En el post del lunes, "el voto de Palinuro"
este advertía de que quizá no hubiera elecciones el 20 de diciembre
porque el gobierno (de acuerdo con la oposición domesticada) hubiera
proclamado el estado de excepción y decidido aplazarlas. Un par de días
antes, un jurista de C's ya había pedido que se proclamara el estado de sitio, o sea, prácticamente, la militarización del conflicto. Y a los militares que no les vayan con mandangas de elecciones.
Ayer
el gobierno perdió el trasero corriendo a reclamar al Consejo de Estado
un dictamen obligado previo a la interposición del recurso ante el
Tribunal Constitucional contra la declaración de independencia del
Parlament catalán. Y el Consejo de Estado, presidido por un franquista
recalcitrante en probable estado de hibernación mental desde que su
caudillo Franco lo nombrara secretario general de esto o subsecretario
de aquello, cumplió la orden.
El inútil órgano elaboró a velocidad de
vértigo un dictamen por unanimidad pidiendo que los responsables de la
declaración (unas veinte personas) sean impedidas en sus funciones,
apercibidas, amonestadas seriamente y llegado el caso forzadas a cumplir
con la suspensión de la declaración que todos esperan del Tribunal
Constitucional. Quien quiera leer el adefesio, redactado en esa prosa
pedante e insoportable de gentes que confunden sus leguleyerías con el
derecho de las personas a vivir en paz, justicia, libertad y democracia
lo tiene aquí.
Hoy
hay consejo extraordinario de ministros monográfico para despachar un
motorista a la sede del Tribunal Constitucional con la orden de que este
se pronuncie sobre un asunto político que, en el fondo, no le incumbe,
de acuerdo con los deseos del Príncipe. Y nunca mejor dicho porque el
Rey ha suspendido todos sus actos para quedarse en el gabinete contiguo
al consejo (si es que no lo preside, dada la gravedad del momento) de
guardia, a enterarse de lo que suceda.
Y
no es el único. Todos los cortesanos andan azacanados. Sánchez fue ayer
a ponerse a disposición del presidente más inútil e incompetente de la
historia de este desgraciado país y obvio responsable de su ruptura, en
la esperanza de que sumando su inutilidad a la del interlocutor, no
obtendrían dos inutilidades sino algo aprovechable por alguien en alguna
parte. A la puerta, pero dispuesto a reforzar a los dos lumbreras, se
quedó Rivera, sin duda añorando sus tiempos en la Nuevas Generaciones,
cuando la vida era azul celeste.
Iglesias no se ha sumado, menos mal, a
esta unión sagrada y ha calificado con razón el recurso de medida
cobarde e inútil. Pero, luego, su sentido de la ambigüedad y la
equidistancia entre la justicia y la injusticia, lo llevó a calificar
con toda dureza a Carme Forcadell sin dignarse siquiera hablar con ella
pero sí llamó a la vicepresidenta del gobierno, dizque para criticar sus
decisiones. Por último, Duran, Our man in Catalonia, musitaba aterrorizado por los pasillos que habíamos dado un paso al abismo. Señor, Señor, qué nervios.
Y
decía el de los sobresueldos que las elecciones del 27 de septiembre
eran una consultilla rutinaria de nada en la que el obediente pueblo
catalán ejercería su derecho al sano regionalismo, como lo
llamaba Fraga Iribarne, el de las fundaciones. Una prueba más de su
extraordinaria perspicacia y la finura de sus análisis. Un hombre
providencial este para Catalunya. Sí, han leído ustedes bien: para
Catalunya, porque para España..., en fin.
El
Tribunal Constitucional cumplirá con el encargo porque para eso está
ecuánimemente presidido por un exmilitante del partido del gobierno y
consejero aúlico de su fundación, FAES. Es decir, suspenderá, impedirá,
prohibirá todo lo que el alto interés de la Patria, interpretado por
estos pigmeos de la política le pidan. A continuación, será cosa de ver
qué harán las autoridades catalanas afectadas. Según el compromiso
adquirido el lunes, nada, no se darán por enteradas, desobedecerán.
Y
ya tendrá el gobierno la excusa que lleva meses, quizá años, buscando
para pasar a la vía de la coacción y el uso de la fuerza. Si le vienen
bien dadas y cree que Europa no reaccionará, querrá proclamar un estado
de excepción que aleje el incómodo fantasma de las elecciones en las que
se pide a los electores que voten por la Gürtel, los EREs, Bárcenas y
las guerras púnicas.
Con
la patata caliente en las manos, el TC querrá ganar tiempo, pero no
dispone de mucho. Probablemente, cualquier providencia de suspensión
cautelar también será desobedecida por los díscolos catalanes. En contra
de lo que la prensa unionista (toda la escrita en español) sostiene, al
dar a Mas por acabado, en Cataluña no habrá vacío de poder. Mientras no
haya presidente nuevo investido Mas será presidente en funciones. Cabe
que sea finalmente elegido el jueves, también a la vista de la gravedad
de la situación, pero, si tampoco lo fuera, continuará hasta el 9 de
enero y con el refuerzo de que, además de en funciones, será presidente in péctore.
Aunque
los nacionalistas españoles no lo crean, el independentismo catalán
sigue llevando la iniciativa, marca los tiempos, proyecta la imagen que
quiere y, encima, se permite el lujo de recortar figura heroica, como
hace Antonio Baños que, al considerar la posibilidad de que el gobierno
español cierre el Parlament, supera la genial respuesta del
revolucionario Mirabeau a la orden real de abandonar la Asamblea
Nacional en 1789: "Nous sommes ici par la volonté du peuple et nous n'en sortirons que par la force des baïonettes!"
Y tengo para mí que estos independentistas, ni con las bayonetas se van.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED