MURCIA.- "La sotana me protege y protege a los pobres. Es como un paraguas para el débil y como un puente para el poder", sostiene Joaquín Sánchez,
activista en innumerables causas humanitarias y sacerdote incómodo para
la jerarquía de la iglesia. "Me quieren más fuera que dentro", asegura
en una entrevista con Celia Cantero de la agencia Efe.
Hijo
de guardia civil "desertor del arado", el cura Joaquín Sánchez es
capellán de la cárcel de Murcia y del psiquiátrico Román Alberca de El
Palmar, además de sindicalista, miembro de la Cumbre Social y de las plataformas Pro Soterramiento del AVE y de Afectados por la Hipoteca, entre otras muchas, y voluntario de organizaciones de lucha contra la pobreza y la exclusión.
Recién llegado del campo de refugiados de Ritsona, en Grecia, tras su estancia en julio en Mozambique
en un comedor infantil, este sacerdote cita en el hospital
psiquiátrico del Servicio Murciano de Salud, al que fue destinado en
2007 tras años de desencuentros con los sucesivos obispos por su
activismo social y su postura sobre el celibato o el sacerdocio
femenino.
"Llegué castigado
hace doce años y estoy feliz", asegura al ser preguntado por su relación
con los enfermos que irrumpen en la entrevista cada pocos minutos para
besarle la mano, pedir unas monedas, hacerle reproches por haberse
olvidado de felicitar un santo o gritarle desde la distancia un
insistente "te quiero, Joaquín".
Nacido en 1962 en Vilanova de Sau, Barcelona, y criado en la casa cuartel de Moratalla,
donde su padre era el sargento del puesto, el "cura antidesahucios" se
muestra convencido de que "hay que luchar para aliviar el sufrimiento
humano", y eso -clama- "por supuesto merece la pena" a pesar de que
tenga como contrapartidas "enfrentarse con los poderes, muchas veces
religiosos".
Con media docena
de detenciones a sus espaldas, dos multas y varios juicios pendientes
por ocupación de bancos, este cura que llama a la desobediencia cívica
desde que tiene conciencia de sí mismo se siente mucho más querido
"fuera de la iglesia que dentro" y subraya firme: "estoy seguro de que
si me fuera de cura, les haría un favor".
Joaquín
Sánchez reconoce que la sotana le otorga una situación "privilegiada"
cuando participa en manifestaciones, sentadas u ocupaciones de entidades
bancarias, si bien conoce el significado del miedo y ha sufrido algún
que otro golpe en cargas policiales durante huelgas generales o
protestas ciudadanas.
Sobre el
miedo, afirma: "cuando estoy en una acción comprometida, cuando estoy en
un banco tirado en el suelo o detrás de una pancarta estoy rezando
porque tengo miedo. Temo la violencia y que la cosa se vaya de las
manos, y pido siempre mientras protesto por que termine bien y por que
no haya sufrimiento para el pobre".
Este
"antisistema", que aspiró a la secretaría general de Podemos en Las
Torres de Cotillas y está a la espera de que el ayuntamiento le permita
pagar el IBI del piso parroquial en el que vive, como ha pedido, subraya
la extraordinaria evolución que han experimentado en las últimas
décadas las fuerzas de seguridad del Estado en especialización
profesional y, sobre todo, "humanidad" en el trato.
"Ahora
estoy operado de las dos caderas y lo saben. En los desalojos, cuando
estoy tirado, me cogen de los brazos y actúan con consideración. Incluso
me llegan a preguntar '¿por qué nos haces esto, cura?" (...) y es que
la sotana representa la ética y los valores que sienten suyos",
reflexiona.
Hay contadas
excepciones -recuerda- y una de ellas fue la actuación indiscriminada de
un antidisturbios que fue en su búsqueda al disolverse una
manifestación en el segundo día de protestas violentas en las vías del
tren. "Estábamos en Ronda Sur, ya habíamos terminado, y un policía fue a
por mí. Recibí muchos palos", explica sereno.
Enlaza
decenas de anécdotas de su infancia y juventud, en la que se recuerda
"muy activo e hipersensible", siendo delegado estudiantil, novio de una
chica de la que cayó rendido o incluso aspirante frustrado a la alcaldía
de Moratalla por tener solo 16 años, con reflexiones sobre el sentido
de la vida y la entrega a los demás.
"Si
algo he aprendido es que la vida es una lucha continua por tu libertad y
que nunca pediré permiso por nada", afirma antes de aclarar que esa
"rebeldía" significa asumir la responsabilidad plena de los errores, y
pedir perdón y rectificar. "Si me equivoco, me equivoco yo, no el
obispo. Por eso jamás pido permiso".
"Yo
voy a dialogar, a exponer lo que pienso, a buscar la concordia..., pero
nunca a pedir permiso. Prefiero pedir perdón antes que permiso",
asegura, convencido de que esa libertad de actuación va siempre ligada a
aceptar que "vas a entrar en conflicto con el poderoso, del tipo que
sea, porque si no te da permiso siente que no te domina ni te controla".
Joaquín
Sánchez hace continuas referencias a su padre, un hombre conservador
"muy especial", que ejerció la paternidad de forma activa por la
enfermedad de su mujer, y quien le enseñó que la "bondad está por encima
de la maldad y que hay que elegir entre esos dos caminos. No hay más".
De
esa época recuerda como "impactante" su primera detención en una
protesta estudiantil en segundo de BUP porque aprendió "que las personas
están por encima de la ideología" al sentir el apoyo de mucha gente de
derechas y el "abandono" de quienes habían hecho huelga como él, pero se
habían librado del arresto.
Entre
esos primeros años de democracia y la actualidad han pasado por la vida
de Joaquín Sánchez estudios de Teología, su ordenación como sacerdote
en 1987, idas y venidas en su relación con el Vaticano -hoy de
admiración por el papa Francisco-, miles de desahucios paralizados y una
infinita lista de "inmigrantes, prostitutas, pobres, ancianos, locos y
presos" a los que dedica su ejercicio pastoral.
Del
papa, explica: "me salvó de que me echaran de la iglesia. Esa foto hizo
daño y soy todavía cura gracias a él", apunta al recordar su poco
protocolaria imagen en el Vaticano, vestido con una camiseta de "
Stop
desahucios", junto a un sonriente pontífice. "Su respaldo aquí gustó
poco, la verdad.