No hay delito penal en el derribo de la guardería de La Paz. Estupenda
noticia. Los murcianos nos libramos de la vergüenza de tener un alcalde
con dos imputaciones. Lo que hay, y a la vista está, es una chapuza
impresionante. Otra. Aprobó el derribo de una guardería que funcionaba
razonablemente bien para reinstalar a los niños en un barracón
(estructura prefabricada, dicen en el Ayuntamiento) a fin de facilitar
un negocio privado que la crisis truncó.
El pretexto consistía en
promover la rehabilitación de un barrio sin gastar un euro público. La
actuación privada, como digo, no se produjo, y la situación de la zona
sigue empeorando gravemente sin que el alcalde disponga para ella de un
esbozo de plan, proyecto o idea que borre su condición de gueto. Su
única contribución es el añadido de un barracón tras permitir el derribo
de una estructura firme. Responsabilidades penales, ninguna; políticas,
todas.
Pero es marca de la casa. Cámara no dispone de una sola idea para el
yacimiento de San Esteban bajo pretexto de que es responsabilidad de la
Comunidad, a pesar de que el butrón se eterniza en el mismo centro de la
ciudad. Tampoco tiene ideas, y menos dinero, para la Cárcel Vieja, un
espacio que haría salivar de placer a cualquier alcalde digno de ese
título. De vez en cuando reedita (lo viene haciendo desde que tomó
posesión) la peatonalización de Alfonso X o la construcción del recinto
ferial (esto último para intentar poner un sueldo a su exconcejal de
Urbanismo y compañero de imputación, Berberena, pero ni un solo paso
más).
Su especialidad son los túneles y las rotondas, con especial
delectación en los monstruos escultóricos inherentes a éstas más los
puentes calatraveños, ese gran exceso de originalidad. Pasará a la
historia por trazar un tranvía a ninguna parte que nos cuesta un millón
de euros al mes tras prometer que no pondríamos en él ni un centavo y
por la desestructuración del transporte público. En la apuesta por el
populismo futbolero le ha salido el tiro por la culata, pues los
aficionados que antes se bañaban en La Redonda ahora lo vilipendian en
las pancartas, y el uso de la Vieja Condomina por el exitoso equipo de
la UCAM es indicativo de que la necesidad del nuevo estadio no se basaba
en la descongestión de la zona urbana sino que pendía exclusivamente
del negocio urbanístico colateral por el que está imputado.
Ahora, como su colega Valcárcel, ve traidorzuelos por todas partes,
sin reparar en que si la discrepancia política es traición, él mismo
debería mirárselo, pues en su día contribuyó decisivamente a que su
admirado Calero se quedara en la estacada.
Tengo dicho que lo de menos en este alcalde es la supuesta corrupción
municipal o que se haya hecho millonario en estos veinte años. No ha
dejado de asistir a un solo Consejo de Administración en los que se
cobra por sentarse un rato y decir que sí a todo sin necesidad de
trabajar en el análisis de las actuaciones y de las cuentas y no ha
desaprovechado ni un solo privilegio de los que el sistema universitario
concede a la clase política para que sus integrantes puedan progresar
profesionalmente sin la obligación de rendir como los realmente
ejercientes.
Lo de más es la agonía de su desentendimiento, su apuesta
por lo mediocre y los mediocres, su opacidad, esa sequía de ideas y la
terquedad en parapetarse en la dignidad del cargo para atender sus
cuitas judiciales sin preocuparle el descrédito institucional que su
actitud acarrea. Mientras tanto, la ciudad sobrevive a pesar de él.
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