lunes, 18 de agosto de 2014

El pacto (secreto) de la Huerta / Ángel Montiel

Uno de los últimos días de julio, en un lugar muy profundo y discreto de la Huerta de Murcia. A la mesa, convocados en secreto por Ramón Luis Valcárcel, se sientan con él Miguel Ángel Cámara, Pilar Barreiro, Francisco Jódar y Eduardo Contreras, alcaldes de las cuatro principales ciudades de la Región: Murcia, Cartagena, Lorca y Molina de Segura, respectivamente. Dado que cada uno de ellos es a su vez el líder local del PP, en ese almuerzo se contabiliza una más que sobrada mayoría absoluta del poder interno de la organización. Lo que aten esos comensales no podrá ser desatado por nadie.

¿Y qué se acordó en este encuentro? Que los cuatro puntales repetirán candidatura en las elecciones municipales de 2015. Esta era la demanda de Valcárcel y todos la atendieron. El pretexto consiste en la necesidad de estabilidad interna en tiempos electoralmente difíciles. Por esas fechas, el presidente regional del PP tal vez ya conocía la consigna nacional, que poco después hizo pública Rajoy, acerca de que todos los alcaldes deben repetir como modo de afianzar las plazas ya conquistadas.

 El problema en la Región es que Cámara, Barreiro y Contreras cumplirán veinte años de gobierno en 2015, toda una vida, y los dos últimos alcaldes venían pidiendo a gritos el relevo, que no es lo mismo que la retirada.

Sin embargo, Valcárcel ha apretado esas tuercas, ‘forzando’ a los protagonistas a la continuidad por la responsabilidad que habrían de mantener en la etapa de desplome. Se trataría de cubrir el trámite electoral y hacer el cambio a los seis meses o por ahí.

Pero en realidad, la clave del almuerzo secreto no está en este estupefaciente diseño continuista. Lo que Valcárcel quiso acerrojar a finales de julio fue su propio liderazgo, ‘tocado’ por la peculiar manera de cómo organizó su sucesión, la previsión de su lujosa jubilación europea como principal interés de todo diseño, la escalada infernal de imputaciones al más alto nivel y, como estrambote gráfico, el esperpento de la cesión de la sede del PP al resucitado Marqués.

La ausencia de argumentos sólidos para justificar ese infernal trajín cuando no los prolongados silencios del hiperlíder ante la necesidad de explicaciones que no fueran, como ya es costumbre, admoniciones abstractas de lectura cifrada o filípicas a terceros condujo al PP a la zozobra en la antesala del agostorro, hasta el punto de que contra la tradición, la temporada política no concluyó para los populares con la reunión de sus órganos directivos mientras cundía el reclamo soterrado de un adelanto congresual para noviembre en el que Valcárcel debería adelantar la cesión del trono y se pusieran al día los liderazgos.

Pero ¿qué necesidad había de convocar a la junta si se podía recurrir a la mesa camilla de los alcaldes principales, todos ellos, además, tan necesitados de cariño como el propio presidente popular? Valcárcel cambió cromos y dinamitó en ese almuerzo cualquier posibilidad remota de adelanto congresual al pactar en secreto la continuidad de los cuatro principales alcaldes en nombre de la estabilidad interna. 

Sólo después del apretón de manos huertano se permitió salir ante la opinión pública en un acto con jóvenes de su partido en San Javier para apelar a la pantomima del relevo generacional que nunca se produce. Una vez que tiene protegidas las espaldas por el alto porcentaje del eje municipal básico no le preocupa comparecer sin dar explicaciones, sólo con retórica de carril.

Determinados ‘pequeños’ detalles como la imputación de Cámara o la posible de Barreiro si el caso Novo Carthago fuera elevado al Supremo parecen no contar en ese acuerdo, pues en el orden práctico lo que interesa a Valcárcel es tener a ambos de su lado mientras el paso del tiempo hacia la primavera de 2015 va cerrando la posibilidad de ajustes internos que pudieran complicar su ruta política personal. Una vez en Navidades, ya se verá si Cámara podría resistir en cartel, pero mientras tanto lo deseable para el interés de Valcárcel es que permanezca quieto.

Pero como en el PP ya nadie cree en la palabra de nadie, el pacto de la huerta conllevaba resoluciones rápidas, a fin de que no pudiera deshacerse por imponderables adversos que tan frecuentes resultan. Así, se decidió que las candidaturas municipales serán anunciadas en la segunda quincena de septiembre, frenando inoportunas expectativas a postulantes, y en noviembre se dará a conocer el nombre del candidato a la presidencia de la Comunidad.

Es curioso que respecto a esta última cuestión ninguno de los alcaldes pidiera al presidente que pusiera la baraja sobre la mesa, pues habría sido legítimo conocer el contenido total de la hoja de ruta a la que se comprometían. Valcárcel tan sólo les adelantó que, con respecto al candidato autonómico «podría haber sorpresas» lo cual no parece mucha novedad si nos atenemos al inmediato antecedente.

Al parecer, sus preferencias podrían ir ahora por Vicente Martínez Pujalte, quien en la práctica ya ejerce no sólo como consejero de Economía y Hacienda, sino como virtual vicepresidente, pues se permite amonestar en público y ante su propio sector a miembros del equipo del Garre, a quien, por cierto, se le destinaría a la presidencia de la Asamblea, aunque todavía nadie le ha quitado la zanahoria de la continuidad para evitar desfallecimientos en las empinadas lealtades que se le exigen de camino.

Cuando su nombre empezaba a ser cuestionado por primera vez y el pasmo se extendía entre la nomenclatura del PP por la detección de incoherencias, ausencias y sospechosas presencias, Valcárcel hace un finta silenciosa, reúne a los capitanes, los mete en la operación de resistencia y pulveriza todo asomo de disidencia interna. Como gestor público, la situación de la Región da cuenta por sí sola de las capacidades de Valcárcel, pero como presidente de su club político no hay duda de que es un hacha.

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