La Primavera de la protesta de los últimos años ha dibujado una
geografía mediterránea que se extendió por el Norte de África (las
llamadas 'revoluciones árabes') y el Sur de Europa. Por ello, también en
España hemos podido experimentar ese devenir con el que algunos
analistas han caracterizado el transcurso de las revoluciones árabes: De la primavera de las revoluciones al invierno de nuestro descontento»
(afortunada frase de Bryan Palmer en la revista Sociología Histórica).
Pues aquí también tuvimos nuestra Primavera: aquella inmensa ola de
deseo político y de democracia que fue el 15M. Pero después vino su
reverso tenebroso, el invierno de nuestro descontento: el continuum de
corrupción política que, día sí día no, salpica los medios de
comunicación (el penúltimo episodio, la denominada Operación Púnica).
Pudimos
dejarnos arrastrar por el invierno de la descomposición del actual
régimen de bipartidismo (PP y PSOE), pero afortunadamente no fue así€ La
irrupción de lo imprevisible, de un acontecimiento inesperado como ha
sido la emergencia de Podemos ha creado una maravillosa y fecunda línea
de fuga que nos ha sacado de la larga y gélida noche de la corrupción
neoliberal, para resituarnos en un escenario que nos posibilite «el
asalto a los cielos» (por repetir la afortunada expresión marxiana
utilizada por Pablo Iglesias en el discurso de apertura del Primer
Encuentro Presencial de la Asamblea Constituyente de Podemos, el pasado
18 de octubre). De nuevo la pasión política, pero esta vez con el
objetivo preciso de tomar el poder a través del ciclo electoral que se
abre esta primavera del 2015.
En este país, nunca se había
concebido que las discusiones propias de la Asamblea Constituyente de un
movimiento político se estén realizando de la forma en que las ha
realizado Podemos, esto es, con el máximo grado de apertura al espacio
público, visibilidad y transparencia. De tal forma que cualquier
ciudadano o ciudadana ha podido participar y discutir en la conformación
ética, política y organizativa de este movimiento político que quiere
ganar democráticamente las instituciones para recuperar la democracia y
ponerla de nuevo al servicio de la colectividad. ¿Por qué se ha hecho
así?
Podemos leyó el 15M como un acontecimiento revitalizante del
espíritu de los movimientos europeos de revolución democrática desde al
menos 1789. Las plazas de aquellos meses de mayo y junio de 2011 se
llenaron de pasión política y entusiasmo. Podemos se propuso recrear una
política de las emociones. Cualquiera que se haya acercado a las
asambleas de los círculos, cualquiera que se haya asomado a ese vibrante
espacio virtual de discusión colectiva que es Plaza Podemos, como
cualquiera que haya querido participar en las votaciones para las
Primarias Abiertas de las elecciones europeas o para votar los estatutos
(ético, político y organizativo) constituyentes de Podemos, habrá
podido experimentar esa política de las emociones que hace de Podemos un
auténtico torrente, metáfora geofísica que quiere enfatizar lo que de
imparable y arrollador tiene esa energía.
Las apuestas no han sido
fáciles. En la cultura política española de los movimientos sociales
siempre existió un prejuicio hacia el liderazgo político. También hubo
que vencer el apego casi religioso a ciertas identidades „´ser esto o
aquello´„ o inclusive a determinados esquemas analíticos. Siendo más
laicos con nuestras identidades políticas, hemos conseguido evidenciar
que uno no se casa con símbolos, sino con contenidos programáticos que
hasta hace bien poco han formado parte de nuestras conquistas
civilizatorias: la sanidad y la educación pública, los servicios
municipales de agua o la fiscalidad progresiva.
Las anteojeras
ideológicas siguen en muchas ocasiones actuando para no ver que Podemos
es un freno de emergencia a una situación alarmante de corrupción
política y de degradación de las condiciones de vida de la gente. Todos,
absolutamente todos, independientemente incluso de nuestras filiaciones
partidistas, estamos llamados a protagonizar esta necesaria revolución
ciudadana democrática. En Podemos se están dirimiendo cuestiones de
supervivencia colectiva básicas.
Vienen unas elecciones
municipales. Tal y como establece su recientemente aprobado documento
político (el pasado lunes 27 de octubre), y una vez se instituyan los
denominados Consejos Ciudadanos, Podemos se unirá o impulsará en muchos
municipios Candidaturas de Unidad Popular. Una de las fórmulas posible
es la que proporciona la Ley Electoral con las llamadas Agrupaciones de
Electores: es un conjunto de ciudadanos que se asocia temporalmente con
el único fin de presentar una candidatura a unas determinadas
elecciones, necesitando para ello presentar ante notario un número
mínimo de firmas (en municipios del tamaño de Murcia o Cartagena la Ley
establece al menos 5000 firmantes).
Personalmente me resulta atractiva
esta fórmula pues implica hacer del propio proceso de recogida de firmas
entre la ciudadanía una forma de generar en el tejido social esa
energía emocional a la que hacía referencia anteriormente y que me
parece básica si queremos ganar. Participar emociona ¡y de qué manera
politiza! De barrio en barrio, de pedanía en pedanía, convocaremos a la
ciudadanía a que se agrupe en candidaturas de unidad popular con el fin
de recuperar los ayuntamientos para la democracia. Con cada firma,
refrendada ante notario, se expresará un deseo ciudadano de cambio
político: cada firmante será un «no al AVE sin soterramiento», será un
«no a los cortes de agua», será un «no a los desahucios», un «no a la
destrucción de la huerta», un «basta de corrupción», etc.
En las
elecciones autonómicas, el documento político aprobado establece que
Podemos estará con sus propias siglas (aunque se contempla la
posibilidad de en casos excepcionales ir en confluencias más amplias
previa solicitud de un 10% de los inscritos y posterior referéndum
mediante voto directo del conjunto). Seguiremos horadando
transversalmente las fronteras que compartimentan a los electorados
según los esquemas Derecha-Izquierda que tan funcionales les han sido al
corrompido régimen bipartidista (PP-PSOE). Consideramos que la
configuración del Estado español como un Estado autonómico hace
necesario que Podemos, en cuanto movimiento de lucha por la democracia,
esté presente tanto en las elecciones autonómicas de mayo de 2015 como
en las elecciones generales del otoño. En ambas escalas territoriales,
la autonómica como la central, Podemos puede vertebrar una mayoría
social alejada del viejo esquema Derecha-Izquierda y que se proponga
usurpar el poder a la casta oligárquica (política y económica) que nos
ha llevado al actual invierno de la corrupción y el desempleo de masas.
Me
permito acabar con las palabras de un viejo profesor, Jesús Ibáñez, a
quien estoy seguro le hubiera gustado vivir este milagroso
acontecimiento social: «No se profundiza la democracia profundizando
sólo su expresión (los dispositivos electorales). Pero, ¿una
profundización de su expresión puede ayudar a la profundización de su
contenido? Probablemente, sí. El camino que profundiza la democracia es
el camino que descubre lo político que hay debajo de todas las
prácticas. El mayor enemigo de la democracia es la despolitización» (en A
Contracorriente, 1997).
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