MURCIA.- Desde 1231 está constatada en Caravaca de la Cruz la existencia del Lignum Crucis,
una astilla de la Cruz en que murió nuestro Señor, así como la
presencia de los caballeros de la Orden del Temple, que se cree que
fueron quienes la trajeron desde Jerusalén, coincidiendo con la sexta o
séptima Cruzadas, se recuerda en Murcia Plaza. El Camino de la Vera Cruz comparte con el Camino de Santiago
el mismo recorrido hasta que se separan en el Puente la Reina (entre el
principio y el final del viaje en este viejo e histórico Camino de la Vera Cruz o Ruta de los Templarios se recorren alrededor de 870 kilómetros) para seguir por Artajona, Larraga, Castejón y Tudela, entre otras poblaciones de Navarra.
Continúa
por Aragón (Zaragoza y Teruel) Castilla, Cuenca, Valencia y Albacete
hasta llegar a la Basílica-Santuario de la Vera Cruz, en Caravaca, en el
noroeste del antiguo reino de Murcia, donde al finalizar a las puertas
de la Basílica se encuentra la escultura-fuente de El Peregrino, realizada por el gran escultor murciano, el maestro Antonio Campillo.
Según la leyenda de la aparición de la
Vera Cruz, en el año del Señor de 1231 ocurría un hecho prodigioso y que
convirtió a Caravaca en escenario de un acontecimiento mágico de
extraordinaria importancia, que habría de marcar para siempre a la
ciudad y a sus habitantes. Cuenta la leyenda que, por esos días, el rey almohade Abu Zeyt, intrigado por saber en qué consistía el oficio de cura, pidió al sacerdote conquense Ginés Pérez Chirinos, a quien mantenía cautivo, que le mostrase cómo era el ritual de la misa cristiana.
El padre Chirinos pidió
al rey que le proporcionase todos los elementos necesarios para llevar a
cabo una misa y el monarca se los hizo entregar, pero al iniciar la
Santa Misa, el cura se percata, alarmado, de que había olvidado lo
fundamental: la Cruz, que había de representar la presencia del Señor en
el altar. Chirinos le manifiesta al rey que falta la Cruz y por tanto no puede celebrarla. Dice la leyenda que Abu Zeyt
le contesta: "¿Es eso lo que me pides?", mirando al cielo y señalando a
unos ángeles que entraban por la ventana portando en sus manos la Cruz
que el cura Chirinos había pedido al monarca. Después celebró la misa y tras ella Abu Zeyt y toda su familia se convirtieron al cristianismo.
La
orden militar de los Templarios quedó establecida en Caravaca en el
siglo XIII y constituyó una importante bailía en la que hizo su
aparición la Vera Cruz, siendo seguramente esta institución la
iniciadora del referido culto. No se descarta la posibilidad de cierto
trasiego entre componentes de la Orden y bailías o encomiendas de la
Corona de Aragón, Castilla y el propio reino de Murcia, portando de
hombre a hombre y de territorio a territorio el naciente culto a la
Santísima y Vera Cruz, lo que evidentemente contribuyó a la mayor
presencia de peregrinos a la Real Capilla de la Vera Cruz de Caravaca
(hoy Basílica Menor).
Está plenamente constatado el desplazamiento de peregrinos por este
viejo Camino hasta Caravaca, entonces tierra de frontera con el Islam.
El culto a la Santísima y Vera Cruz fue creciendo, así como las
peregrinaciones, siendo la Orden del Temple, los fundadores y custodios
del Camino, a la vez que sus difusores, como guardianes del culto a la
Santa y Vera Cruz de Caravaca.
Entre los muchos testimonios que así lo acreditan el culto a la
Santísima y Vera Cruz, podemos relatar el hecho acaecido en 1363, cuando
una vecina de Molina de Segura dejaba en su testamento que se mandase
un maravedí a la Vera Cruz de Caravaca. La aparición en 1384 del ritual
del Baño del Agua, al que se le atribuían poderes
milagrosos frente a adversidades de ámbito natural y a las enfermedades,
vino a consolidar el culto y la atracción que, cada vez más, ejerce la
Santísima y Vera Cruz.
La donación del Maestre don Lorenzo Suárez de Figueroa,
en su peregrinación a Caravaca en 1390, confirma la divulgación del
culto a la Santísima y Vera Cruz en los ámbitos de la Orden de Santiago,
o al menos en su provincia de Castilla. La propia inscripción es Domini Laurentii Çuareii de Figueroa Cruce Tecam Precepii Veri Notuum
("Don Lorenzo Suárez de Figueroa mandó hacer esta caja para la
denominada Vera Cruz"). El más alto cargo de la Orden de Santiago, con
esta obra, confirma el tal alto aprecio y la gran veneración que tenia
al Lignum Crucis de Caravaca.
Las Bulas del Papa Clemente VII (1378-1394),
desde Avignon, a favor de la capilla de la Santa Cruz de Caravaca,
explicitan de forma clara y concisa la implantación de su culto, no
solamente en la zona, sino en otros lugares de España, así como de la
existencia de peregrinaciones, a través de los pocos caminos y rutas
existentes en la época, principalmente utilizando los mismos caminos que
recorría la Orden del Temple para comunicarse entre sus bailías, a la
vez que a través de sus frailes y religiosos se convertían magníficos
agentes de difusión.
A finales del
siglo XIV el culto a la Vera Cruz había adquirido una notable expansión
en el ámbito cristiano (concurre gran multitud de los mismos fieles, que
vienen de lejanas partes) y se había convertido su capilla en santuario
de peregrinación, teniendo como eje fundamental un fragmento de la Cruz
de Cristo que, según se afirmaba en la época, había obrado milagros.
Además,
el Pontífice hace expreso su deseo de que la capilla se fortalezca como
centro de peregrinación y de recepción de limosnas, teniendo como
pilares fundamentales a la Orden de Santiago y a órdenes religiosas
tales como Jesuitas, Franciscanos y Carmelitas.
En 1696 está constatado y documentado el bautismo, en Caravaca, de una hija de peregrinos, que habría de adoptar el nombre de María de la Cruz, procedentes de la ciudad de Estella, en Navarra, y que a su vez habían visitado los santuarios de Monserrat y Santiago de Compostela.
Y parece lógico que ellos no fueran ni los primeros ni los únicos en la
historia, sino que más bien seguirían una tradición cristiana,
seguramente de siglos, ligada a la devoción existente en torno a estos
santuarios, que originó movimientos de peregrinación y de interconexión
entre los mismos.
En la etapa de oro
española, Caravaca experimentó un gran crecimiento y prosperidad
coincidiendo con la fundación de conventos por diversas órdenes
religiosas, frailes jerónimos, franciscanos y principalmente jesuitas se
instalaron a la sombra de la Santa y Vera Cruz. Estos frecuentemente
enviados a misiones, a la vez que eclesiásticos, civiles y militares,
partieron de Caravaca a diversas partes del mundo.
Desde
California a Tierra de Fuego en Sudamérica es conocida la Cruz de
Caravaca. Los jesuitas, por su parte, la reprodujeron en algunas de las
famosas Reducciones del Paraguay, y así está precisamente en la gran
misión de San Miguel (Río Grande do Sul, Brasil), presidiendo la plaza.