menos gratos.

Pero el portavoz del PP debe ser consciente de que el factor psicológico es pobre para facturar esa disidencia, y añade, en sintonía con la prescripción que ya había hecho el candidato autonómico, que “algún día se sabrán las verdaderas razones” de la escapada de Gestoso. La insinuación recuerda la de Valcárcel sobre el juez que lo investigaba. Mientras se mantuvo la latente amenaza cundieron las dudas, pero éstas cesaron cuando al poco se desveló la incógnita: era un pretexto basura. Está feo que las refutaciones políticas transiten en insinuaciones, pues entre otras consecuencias se alienta el riesgo de que se extiendan a quienes las emiten. ‘Algún día’, y más en campaña electoral, ha de ser hoy. O callar para siempre. 


LA PATA Y LA MANO


En las elecciones municipales de 1995 asistí a un mitin del PP en Puente Tocinos. El entonces candidato a la alcaldía de Murcia, Miguel Ángel Cámara, dijo una frase que hoy nos parecerá enternecedora: “Podremos meter la pata, pero nunca meteremos la mano”. El nivel intelectual de algunos de los que nos han gobernado durante veinte años se detiene en el refranero, y así hemos sido ilustrados con otras expresiones hechas del tipo “olivica comía, huesecico al suelo”, “hemos hecho mucho, pero queda mucho por hacer” o “nos vamos a dejar la piel”. Pocos años después, uno de los prebostes se arriesgó algo más y citó a Baudelaire en la Asamblea Regional: “Una economía sana es lo que garantiza el desarrollo de los pueblos”, que es, de todo lo que pudo haber dicho Baudelaire, lo que menos le pega a Baudelaire. No hace mucho hubo uno que, tras disculparse por anunciar un latinajo, lo atribuyó a un autor griego. 

Uno entiende que no les dé tiempo a leer algo de provecho entre hacer como que gobiernan, asistir a consejos de administración para cobrar los chupetines y firmar investigaciones universitarias de otros con el fin de elevar el currículo. Pero es verdad que las frases hechas tienen un gran poder persuasivo y por eso son frases hechas. Lástima que algunas, como la primera citada, la de la pata y la mano, ya no sean repetibles, pues muchos han metido las dos, y por seguir con lo manido, lo han hecho hasta el corvejón, que se dice. Y la mano hasta el sobaco.

En el último Entierro de la Sardina, un sector del populacho reclamaba al alcalde, encaramado a una de las carrozas, que en vez de juguetes de pasta les tirara chorizos y tarjetas de crédito sin usar. Y es que la chusma es también muy de conceptos hechos. 


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