“Lo bueno, si breve, dos veces bueno”
y “más valen quintaesencias que fárragos” son las frases del
jesuita Baltasar Gracián para definir el conceptismo que también
desarrolló Francisco de Quevedo y Villegas, y Fray Antonio de
Guevara, y que hoy está más vigente que nunca, no sólo porque la
concisión es un dogma del periodismo moderno, sino además porque el
ciudadano del siglo XXI demanda concisión en las palabras.
Vivimos
en un mundo de ideas ágiles y fugaces. La gente no tiene tiempo ni
ganas de leer o escuchar largas y sesudas explicaciones, porque todos
vamos a lo práctico, a una comprensión rápida de las ideas. Por
eso los ciudadanos prefiere ver un documental entretenido que resuma
un tema, que leerse un libro voluminoso sobre el mismo tema.
Tanto
es así que cuando presentas un informe en una reunión de trabajo,
te piden que te omitas los preliminares, y hasta el desarrollo del
trabajo, y que vayas directamente a las conclusiones, y expliques en
qué resultado práctico se traducen dichas conclusiones.
No
digamos nada de las sentencias judiciales. ¿Quién tiene la
paciencia de leerlas? Todos buscamos la resolución final a ver si
hay condena o absolución.
TOCHOS
CANSINOS
No
siempre ha sido así, porque muy pocos intelectuales tuvieron la
paciencia de leerse un libro de Kant o de Hegel, por poner ejemplos,
verdaderos tochos cansinos, plomizos y repetitivos que fueron fruto
de la intelectualidad densa de su época.
Sin
embargo hoy en día existen políticos y hasta profesores
universitarios que se han convertido en especialistas en hablar mucho
y no decir nada, para que todo el mundo piense que ellos son muy
inteligentes y que los demás somos muy tontos porque no nos
enteramos de nada. Pero dudo de que ellos mismos se enteren de lo que
están diciendo cuando no dicen nada. Sólo nos dejan su lenguaje
corporal para tratar de averiguar sus intenciones.
ECONOMÍA
VERBAL
En
realidad, lo ideal sería tener la habilidad de transmitir las ideas
más profundas con las palabras más sencillas posibles. Es decir,
practicar una auténtica economía de palabras.
Un maestro de este
arte fue el escritor Azorín, que más que un intelectual español
parecía un maestro taoísta chino, por la parquedad y profundidad de
su expresión. Y es que la cultura española tiene grandes tesoros
que el vulgo es incapaz de valorar.
En
este sentido España puede presumir de haber sido pionera del
conceptismo en todo el continente, ya que esta corriente ha tenido
una repercusión extraordinaria en toda la cultura europea.
Por
ejemplo, el conceptismo español en la fórmula de la prosa de Fray
Antonio de Guevara fue tan popular en Europa, que incluso engendró
un movimiento prosístico conceptista en Inglaterra conocido como
Eufuismo. En Francia fue conocido como Preciosismo, en Italia como
Marinismo, y en Alemania lo siguió la Segunda escuela de Silesia.
EL
CONCEPTISMO
El
conceptismo es una corriente de la literatura, con especial curso en
el barroco del siglo XVII en España, (pero más actual y vigente que
nunca) que se funda en una asociación ingeniosa entre palabras e
ideas denominada "concepto" o "agudeza".
Ramón
Menéndez Pidal comenta los afanes del conceptismo:
Lo
que principalmente buscaba el conceptista al escribir era hacer gala
de agudeza y de ingenio; por eso muestra gusto especial por las
metáforas forzadas, asociaciones anormales de ideas, transiciones
bruscas, y gusto por los contrastes violentos en que se funda todo
humorismo, que humoristas son los grandes escritores de este siglo,
Quevedo y Gracián.
En
estos autores geniales el conceptismo aparece lleno de profundidad,
la frase encierra más ideas que palabras (al revés del
culteranismo, que prodiga más las palabras que las ideas); pero en
los autores de orden inferior de este siglo la agudeza suele estribar
únicamente en lo rebuscado del pensamiento, en equívocos triviales
y en estrambóticas comparaciones.
GRACIÁN
El
principal teorizador del Conceptismo fue el escritor jesuita Baltasar
Gracián en su “Agudeza y arte de ingenio”, que es a la vez
tratado teórico de poética conceptista y antología de esta
estética. Afirmaba Gracián que los conceptos son:
“Vida
del estilo, espíritu del decir, y tanto tienen de perfección cuanto
de sutileza. Hase de procurar que las proposiciones hermoseen el
estilo, los misterios le hagan preñado; las alusiones, disimulado;
los empeños, picante; las ironías le den sal; las crisis, hiel; las
paronomasias, donaire; las sentencias, gravedad; las semejanzas lo
fecunden y las paridades lo realcen; pero todo esto con un grano de
acierto: que todo lo sazona la cordura."
Esto
es, el conceptismo no es jugar con el lenguaje por sólo jugar: todo
está subordinado a la precisión y exactitud de lo que se pretende
expresar.
Bien
entendido, el conceptismo posee dos ramas fundamentales, el
Culteranismo, que dificulta la comprensión mediante la dispersión
de un mínimo de significado en laberínticos y largos periodos que
constituyen un enigma cultural e intelectual, y el Conceptismo
propiamente dicho, que consiste en la concentración de significado
en un mínimo de forma sonora significante por medio del abuso de los
recursos.
EVOLUCIÓN
Un
gran abuso de la retórica conceptista se produjo durante la Edad de
Plata de la literatura latina, a causa del carácter cortesano que
dio el régimen imperial a su mecenazgo, ausente de la época
republicana. Con el precedente ya amanerado del poeta Publio Ovidio
Nasón, brillan autores como el prosista Séneca, su sobrino el poeta
Lucano, el epigramista Marcial y el historiador Tácito, quienes
hacen gala de gran ingenio y concisión. Ya resulta curioso que los
tres primeros proviniesen de Hispania.
En
pleno siglo XIV algunos lectores de don Juan Manuel, y más en
concreto su amigo Jaime de Jérica, lo criticaron por haber adoptado
un estilo demasiado didáctico y sencillo en los apólogos recogidos
en su Conde Lucanor o Libro de Patronio, por lo cual, a modo de
apéndices, incluyó cuatro tratados escritos en forma de aforismos o
sentencias en que procuraba condensar en pocas palabras la moral que
de forma más extendida había expresado en forma narrativa y más
didáctica.
(*) Periodista