viernes, 23 de junio de 2006

Dudoso silencio sobre "Hefame"


El presunto silencio cómplice de la CROEM, la Cámara de Comercio, Caja Murcia y gobierno autónomo sobre el proceso de asalto y despojo de "Hefame", hasta ahora la primera empresa de la Región, hace sospechar seriamente de conspiraciones y connivencias dentro de nuestras propias filas en el proceso de fusión con, según parece, una dudosa "Cofares" respecto a su verdadera situación económica y patrimonial, siempre a juicio del grupo de cooperativistas farmaceúticos que ha hecho un frente común para evitarla y conjurar así la pérdida relativa en su participación dineraria. Todo lo demás parece sólo burdo ruido mediático pagado, al objeto de confundir y alcanzar los votos necesarios para poder legalmente consumar lo sigilosamente planificado, por "otros" ajenos, desde antes de la dimisión forzada de su histórico artífice, el también economista Francisco Vicente Ortega, tampoco nada de acuerdo con este derrotero.

Ahora se entiende mucho mejor el velado apoyo político del complejo de San Esteban al lorquino Antonio Abril (el hombre de Peñarrubia), en contra del indómito caravaqueño Pedro Guerrero, en las pasadas elecciones de la ejemplar cooperativa, y el reciente fichaje, blindado y millonario, del exconsejero de Sanidad, Francisco Marqués, como nuevo director general, que suele decir a quien le pregunta, tener dos planes para el futuro de "Hefame": con y sin fusión. Pero, ¿qué es lo que realmente piensa y prefiere este hombre de la máxima confianza de Valcárcel y de Tomás Fuertes? Mantenerse en el machito para ocultar, hasta después de las próximas elecciones autonómicas, un posible escándalo con grave perjuicio político y electoral para Valcárcel y el PP.

Lo que está ahora mucho más que claro también es que, por razones todavía no visibles, alguién que se cree poderoso está interesado en torpedear el actual liderazgo empresarial murciano, al objeto de que desaparezca, y dar así paso a la segunda empresa de la Región ¿Caja Murcia, El Pozo, García Carrión...? El proveedor financiero más habitual de "Hefame" era de siempre, si ahora no ha cambiado por otras razones, la CAM. ¿No es cierto, Teodoro, hombre de todos/as?

Si la fusión, como finalmente parece, se evita porque los opositores farmaceúticos de la Región tienen todavía por número la última palabra, y los beneficios fiscales de la permanencia de "Hefame" en Santomera, unos 15.000 millones de pesetas, se quedan en la Región de Murcia, será una más que poderosa razón para que no queden impunes ciertas actitudes y conductas impresentables cercanas, que todavía no se entienden demasiado bien, ni por los que participan en la decisión sobre la suerte de nuestra gran cooperativa, ni por quienes desde fuera observamos estupefactos los esfuerzos de algunos ilustres ciudadanos de aquí por pegar el "pelotazo" de su vida.

Terminaremos por saber quienes son, en realidad, los verdaderos antimurcianos y por qué están tan decididos a vender toda esta región, por parcelas o por acciones. El caso es cobrar por ello, aunque sea, en este caso, a costa de una especie de nuevo timo de la estampita pensado para boticarios "in albis". Y es que las reboticas ya no son, intelectualmente, lo que eran en el XIX.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Murcia herida (1).


Al parecer, uno de los efectos del cambio climático en este verano de 206 consista en padecer intermitentemente temperaturas extremas rondando los cuarenta grados junto a noches y madrugadas a veces bien frescas. Lo característico de este verano de 2006 quizá sea esa “intermitencia” y esas elevadas temperaturas. Los expertos hablan de un “calentamiento global” de la tierra, difícilmente predecible a escala regional, pues influyen en el otros factores como el uso del suelo en el entorno próximo. El asesor del Grupo para el Cambio Climático de la ONU Francisco Ayala investigó que la temperatura media en el último tercio del siglo veinte en España había aumentado un grado y medio, es decir, tres veces más que el promedio de la Tierra en toda la centuria (0,7 grados). Para entender estas dimensiones hay que saber que la diferencia que siguió a la época de las glaciaciones fue de sólo cinco grados. El clima de la Península Ibérica se está “africanando”, pues sus temperaturas actuales son las que registraba Marruecos en 1975. Navacerrada ha pasado en poco de más de una década de registrar cinco días al año con temperaturas superiores a 25 grados a superar los treinta días. Los australianos se cubren en la playa para no exponer sus cuerpos al sol y tras baños cortos regresan a sus casas y las merinas del cono sur chileno deambulan con los ojos ciegos, reventados, como efecto más espectacular del agujero y adelgazamiento de la capa de ozono en las proximidades del Polo Sur.

La tesis doctoral de la catalana Belén Martrat señala que la temperatura del mar Mediterráneo, de forma natural, ha bajado y subido muy significativamente en múltiples ocasiones a lo largo de los últimos doscientos cincuenta mil años. Los factores naturales que histórica y cíclimamente inciden en el “cambio climático” son varios: actividad solar, inclinación del eje terráqueo, actividad volcánica y biológica, corrientes marinas, etc. Sin embargo, la actividad humana produce un “efecto invernadero” que incide también sobre el “cambio climático”.

El aumento global de la temperatura parece evidente que coincide con una disminución de lluvias y nieve. De cien días de nieve en Navacerrada en 1970 se ha pasado a sólo sesenta días a finales de siglo. El “calentamiento global” provoca mayor aridez y mayor déficit de agua dulce, al aumentar la evaporación de zonas húmedas, lagunas, ríos y embalses, y las plantas, al transpirar más, exigen mayor humedad. El Plan Hidrológico del Gobierno Aznar no tuvo en cuenta estos efectos. La Agencia Europea del Medio Ambiente predijo una aguda disminución del caudal de los ríos del sur continental, especialmente notable en los de la vertiente mediterránea de la Península Ibérica. Estos ríos llevarán menos agua en el futuro y por ello sería inviable desviar parte de su caudal a otras cuencas.

Anónimo dijo...

Murcia herida (2)

El riesgo de incendios forestales es ahora más alto que antes y han aumentado las dificultades para apagarlos y, por tanto, de disminuir el dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera. Esto no es ajeno al “cambio climático”, como tampoco que en centroeuropa el brote de las hojas de los árboles se adelanten cinco días respecto a hace treinta años o en Canadá un mes antes que hace un siglo. Las hojas de los árboles brotan antes en primavera y caen más tarde en otoño. No quiere decirse que lo que ocurre un año se repita, incrementado, sino que se trata de una tendencia, como la siguiente: El invierno es un mes más corto que en 1952. Estos desajustes afectan de forma diferente a cada especie arbórea. Cada una tiene distinto proceso de acumulación de calor. Lo problemático es que el cambio en el ciclo vegetal no converge, por ejemplo, con el temporal de los insectos polinizadores. Estos desajustes se observan cada vez más en España: Las golondrinas llegan a Cardedeu una semana después que a mediados del siglo veinte, las perdices dejaron de viajar a África y las cigüeñas están dejando de emigrar.

La Tierra, por sí misma, es un gigantesco “invernadero” natural sin el cual tendría una temperatura media de dieciocho grados bajo cero y en ella la vida no sería posible. Lo es porque la media planetaria es de quince grados sobre cero. El problema del “efecto invernadero” es su reciente incremento producido por el CO2, que permanece en la atmósfera más de cien años. En el último medio siglo la Tierra tiene el triple de habitantes. Cada día nace un población parecida a la total del municipio murciano. Sin embargo, para duplicarse la población que tenía la Tierra al comienzo de la era cristiana tuvieron que pasar 1.700 años. Somos la especie más abundante que ejerce la mayor presión sobre los ecosistemas del planeta desde hace miles de años, especialmente desde que iniciamos el consumo masivo de combustibles fósiles. Además producimos más metano, más óxido nitroso y otros productos artificiales como los CFC (clorofluorocarbonados), todo ellos con una enorme capacidad de “efecto invernadero” y a la vez de destrucción de ozono que, a su vez, es otro gras de efecto invernadero, producido, asimismo, por la actividad de los seres vivos (bacterias, algas, plangas, etc.), sin el cual no podría haber vida sobre la corteza terrestre, pero sí bajo el agua que actúa como escudo protector.

Pero si el ozono es beneficioso en la estratosfera al amortiguar la radiación ultravioleta solar, nos daña cuando se acumula (smog) en la troposfera, la que está en contacto con la superficie terrestre, provocando cansancio, anemia e irritaciones y agravando los problemas respiratorios. Cerca del mar de la cuenca mediterránea, el ozono y otros contaminantes originados en las urbes e industrias son transportados por la brisa a las zonas rurales, llegando a afectar a los rendimientos agrícolas. Algo parecido a lo que ocurre con el ozono producido en la capital de España, cuando algunos días del verano sus níveles no son recomendables en las faldas de la sierra de Guadarrama hacia donde son dirigidos por el aire (¡!).

Anónimo dijo...

Murcia herida (3)

Cada año, más de veinticinco mil millones de toneladas de CO2 son emitidas a la atmósfera por la quema de combustibles fósiles, la deforestación y los cambios del uso del suelo. Nunca ha habido tanto CO2 desde hace cuatrocientos mil años, y seguramente nunca, en esos cuatro mil siglos, ha hecho tanto calor como el que hará dentro de pocos lustros. Hay motivos fundados para aseverarlo. No puede uno dar por verdad lo que los escépticos, incluido el propio presidente Bush, afirman: “No está demostrado que el clima cambie a causa de las actividades humanas”. La conclusión del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) es que los aumentos de temperatura de los últimos decenios sólo pueden ser debidos a la actividad humana, o dicho en palabras “oficiales” del propio IPCC: a “interferencias antropógenas peligrosas en el sistema climático”, tal como habían denunciado anteriormente WWF y Greempeace.

La situación prevista por la Agencia Europea de Medio Ambiente para el 2080 es un aumento entre 2 y 6,3 grados centígrados, el cambio más rápido registrado en el clima en los últimos diez mil años, tras la última glaciación. Se está produciendo una fusión glaciar (las nieves del Kilimanjaro desaparecerán en quince años), reducción de masa de hielo en los polos (el Polo Norte será navegable en cincuenta años), deshielo en Alaska y Siberia, subida del nivel del mar, olas de calor, grandes sequías e inundaciones, muerte de los corales y las algas, escasez de agua dulce y la desertifización, pérdida de suelo fértil y ausencia de vegetación que ya están sufriendo muchas poblaciones humanas. La desertificación, entendida como la“degradación de las tierras de las zonas secas resultante de factores tales como las variaciones climáticas y las actividades humanas”, y relacionada con los recursos hídricos y la calidad de la vida humana, no es sólo un problema regional o local sino “global”. Cada año se vuelve yerma una superficie mayor a Aragón. Y la degradación de las tierras húmedas, con lluvias abundantes, como las amazónicas, pronto si no ya será también un problema. Y las nubes de polvo y arena en el continente asiático es ya una plaga anual.

Según el Programa Nacional de Acción contra la Desertificación, treinta y cuatro provincias españolas sufren el problema en un grado alto o muy alto. Entre éstas las del frágil sureste español, las de costa mediterránea, andaluzas, castellano-manchegas, aragonesa y canarias. La desertificación es el problema más grave que afecta a España. Junto a la deforestación, desde hace tres décadas las causas se deben a una agricultura y un uso inadecuado del agua y a la sobreexplotación del suelo y los acuíferos. La sobreexplotación de los acuíferos es una vía insostenible que termina con la tierra convirtiéndola en un yermo. Jorge Olcina, de la Universidad de Alicante, subraya que el nuevo motivo de preocupación es la construcción “Los efectos letales de la pérdida de suelo fértil debida a las urbanizaciones”.