La estrategia de los promotores del fraude
climático es siempre la misma: aprovechar sistemáticamente el impacto
mediático de fenómenos meteorológicos extremos para ligarlos al
calentamiento global. Desde su perverso punto de vista, cuanto mayor sea
la tragedia que causan, más útiles resultan. En este sentido, que
Sánchez haya afirmado en la enésima cumbre del clima que la catástrofe
de Valencia es culpa del cambio climático no debe sorprender, pues de
paso así se exculpa.
El cambio climático como chivo expiatorio
El
primero en comprender el potencial propagandístico de los fenómenos
meteorológicos extremos fue Al Gore tras el huracán Katrina, que devastó
el sudeste de EEUU en 2005. Sacándose de la chistera una inventada
relación entre el calentamiento global y un inexistente aumento en el
número de huracanes, Gore no perdió el tiempo: en tan sólo nueve meses
estrenaba su documental Una Verdad Incómoda, que instrumentalizaba sin
pudor los 1.800 muertos y los ingentes daños materiales causados por
Katrina.
Más tarde, el propio IPCC (AR5) aclararía que las
afirmaciones de Gore eran engañosas: «Los datos muestran que no hay una
tendencia significativa de la frecuencia de huracanes en el último siglo
(…), y estudios más recientes indican que es improbable que el número
de huracanes haya aumentado en los últimos 100 años en la cuenca
noratlántica»[1].
Uno de los científicos contratados por el IPCC lo corroboró en un artículo publicado en el Wall Street Journal:
«Mis investigaciones, citadas en un reciente informe del IPCC,
concluyen que los huracanes no han aumentado en frecuencia o energía
acumulada. Al contrario, mantienen una variabilidad natural año tras
año. La prevalencia global de grandes huracanes (categoría 4 y 5)
tampoco muestra un aumento significativo»[2].
Pues
bien, con la misma desfachatez que Gore, algunos han aprovechado la
tragedia de Valencia para hacer propaganda de la ideología climática.
Esto incluye a políticos inescrupulosos, burócratas globalistas,
periodistas indocumentados y sedicentes «expertos» que viven de ello.
Para que se hagan una idea, uno de éstos, que se presenta como «experto
en cambio climático» a pesar de ser un biólogo especializado en botánica
—que no sabe nada de física atmosférica, oceanografía o clima—, ha
visto en las imágenes de coches amontonados (dentro de los cuales muchas
personas murieron) «una oportunidad histórica para prescindir de los
coches»[3],
como ha manifestado con total frialdad. Semejante fanatismo, veteado
por la ideología comunista que profesan muchas de estas personas, es
frecuente.
Los fenómenos meteorológicos extremos no han aumentado
¿Qué
nos dice la famosa “ciencia”? En primer lugar, que «si nos atenemos al
estado actual de conocimiento de la ciencia, ningún evento meteorológico
concreto puede atribuirse al cambio climático inducido por el hombre»,
según afirmaba la Organización Meteorológica Mundial antes de
politizarse[4].
Por lo tanto, atribuir al calentamiento global cada fenómeno
meteorológico natural, de un signo y también del contrario (cuando
llueve mucho y también cuando llueve poco), es engañar a la población.
Pero
es que además las inundaciones a nivel global no han aumentado. Según
el IPCC, «sigue sin haber evidencia (…) respecto al signo de la
tendencia en la magnitud y frecuencia de las inundaciones a nivel
global»[5].
En su último informe (AR6), el IPCC corrobora que «las afirmaciones
generales que atribuyen cambios en la probabilidad o magnitud de las
inundaciones al cambio climático antrópico merecen una baja confianza»[6].
Más concretamente, estima que existe una «baja confianza» incluso en el
signo de la tendencia observada en «fuertes precipitaciones e
inundaciones pluviales»[7]
como la que ha sufrido Valencia, es decir, ni siquiera se sabe si están
aumentando o disminuyendo. Lo mismo ocurre con las sequías.
Hay
más. Según el IPCC, «existe una gran confianza en que durante los
últimos 500 años se han producido inundaciones mayores que las
producidas desde el s. XX en Europa central y el Mediterráneo
occidental»[8], es decir, en una época en la que no había calentamiento global (ni periodistas, ni globalistas, imagínense).
Por
último, la temperatura del mar Mediterráneo tampoco ha sido un factor
determinante por anómala. En efecto, las temperaturas del mar Balear
(que baña las costas de Valencia), aun elevadas, se encontraban a
finales de octubre de 2024 dentro de la variabilidad histórica para esas
fechas (percentil 95) y eran muy inferiores a la temperatura habitual
del mar durante otras gotas frías acaecidas en fechas otoñales más
tempranas[9].
Son lamentables, una vez más, las engañosas insinuaciones de la AEMET
para dar a entender lo contrario. Por cierto, el supuesto calentamiento
superficial del mar Mediterráneo sólo afecta al Mediterráneo Occidental,
pues el Mediterráneo Oriental se está enfriando ligeramente[10].
En cualquier caso, el calentamiento del mar Balear resulta
inapreciable, pues se estima que la temperatura en superficie se está
incrementando a un ritmo de 0,39ºC por década (repito, por década), una
variación mínima de cara al ecosistema si la comparamos con las
variaciones estacionales de más de 13ºC entre las temperaturas mínimas
invernales y las máximas de verano.[11]
La gota fría de 2024 no fue un récord meteorológico
La
ciencia ordena los fenómenos naturales extremos en función de sus
magnitudes físicas: velocidad y sostenibilidad del viento en un huracán,
volumen de precipitaciones y caudal en una inundación, magnitud en un
terremoto, y viento y altura de las olas en un temporal en la mar, por
ejemplo.
Sin embargo, las personas de a pie tendemos a clasificar una
catástrofe natural en función de la pérdida de vidas humanas y daños
materiales que causa, no en función de sus variables meteorológicas.
Esto puede llevar a confusión. Existen fenómenos naturales muy potentes
que apenas causan víctimas y fenómenos menos potentes que provocan
verdaderas catástrofes humanitarias.
Por ejemplo, el terremoto que
asoló Haití en 2010 causó 300.000 muertos con una magnitud 7 en la
escala Richter, mientras que el mayor terremoto jamás registrado por
sismógrafos, con una magnitud 9,5 (es decir, 5.600 veces más potente que
el anterior, dado que la escala es logarítmica), causó comparativamente
“sólo” 1.700 muertos[12].
Del mismo modo, el mayor tsunami de la historia alcanzó una altura de
524 metros y arrancó de cuajo árboles que estaban en la ladera de un
monte a esa altura sobre el nivel del mar,[13]
pero se dio en una desierta bahía de Alaska en 1958, causando sólo 5
víctimas. Por el contrario, la altura máxima del tsunami del 2004 en el
densamente poblado sudeste asiático fue de “sólo” 51 metros en el
epicentro y generalmente no superó los 10m, pero acabó con la vida de
227.000 personas.
En este sentido, las torrenciales
precipitaciones vividas en la provincia de Valencia en la gota fría del
2024 están lejos de ser un récord meteorológico, aunque hayan sido un
triste récord como catástrofe humanitaria en nuestra historia reciente.
En efecto, alguna estación alcanzó los 491mm en 24 h (1mm=1litro/m2)
y otra supuestamente llegó a los 772mm (según la AEMET), cifra enorme,
sin duda, pero inferior a la registrada en las gotas frías de 1982 y de
1987, durante las que España quizá vivió las 24 horas más lluviosas de
su historia desde que existen registros pluviométricos.
En efecto, el 20
de octubre de 1982 cayeron hasta 882mm en Muela de Cortes (Valencia)[14],
aunque esas precipitaciones, que provocaron la rotura de la presa de
Tous, causaron 40 muertos.
Asimismo, en la riada de La Safor del 3 de
noviembre de 1987 se registraron 817mm en 24 h en la estación valenciana
de Oliva y hasta 1.000mm en 36h en la estación de Gandía[15],
aunque sólo murieron 7 personas.
También podrían mencionarse las
lluvias torrenciales del 19 de octubre de 1973 en Almería, durante las
que se registraron 600mm en sólo 7 horas y hasta 420mm en sólo una hora,
causando 150 muertos[16]. En 1973, por cierto, el planeta llevaba casi 30 años enfriándose a pesar del aumento de CO2, tendencia que se revertió hacia 1979.
La
realidad es que casi todos los años el Levante español sufre una gota
fría (expresión popular adaptada del original alemán «depresión fría de
altura») que esporádicamente es catastrófica.
Como nos recuerda el
meteorólogo Inocencio Font en su magnífica obra Climatología de España y
Portugal, «desde tiempos inmemoriales los habitantes de las comarcas
del litoral mediterráneo de la Península se han visto sometidos
ocasionalmente a los efectos desastrosos de grandes y repentinas
avenidas y riadas y consecuentes inundaciones causadas por lluvias
torrenciales de inusitada intensidad».[17]
Aunque no existieran registros pluviométricos en aquel entonces,
sabemos que el 27 de septiembre 1517 el Turia se desbordó y causó
centenares de muertos y que el 15 de octubre de 1879 la riada de Santa
Teresa (antaño las riadas se calificaban según el santoral) causó en
Murcia más de 1.000 muertos.
Finalmente, es difícil establecer una
tendencia clara en la pluviosidad de la región. En Valencia capital,
por ejemplo, en la evolución de las precipitaciones desde 1937, sobresale la gran inundación de 1957:[18]
El factor humano
Pero
si las lluvias de hace dos semanas no fueron un récord en cuanto a
precipitaciones, ¿por qué hubo tantas víctimas? ¿Fue por una inevitable
catástrofe natural de tintes épicos o influyeron errores humanos
perfectamente evitables? Como veremos, más allá del triste azar, la
dejadez, irresponsabilidad e incompetencia de nuestra clase política han
jugado un papel importante.
El primer factor humano ha sido la
descontrolada expansión urbana en barrancos y cauces secos naturales,
que aumentó el nivel de riesgo de la población. El terreno urbanizado,
además, impermeabiliza el terreno y facilita la riada. Sin duda, podrían
haberse arbitrado normas urbanísticas especialmente restrictivas,
prohibiendo construir en determinadas zonas o limitando la construcción
de plantas bajas y subterráneos. También podría haberse
sobredimensionado la red de saneamiento público para facilitar la
evacuación de las aguas.
La expansión urbana agrava el error por
omisión que supone la inexistencia de infraestructuras hidrológicas
adecuadas (cauces y diques) para encauzar las aguas y prevenir
inundaciones en zonas de alto riesgo. Peor aún: al menos desde 2007
existían proyectos hidrológicos ad hoc de la Confederación
Hidrográfica del Júcar (que depende del Ministerio de Transición
Ecológica) que no habían merecido la atención de las autoridades
políticas[19],
sea por razones ideológicas (ecologistas) o políticas. De hecho,
algunos expertos califican lo ocurrido como «un desastre anunciado».[20]
Como
aclaran ingenieros de Caminos, si los ríos estuvieran debidamente
encauzados, la probabilidad de inundaciones tan dañinas se reduciría
considerablemente[21].
Por ejemplo, gracias a la canalización del Turia realizada en tiempos
de Franco tras la catastrófica inundación de 1957 (81 muertos), la
ciudad de Valencia no ha vuelto a sufrir inundaciones significativas.
Luego la desidia e incompetencia de nuestra clase política, que valora
las inversiones y el gasto público en función de cuántos votos pueden
comprar ―algo característico del Estado de Bienestar― en vez de en
cuántas vidas pueden salvar, es un factor explicativo.
Finalmente,
el fanatismo ecologista, proclive a impedir el mantenimiento de los
cauces y a destruir azudes y presas (en vez de construir más),
posiblemente haya contribuido a aumentar el caudal de la riada y a
producir un aluvión de cañizo que ha incrementado el daño causado.
La incapacidad de la AEMET
En
segundo lugar, la población no fue debidamente alertada. En este caso,
la responsabilidad es doble: primero, la AEMET ―dependiente del
ideológico Ministerio de Transición Ecológica― claramente no supo
prevenir del orden de magnitud de las precipitaciones que iban a darse
en las siguientes 24 horas en Valencia, pues su previsión estándar de
nivel rojo («en estas zonas se podrán superar los 150-180mm en las
próximas 12-24 horas») se quedó muy corta frente a la realidad de más de
700mm.
Segundo, las incompetentes autoridades políticas (gobierno
autonómico, delegación del gobierno y gobierno nacional) no comunicaron
la alerta a tiempo, ni a la población ni a los alcaldes de las zonas
afectadas, como ellos mismos han manifestado.
La incapacidad de
la AEMET para prever con precisión el nivel de precipitaciones es
patente a pesar de la campaña lanzada para proteger a una institución
convertida en punta de lanza de la ideología climática.
En efecto, la
AEMET se limitó a emitir una sucesión de avisos estándar de nivel rojo
definidos genéricamente como «riesgo meteorológico extremo (fenómenos
meteorológicos no habituales, de intensidad excepcional y con un nivel
de riesgo para la población muy alto)», en los que recomiendan «tomar
medidas preventivas, mantenerse informado de la predicción meteorológica
y no viajar salvo que sea estrictamente necesario».
Como ven, no hay
ninguna prohibición taxativa ni ninguna advertencia expresa de riesgo de
muerte, algo lógico, pues en los últimos 12 meses la AEMET emitió 182
avisos de nivel rojo por distintas causas[22]. ¿Qué diferencia había entre el aviso de nivel rojo de Valencia y los anteriores 182?
Por
otro lado, resulta dudoso que la AEMET previera realmente el nivel de
precipitaciones más allá de la rigidez del protocolo (¿dónde están los
mails internos que lo demuestren?), pues el nivel de conocimiento de la
ciencia meteorológica ―un sistema multifactorial, complejo, caótico y no
lineal― es aún bastante primitivo y tiene amplios márgenes de error,
como admite el propio portavoz de la AEMET:
«En meteorología trabajamos
siempre con incertidumbres, porque la atmósfera es un sistema caótico y
no se puede conocer, a ciencia cierta, la cantidad exacta de lluvia que
puede caer en un lugar concreto y en un período de tiempo determinado».[23]
Eso es así. Pero si la incertidumbre impide conocer a ciencia cierta la
lluvia que caerá mañana en una localidad de España, ¿acaso no supone
una deshonestidad intelectual que dicha incertidumbre desaparezca
mágicamente cuando la AEMET realiza afirmaciones dogmáticas sobre el
clima del planeta para dentro de 100 años?
No se previno a la población
En
tercer lugar, tras el aviso rojo estándar de la AEMET, las autoridades
políticas no trasladaron a la población el nivel de alerta
correspondiente hasta que ya había comenzado el diluvio, por lo que la
gente no tuvo tiempo de prepararse. De hecho, hubo residentes que
recibieron un primer mensaje de alerta en sus móviles el jueves 31 a
mediodía, según me ha relatado alguno de ellos.
La responsabilidad aquí
recae en la incompetencia de las autoridades políticas, pero el tema es
aún más grave, pues la población no sólo no fue avisada, sino que, tras
el desastre, fue completamente abandonada por la dolosa inacción
(presumiblemente constitutiva de delito) del gobierno de Sánchez[24].
La población no sabía qué hacer
En
cuarto lugar, aunque se hubiera trasladado la alerta a tiempo no existe
en España un protocolo de actuación que indique a la población
claramente lo que hay que hacer y evitar. Dada la regularidad de las
gotas frías otoñales en el Levante sorprende que no se haga una campaña
de prevención y concienciación pedagógica en medios de comunicación,
colegios y universidades.
Cierto es que Protección Civil hace
ciertas recomendaciones en el caso de inundaciones: «Evite cruzar por
zonas inundadas, tanto en coche como a pie, y abandone el vehículo por
la ventanilla si es necesario si el nivel del agua sube o si llega al
eje de la rueda o al nivel de la rodilla».[25] También recomienda salir de sótanos o garajes inmediatamente.
En
este sentido, la Agencia Federal de Gestión de Emergencias
norteamericana (FEMA) advierte con mucho mayor detalle del peligro de
intentar vadear o conducir en estas circunstancias, pues la letalidad de
las inundaciones es función de dos variables y no sólo de una: de la
profundidad del agua y de su velocidad:
«Aguas poco profundas que se
desplazan a gran velocidad pueden ser mortales independientemente de si
se sabe nadar bien o no». Además, el nivel del agua puede aumentar
considerablemente en cuestión de pocos minutos, y el agua turbia puede
arrastrar objetos sólidos y cortantes, que pueden producir heridas
graves.
Según la FEMA, «en inundaciones repentinas el 75% de las
muertes se producen por ahogamiento (…) porque las personas infravaloran
la fuerza de la corriente o la profundidad del agua durante
evacuaciones tardías, intentos de salvamento o conductas inapropiadas.
El 63% de las muertes ocurren en vehículos, el 14% en personas
accidentalmente arrastradas por la corriente y el 9% en personas que
intencionadamente se metieron en ella».[26]
Finalmente,
la FEMA deja claro que los riesgos de ahogamiento en inundaciones
aumentan «en países no desarrollados en los que la gente vive en zonas
proclives a inundarse y en los que la capacidad de alertar, evacuar o
proteger a las comunidades de las inundaciones es débil».[27]
Desgraciadamente,
éste ha sido el caso de España, país al que su clase política está
arrastrando poco a poco, pero con paso firme, al tercermundismo.
(*) Economista
[1] IPCC Quinto Informe, WG 1, Cap. 2.6, p.216-217.
[2] Climate Change Hype Doesn’t Help – WSJ
[3] Pablo
Haro Urquízar en X: «Un experto en cambio climático, sobre los miles de
vehículos destruidos por la DANA: «Es una oportunidad histórica para
prescindir de los coches, desarrollar el transporte público y cambiar el
modelo de civilización» ¿Se puede ser más idiota? Luego se extrañan
cuando gana Trump https://t.co/vOWp7oXqyU» / X
[4] Citado por S. Koonin, El Clima: no todo es culpa nuestra, La Esfera de los Libros, 2023
[5] IPCC Quinto Informe, WG 1, Cap. 2.6, p.214.
[6] IPCC Sexto Informe, WG 1, Cap. 11.5, p.1567-1569.
[7] IPCC Sexto Informe, WG 1, Tabla 12.12, p.1856.
[8] IPCC Quinto Informe, WG 1, Cap. 5.5, p.425.
[9] Rescumen climático anual en la Comunidad Valenciana y Temperatura de agua en Valencia (España) en octubre
[10] Frontiers | Capability of the Mediterranean Argo network to monitor sub-regional climate change indicators
[11] imb-temperatura-esp_2024.pdf
[12] The 20 largest recorded earthquakes in history | Live Science
[13] World’s Biggest Tsunami | 1720 feet tall – Lituya Bay, Alaska
[14] RADIOGRAFÍA DEL MÁXIMO DE LLUVIA EN 24 HORAS: 882 MM. EN CASA DEL BARÓN-MUELA DE CORTES EN OCTUBRE DE 1982Aemetblog
[15] Climatología de España y Portugal, de Inocencio Font, Ediciones Univ. de Salamanca, 2007.
[16] Se cumplen 50 años de las catastróficas inundaciones del 19 de octubre de 1973
[17] Climatología de España y Portugal, de Inocencio Font, Ediciones Univ. de Salamanca, 2007.
[18] Climate Explorer: Time series
[19] La CHJ tiene obras previstas contra las riadas en la zona inundada desde hace 15 años – Valencia Plaza
[20] Un catedrático de Ingeniería Hidráulica denuncia que las inundaciones en Valencia «era un desastre anunciado» | Onda Cero Radio
[21] Los ingenieros de caminos: «Las únicas medidas efectivas son las presas o los encauzamientos de ríos»
[22] ¿Hay demasiados avisos rojos? Antes de la DANA la Comunidad Valenciana no tuvo ninguno por lluvias en los últimos doce meses
[23] Rubén
del Campo (AEMET): «Hay que revisar los protocolos para que los avisos
rojos se conviertan lo antes posible en alertas a la población» –
Climática, el medio especializado en clima y biodiversidad
[24] No es verdad – Fernando del Pino Calvo-Sotelo
[25] Inundaciones – DGPCyE
[26] Flood | Impact
[27] Ibid.