MURCIA/ALICANTE.- Una vaguada de aire frío en altura,
procedente del oeste va a recorrer estos días el centro de la Península,
y acabará por llegar el sábado a la Región, provocando tormentas
generalizadas y descenso de las temperaturas.
Los termómetros bajarán entre 5 y 6ºC y las lluvias harán acto de presencia en la práctica totalidad de la Región. Esta situación de inestabilidad se podría prolongar a lo largo de la próxima semana. A partir de este jueves las temperaturas mínimas comenzarán ya a bajar.
La Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) ha emitido un aviso amarillo para este martes por fuertes tormentas en el Noroeste.
La Aemet ha establecido la hora de comienzo del aviso a las 17.00 horas y prevé que termine en torno a las 21.00 horas de este martes.
Además, ha advertido también de fenómenos adversos, granizo y tormentas en la comarca del Valle del Guadalentín, Lorca y Águilas.
De hecho ya ha caído una fuerte granizada en el Paraje de los Jarales, en Lorca, y una fuerte tormenta en Cehegín.
El cambio estacional de las lluvias y
la intensificación de los chubascos, el aumento de las "noches
tropicales" y el calentamiento del mar constituyen tres evidencias "claras"
del cambio climático en el litoral mediterráneo español.
Así lo ha
explicado hoy el presidente de la Asociación de Geógrafos Españoles
(AGE) y responsable del Laboratorio de Climatología de la Universidad de
Alicante (UA), el catedrático Jorge Olcina, quien ha señalado que estos
tres signos "están ya corroborados en datos científicos", por lo que
"han dejado de ser supuestos y son manifestaciones claras de
calentamiento climático".
La variación de las precipitaciones se refleja en un incremento en otoño y una caída en primavera, lo cual tiene una repercusión directa en la planificación hidrológica,
puesto que las aguas en el primer trimestre del año son muy valiosas
para el desarrollo con normalidad de la actividad agraria y para la
acumulación de reservas hídricas en embalses y acuíferos.
Estas acumulaciones deben permitir atender el aumento del gasto de agua en los meses cálidos del año,
por lo que la disminución debería ser incluida dentro del futuro plan
hidrológico nacional, que tendrá que redactarse en los próximos años,
con el fin de "evitar problemas de desabastecimiento coyuntural".
La segunda evidencia del calentamiento global en el Mediterráneo es el aumento de 0,8 grados centígrados en los últimos cien años en el litoral mediterráneo español, "con un ascenso muy acelerado desde 1980", según Olcina.
Para el experto, "la manifestación más evidente de la pérdida de
confort térmico en esta región ha sido el incremento muy notable de
'noches tropicales', en las que el termómetro no desciende de 20 grados
centígrados durante toda la noche".
En este sentido,
ha apuntado que desde 1970 a la actualidad el número de noches
tropicales en muchas ciudades de la región mediterránea se ha
triplicado, al pasar de 20 a entre 60 y 70 noches de calor intenso al
año, y ha añadido que, incluso, desde 2000 se observa un aumento de noches en las que el termómetro no baja de 25 grados centígrados.
A
esta subida de los termómetros se suma la humedad relativa elevada en
áreas próximas a la costa, lo que dispara la sensación de calor. Por
encima del 70 por ciento, el valor que realmente siente el cuerpo humano
sube entre 4 y 7 grados.
El tercer signo "muy relevante" que refleja el cambio climático es el aumento de la temperatura superficial marina
en la cuenca occidental del Mediterráneo, especialmente en su sector
central (mar balear y de Argel).
El presidente de los geógrafos
españoles ha manifestado que este incremento se cifra en 0,8 grados por
término medio desde 1980, en un proceso de acumulación de calor, sobre
todo, en los meses de primavera (mayo-junio) y que se prolonga en verano
hasta bien entrado el otoño (octubre y comienzos de noviembre).
Este efecto de que el período anual con aguas cálidas sea mucho mayor
que hace unas décadas y que, además, estas aguas sean más calientes
tiene dos efectos claros. Por un lado, se favorece la citada
proliferación de 'noches tropicales' en las poblaciones litorales, y por
otro supone un factor de riesgo ante posibles situaciones de inestabilidad ('gota fría'), que amplía su calendario de posible desarrollo desde la primavera hasta el otoño.