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jueves, 16 de octubre de 2025

¿Aporta algo a las empresas realmente la IA? / Scott Zoldi *


La práctica totalidad de las empresas está utilizando de alguna u otra forma la Inteligencia Artificial en alguno de sus procesos de negocio. De eso no hay duda, pero ¿qué valor aporta realmente esta tecnología que está en boca de todos desde hace ya algunos años y cómo podemos garantizar que ese valor sea sostenible?

Durante los últimos años, la conversación sobre IA se ha centrado en las promesas de la tecnología: automatización masiva, reducción de costes, generación de nuevos productos o servicios, e incluso disrupciones completas de modelos de negocio. 

Sin embargo, la experiencia reciente demuestra que el verdadero impacto no proviene únicamente de la innovación técnica, sino de la forma en la que la IA se integra en los procesos empresariales y se gestiona bajo estándares claros.

En una encuesta realizada por FICO a más de 250 ejecutivos de grandes compañías de distintos sectores, más de la mitad (56,8 %) afirmó que definir estándares tales como mitigación de sesgos, análisis del rendimiento o manejo seguro de los datos para una puesta en marcha responsable de la IA es un factor clave de generación de valor, frente a un 40 % que pensaba que el disruptor para el ROI sería la IA Generativa.

Este dato refleja un cambio cultural importante: la IA responsable ya no se percibe como un marco de control externo, sino como un habilitador directo del retorno de inversión y, sin embargo, sólo el 12,7 % de los CIO o CTO de estas organizaciones admiten contar con este tipo de estándares operativos relacionados con la IA.

La IA ya no es el futuro

Tenemos que aceptar que la IA ya no es una inversión orientada al futuro. Es una realidad operativa, que está generando retornos tangibles e impulsando la próxima generación de innovación. Pero también tenemos que tener claro que aprovechar todo el valor de la IA precisa de más que de mejores modelos.

 Requiere estándares sólidos que definan cómo desarrollar, desplegar y supervisar la IA; sistemas robustos que aseguren transparencia y trazabilidad; y colaboración para evitar silos y promover el escalado sin fragmentación tecnológica.

Por eso mismo, en todas las industrias, los líderes en IA están llegando a la misma conclusión. Los verdaderos diferenciadores no son los avances en generación de texto o síntesis de imágenes. Más bien, son estructurales: procesos empresariales sólidos, estrictos estándares de gobernanza de IA, mejores canales de comunicación inter departamental y una plataforma unificada que facilite todos estos elementos a la vez. 

Es decir, el hype tecnológico está cediendo terreno al pragmatismo empresarial con un enfoque basado en la IA responsable y, sin embargo, sólo el 7 % de las organizaciones encuestadas por FICO admiten haber adoptado completamente este tipo de estándares. 

En otras palabras, para la mayoría de las empresas, una vez que los modelos se llevan a producción, se dejan libres y sin control. Esto claramente se escapa de un enfoque responsable del uso de la IA.

La IA responsable elimina riesgos

Las organizaciones que invierten en auditoría de modelos, detección de sesgos y explicabilidad no solo están mitigando riesgos: se están posicionando para liderar. Y los datos sugieren que invertir más recursos en la puesta en marcha de estándares de IA responsable, en lugar de centrarse en la IA autónoma o generativa, dará grandes dividendos a largo plazo.

Es decir, para muchos la IA responsable está pasando de ser un principio abstracto a convertirse en un imperativo operativo. Mientras que las primeras olas de adopción de IA se centraron en la experimentación técnica y la novedad generativa, los líderes actuales están recalibrando su enfoque.

 En esta transición hacia la madurez, la confianza y la responsabilidad se convierten en la verdadera moneda de cambio. Los ejecutivos ya no preguntan únicamente "¿qué puede hacer la IA?", sino "¿cómo integramos la IA en el negocio para generar valor medible, confiable y sostenible?".

De hecho, cuando preguntamos a estos ejecutivos, que eran en su mayoría CIO o CTO, qué esperan de la IA en los próximos 18 meses y cómo van a medir su ROI, el 60 % señaló que la prioridad de inversión sería la IA para toma de decisiones, pero haciendo hincapié en la explicabilidad, trazabilidad e integración con la lógica empresarial.

Esta cifra nos da información sutil pero significativa. En lugar de perseguir innovaciones de IA de vanguardia por sí mismas, las organizaciones están cada vez más centradas en incorporar la IA en procesos operativos centrales de forma segura, confiable y con un impacto demostrable. 

Es decir, la industria está llamada a entregar valor consistente, no a explorar proyectos científicos de IA.

Lo que se espera de la IA: más colaboración con los humanos

Un patrón similar aparece al analizar los principales impulsores de innovación en IA para los próximos cinco años. La colaboración humano-IA se considera la perspectiva más interesante de innovación futura para un 44,5 % de los encuestados, seguida muy de cerca por la adopción de IA responsable con protocolos de auditoría en su uso (44 %). 

Las soluciones en tiempo real y las experiencias mejoradas para clientes también generaron altos niveles de entusiasmo.

Se busca, pues, un reconocimiento que garantice que la promesa a largo plazo de la IA no reside solo en la automatización, sino en la ampliación de las capacidades humanas. 

Aunque cada vez se presta más atención a la IA generativa y a la IA autónoma, el mayor nivel de optimismo se encuentra en potenciar a las personas con IA tradicional dentro de marcos responsables y auditables. 

Y más allá de eso, es necesario que los equipos profesionales también trabajen de forma colaborativa: en demasiadas ocasiones, vemos cómo los responsables de datos funcionan en silos independientes de los responsables del negocio, de los usuarios finales o de los directores de riesgo.

 Según el estudio de FICO, un 72 % de los directores de analítica y de IA encuestados admiten que en sus respectivas organizaciones al colaboración entre los equipos de tecnología y de negocio es un verdadero desafío.

Aún es temprano para declarar el fin del dominio de la IA generativa en las conversaciones de directorio. Pero los datos sugieren que las organizaciones con visión de futuro son cada vez más cautelosas respecto a apostar en exceso por el potencial sin contar con un plan de implementación empresarial medible y una generación de valor confiable y sostenida.

La IA autónoma (es decir, la que precisa de mínima supervisión humana), por ejemplo fue seleccionada solamente por 1 de cada 10 encuestado como un impulsor de innovación futura, y muchos la citaron como un serio riesgo de ROI, debido a preocupaciones sobre imprevisibilidad, inestabilidad e inmadurez técnica.

En resumen, estamos asistiendo a un paso decisivo hacia la madurez de la IA. La IA responsable no es solo una medida de protección: se está convirtiendo en un diferenciador estratégico. 

Quienes construyan sistemas de IA con ética incorporada, supervisión alineada e integración transversal no solo estarán en posición de escalar, sino que también se estarán preparando para una ventaja competitiva a largo plazo.

 

(*) Director de analítica de FICO 

sábado, 11 de octubre de 2025

La gran olvidada victoria de la batalla de Lepanto / J.C. Martín Torrijos *



El pasado 7 de octubre se cumplieron 454 años de la gran victoria de la Liga Santa (formada principalmente por España, Venecia, los Estados Pontificios y la Orden de Malta) sobre la armada del Imperio otomano en 1571.

Esta efeméride, gran olvidada en el calendario oficial de la España de hoy, apenas ha tenido repercusión mediática.

No obstante en la otrora ciudad Departamental de Cartagena, una de las bases de la Armada española (antes llamada Marina de Guerra y hoy solo Armada), un grupo de ciudadanos agrupados en la Hermandad de Caballeros de Lepanto la ha conmemorado, como viene haciendo desde su fundación el 7 de octubre de 2004, asistiendo a la celebración de la Santa Misa en la iglesia castrense de la ciudad, entre otros actos, que ya han recogido la prensa y los medios locales; por lo que hoy quiero centrarme en el significado religioso, pero también militar y político que tiene esa festividad.

Para ello quisiera empezar por referirme a la homilía del capellán que ofició la misa, en la que hizo una profunda reflexión teológica pero también de gran sencillez, sobre el profundo significado de la festividad religiosa del día: la celebración de la advocación de la Virgen María como Nuestra Señora del Rosario, destacando el papel de la presencia de la Virgen María en la vida de su Hijo, así como de la trascendencia del rezo del Rosario para el católico.

Hasta ahí nada que no fuera de esperar en ese día. Pero en un giro copernicano, la homilía, tal vez como corresponde a una iglesia castrense inicialmente asignada a la Armada, hizo una referencia al significado para los católicos de la efeméride del día y lo que la victoria de las fuerzas combinadas de la Liga Santa, al mando de don Juan de Austria, supuso para el orbe cristiano y el católico europeo, en particular; lo que me llevó a plantearme lo importante de ese día para nuestra civilización y, por ello, la necesidad de reivindicar esa efeméride.

No fue solo una victoria militar, con contenido político, que lo tenía, en cuanto a España se jugaba su papel hegemónico como primera potencia global (recordemos la frase del Rey de España en esas fechas, Felipe II, «En mi imperio nunca se pone el sol»), sino también el de una victoria de la fe católica, que venía conformando desde hacía ya más de mil quinientos años la faz de Europa, frente a otra cosmovisión totalmente opuesta, la del islamismo, encarnado en ese momento en el poderoso Imperio otomano.

Situémonos en el contexto histórico en el que se dio la batalla, marcado por la expansión marítima del imperio otomano, que representaba una amenaza sin precedentes para la Cristiandad, cuando sus fuerzas intentaron apoderarse de enclaves estratégicos como Malta, cuya salvación se debió a la providencial intervención de las fuerzas enviadas por Felipe II, ferviente defensor de la fe católica.

España lo sufrió directamente, pues el Imperio Otomano apoyó el levantamiento de las Alpujarras, que tuvo lugar entre 1568 y 1571, donde la población morisca del Reino de Granada se rebeló contra la Corona española, contando con financiación desde Argel.

La Liga Santa se forjó bajo el liderazgo espiritual del Papa Pío V, un santo varón cuya visión y determinación unieron a España, Venecia, Génova y Malta en una alianza. Francia, lamentablemente, optó por aliarse con el turco, y la Inglaterra protestante permaneció al margen; pero la fe inquebrantable de Pío V y Felipe II, junto con el compromiso de Venecia, permitió que la cristiandad se alzara unida contra la amenaza otomana.

Don Juan de Austria concentró su armada en Mesina, y el 17 de septiembre de 1571, con las oraciones de la Cristiandad acompañándolos, zarpó hacia el Adriático. La escuadra otomana, por su parte, se encontraba en Lepanto, en el golfo de Patras.

El 7 de octubre de 1571, las armadas se encontraron en una batalla que decidiría el destino de la Cristiandad.

Bajo el mando de Juan de Cardona en la vanguardia, Juan Andrea Doria en el ala derecha, Don Juan de Austria en el centro, Agostino Barbarigo en el ala izquierda y Álvaro de Bazán en la reserva, la armada cristiana desplegó un total de 204 galeras, 6 galeazas y 26 naves, apoyadas por 76 buques menores. Frente a ellos, la escuadra otomana, dispuesta en forma de media luna, estaba liderada por figuras como Alí Pachá y Uluch Alí, con 210 galeras, 42 galeotas y 21 fustas.

Las galeazas venecianas, fuertemente artilladas, causaron estragos entre los turcos, mientras que los arcabuceros españoles e italianos, con su precisión y valentía, superaron a los ballesteros otomanos. En un momento crítico, Uluch Alí intentó aprovechar una brecha entre el ala derecha de Juan Andrea Doria y el centro de Don Juan, atacando las galeras de Malta. Sin embargo, la intervención magistral de Álvaro de Bazán, quien utilizó la reserva con gran destreza, y la audacia de Don Juan de Austria, quien no dudó en perseguir al enemigo, aseguraron la victoria cristiana. Uluch Alí huyó con apenas 30 galeras, mientras que el resto de la flota otomana fue destruida o capturada.

La Batalla de Lepanto fue decisiva en la historia de la cristiandad. Las fuerzas cristianas de la Liga Santa obtuvieron una victoria inesperada frente al poderoso imperio otomano.

El Papa San Pío V, consciente del peligro, había convocado a toda la cristiandad al ayuno y a la oración, pidiendo especialmente el rezo del Santo Rosario, para implorar la protección de la María Santísima.

El Rosario venía rezándose desde 1214, cuando a Santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de Predicadores, mientras sufría por la extensión de la herejía albigense que amenazaba con alejar a muchos de la fe, la Santísima Virgen María se le apareció y le entregó una oración llamada el “salterio angélico”, hoy conocido como Rosario. La Virgen le explicó que esa oración sería la “principal pieza de combate”, el arma elegida por la Santísima Trinidad para reformar el mundo y convertir a los pecadores. Movido por esta revelación, Domingo comenzó a predicar el Rosario con fervor.

Curiosamente, siglos después, en plena I Guerra Mundial, en 1917 la Virgen se apareció en Fátima, Portugal, donde dio a la humanidad el antídoto para salvar al mundo del veneno del comunismo ateo: el Santo Rosario: “Recen el Rosario diariamente” fue su petición.

Volviendo a Lepanto. Mientras las flotas se enfrentaban en el golfo de Patras, miles de fieles unían sus voces en oración. Cuando se tuvo noticia de la victoria, ésta fue atribuida a la intercesión de la Virgen María y el Papa Pío V, en un acto de gratitud, proclamó ese día como la fiesta de la Virgen de las Victorias, más tarde conocida como Nuestra Señora del Rosario, añadiendo la invocación “Auxilium Christianorum” (Auxilio de los Cristianos) a las letanías marianas.

La batalla de Lepanto no solo representa un hito militar, sino también un triunfo espiritual que testimonia el poder de la oración del Rosario.

Su visión milagrosa de la victoria en Lepanto, certificada por testigos en la Santa Sede, fue un signo de la intervención divina y por esta y otras razones, Pío V fue elevado a los altares.

En lo referente al culto a la Virgen María en la Armada, la Virgen del Rosario habría sido la patrona de la Armada desde la batalla de Lepanto hasta que la veneración marinera a la Virgen del Carmen llevó a que el 19 de abril de 1901 la Virgen del Carmen quedara vinculada de forma oficial con la Armada Española, mediante una Real Orden firmada por el ministro de Marina, Cristóbal Colón de la Cerda y sancionada por la Reina María Cristina.

Otro aspecto, hoy muy importante, es la perspectiva geopolítica de la victoria en Lepanto, que supuso que la misma Europa conservara su identidad judeo-cristiana que la ha definido desde el siglo I después de Cristo.

En el siglo XVI Europa estaba dividida entre católicos y protestantes. La amenaza Otomana se cernía sobre Europa y como los protestantes habían abierto una brecha en el seno de la Cristiandad, los países católicos, ya desgastados por la lucha contra los protestantes, no hubieran podido resistir si importantes fuerzas musulmanas hubieran desembarcado en el sur de Italia. Roma habría caído en sus manos y no se sabe quién habría podido detener su avance.

Ante esta situación, el Papa Pio V envió a su sobrino, el Cardenal Alexandrini como legado papal ante el Rey de Francia, Carlos IX, para que se uniera a la Liga Santa, a lo que el rey respondió de forma negativa y grosera hacia el Santo Padre. Carlos IX acababa de renovar los pactos con el Imperio Otomano. La católica Monarquía francesa formaba parte de una triple alianza con la Europa protestante y con los Otomanos y cuyo principal objetivo era derribar el poderío de la monarquía Hispana.

Sim embargo no dudaron en celebrar esta victoria, como lo hicieron el resto de los católicos europeos, también los cristianos de la Europa protestante.

La Liga Santa, liderada por España, había liberado a Europa del peligro otomano sobre todo al mar Mediterráneo, donde fue aniquilado el dominio musulmán y el peligro que con ello conllevaba. Aunque los otomanos repusieron la flota en seis meses, los mandos, que hacían efectiva y operativa su armada, habían caído en la batalla. Tras Lepanto se inició el declive del Imperio Otomano y entre España y el Imperio Otomano comenzó lo que se llamó la “Tregua Silenciosa”, donde ninguna de las dos potencias volvió a tener un conflicto armado, sin cesar en la rivalidad.

Hoy parece que nos estamos olvidando de la historia y, de forma distinta, nos enfrentamos prácticamente al mismo peligro; ya que Europa se encuentra en una disyuntiva cultural parecida que conviene destacar.

La llegada masiva de inmigrantes musulmanes está cambiando el sustrato de la población europea.

Durante décadas los europeos, especialmente los gobiernos, han contemplado impasibles el avance de una inmigración masiva de procedencia musulmana que no sólo desafía la integración cultural, sino que, según algunos analistas, responde a un proyecto mucho más profundo: el reemplazo sistemático de la cultura y valores, incluso las instituciones de Europa Occidental.

En sus calles, barrios y escuelas está emergiendo una actitud de la población musulmana, muchas veces con plena ciudadanía europea, que atenta contra los principios de una sociedad libre y democrática, que no es "convivencia" o “multiculturalismo” como nos quieren hacer creer, sino una forma no violenta de “ocupación", mediante la compra voluntades, especialmente de ONGs, la financiación de mezquitas, etc.

Su objetivo es avanzar lentamente en la islamización desde dentro, con un peligro tal vez mayor que el de los yihadistas. Por citar un ejemplo, en nuestro país muchos municipios financian organizaciones islamistas bajo el pretexto de "luchar contra la islamofobia"; mientras se van consolidado y estructurado movimientos que difunden doctrinas contrarias a la igualdad de género o a la libertad de conciencia; pilares básicos de nuestro modelo social y democrático.

Volviendo al significado de la batalla de Lepanto, fue un hecho transcendental en la historia de Europa, donde España jugó un papel fundamental para el destino de Europa que la historiografía, escrita principalmente por manos francesas, ha tergiversado los hechos históricos, ocultando la realidad y el papel de tanta trascendencia que tiene España a nivel mundial.

Es por eso que hoy contemplamos atónitos como se repite el papel de algunas potencias europeas y, pasados los siglos, hemos visto como la historia se repitió en la II Guerra Mundial: la Francia ocupada colaboró con los nazis, aunque se intente reescribir la historia con películas cuyo protagonismo indiscutible es la resistencia francesa; una realidad que las nuevas generaciones tienen que conocer y donde ya va siendo hora que la historia vuelva a nosotros depurada de términos ideológicos, leyendas negras, etc.

La Batalla de Lepanto fue una victoria decisiva, de enorme magnitud, que hoy parece que quiere ser ocultada. Por hacer una sencilla comparación que dé idea de su ferocidad. Si se compara con el desembarco de Normandía, que duró prácticamente un día y en el que hubo 4.460 bajas, de las que 1860 cayeron en combate, la batalla de Lepanto duró 4 horas con 30.000 muertos otomanos y 8.000 cristianos.

Tamaña gesta, principalmente española, merecería no solo que proliferasen por nuestra Patria asociaciones como la cartagenera Hermandad de Caballeros de Lepanto, que tuviesen como uno de sus objetivos principales la conmemoración de la victoria de las armas cristianas sobre el imperio otomano, sino que la misma Europa podría replantarse que su día deje de celebrarse el 9 de mayo de 2025, como aniversario de la Declaración Schuman en 1950, que sentó las bases de la Unión Europea y pase a ser el 7 de octubre, verdadera fecha de nuestra identidad, tal y como hoy la conocemos.

Vano propósito, tal vez, pero ahí queda.


(*) Coronel (r) del Ejército del Aire y Licenciado en Derecho 

lunes, 29 de septiembre de 2025

Alarma en el Noroeste murciano: el CO2, ese invitado indeseable / Pedro Costa Morata *


No, no es posible la tranquilidad sanitaria, climática o ambiental en la comarca murciana del Noroeste. De pronto, a una ristra de desgracias acumuladas en los últimos años, se ha de añadir una amenaza nueva y novedosa, que un pardillo de la prensa regional ya ha saludado, según usos y costumbres, con evidente aire de satisfacción: “la Región de Murcia puede convertirse en territorio pionero en el almacenamiento geológico de CO2”.

 Tenemos delante un proyecto que, como tantos otros, cae sobre una región de pronunciado subdesarrollo social y político, abierta siempre a cualquier globito de colores que le ofrezcan pillos u oportunistas nacionales o extranjeros a cambio de extraerle, entre el jolgorio general de sus élites, sus valores naturales más sagrados, sus territorios más valorados o su futuro más sensible.

El proyecto -sigo en cuanto a descripción del proyecto los datos que aporta el diario La Verdad del 28 de septiembre de 2025- consiste en habilitar un almacén subterráneo para acumular, por inyección, CO2 en ingentes cantidades, “hasta 366,4 millones de toneladas”, en un área de 46 kilómetros cuadrados y a profundidades de entre 640 y 850 metros, recurriendo a una estructura porosa y bajo una capa de materiales suficientemente impermeables para que el gas no pueda ascender a la superficie. 

La zona contemplada, que se sitúa en el municipio de Moratalla en forma de triángulo irregular entre los ríos Benámor y Argos, en la vertiente septentrional de la sierra de la Puerta, fue descrita en su día como adecuada para este tipo de depósito por el Instituto Geológico y Minero (IGME), y ahora señalada por Nexwell, un fondo de inversión norteamericano, como objetivo empresarial.

Para encarar este proyecto, aunque sea con carácter de urgencia, conviene organizar los argumentos críticos en cuestiones de principio y en aspectos concretos, no sin antes aludir a una “cuestión de procedimiento” que es el hecho de que, como de costumbre, estas cosas se conocen de pronto y por la prensa, sin que las administraciones implicadas informen oportunamente, haciéndolo generalmente siguiendo las indicaciones de las empresas interesadas e incurriendo en deslealtad para con sus conciudadanos. 

Y así, nos encontramos con que el IGM ya había designado esta zona, secretamente, como apta para el almacenamiento de carbono, pero -más indignante todavía- la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia no ha informado a la opinión pública de ningún movimiento de la empresa interesada, que viene gozando de un “primer permiso de exploración para realizar pequeñas catas superficiales” prorrogado sucesivamente y que ahora amplía para realizar “un sondeo de monitorización preliminar de investigación”. 

Supongo que el Ayuntamiento de Moratalla no ha tenido conocimiento de esos permisos e intervenciones en su propio municipio, pero en cualquier caso hay que recordarle que cualquier cata o trabajos en el suelo deben someterse a licencia municipal, digamos urbanística, así como al asentimiento de sus propietarios.

El primer “principio general” que surge al abordar este proyecto, que se incluye en el nuevo paradigma de la “descarbonización”, se ampara en las políticas comunitarias y, al parecer, se atribuye a un “retraso” de España en sus iniciativas de retención del CO2, debe inscribirse en esa filosofía -estúpida, fatalista, inaceptable- de “adaptación al cambio climático” que no debe de ser aceptado por una opinión pública informada y consciente, que siempre habrá de exigir que se reduzcan esas emisiones en origen, no “atrapándolas” una vez producidas ni “adaptándose” a ellas.

El segundo es que no se debe aceptar ni dar por hecho que la sociedad desarrollada sea incapaz de resolver sus problemas ambientales, sino que siga empeñada en producirlos, jugando la baza de los depósitos o vertederos de agentes contaminantes, sean residuos urbanos, tóxicos, radiactivos o -como en este caso- químicos de gases de invernadero.

El tercero es que esta iniciativa -de inmenso coste económico y ambiental- se inscribe en la “Feria de la descarbonización”, en la que el capitalismo más voraz y contaminante se pone las botas haciendo de salvador y de solución de sus propias inmundicias, creando para políticos y científicos esa farsa de la “Economía verde” (que nunca quiere ser “ecológica”), como insaciable generadora de “negocios verdes”: con seguridad que el fondo de inversión interesado (hay que indagar, ya, si es de capital judío-israelí, por si hay que redoblar la ofensiva) participa en numerosas empresas gran productoras de contaminación, incluido el CO2, dedicándose -como es habitual en fondos y finanzas- a una cosa y su contraria, a generar contaminación y a sofocarla, a un contendiente bélico y a su enemigo… con esa amoralidad tan propia de los negocios internacionales.

El cuarto sería que hay que vetar la manipulación del subsuelo para su comercialización, de parecida forma (pero, a ser posible, con más éxito) a como habría que prohibir las manipulaciones climatológicas, mirando en primer lugar por la conservación de los acuíferos y su estabilidad general, tanto geológica como físico-química e incluso biológica.

En el conjunto de los principios generales a plantear hay que incluir una consideración que no por necesidad de matices debe de ser ocultada: como otras instalaciones de impacto, preocupación e inseguridad generadas por ciertas industrias y en ciertas zonas, estos depósitos, en realidad “basureros” molestos o peligrosos, deben de planificarse en las áreas que los producen, dado que hay que tener muy en cuenta que el mundo industrial-productivo no tiene la menor intención de reducir la producción de estos residuos o contaminantes, siendo tradicional la actitud de desplazar a áreas lejanas estos perjuicios. 

Porque las áreas bien conservadas con recursos naturales cada vez más escasos deben de quedar excluidas terminantemente de estas instalaciones abusivas e injustas, anteponiendo las razones éticas y ambientales a las técnicas o políticas; esto tiene carácter casi de ficción, por eso es la opinión pública y la sociedad organizada las que deben imponer el equilibrio y la sensatez en este tipo de alternativas o dilemas. 

El conflictivo NIMBY (not in my backyard, no en mi patrio trasero) debe teñirse, pues, de estas dos consideraciones vigorosas: que el riesgo lo soporten quienes lo producen y que la resistencia se extienda, también, a quienes participan, aunque sea involuntariamente, en esas actividades de impacto, tanto las poblaciones inmediatas como los sindicatos industriales. 

En nuestro caso, si hay que habilitar un depósito de almacenamiento del dióxido -aunque debe quedar claro que como principio se trata de una iniciativa rechazable-, este debiera de planearse para el subsuelo de Escombreras o Cartagena, que es donde más CO2 se emite de la Región, y que la ciudadanía “beneficiada” por la industria se enfrente a las contradicciones ambientales del desarrollo industrial, así como a las suyas propias. Solo así se trabaja por un medio ambiente mejor, a través del debate y el conflicto.

        Dentro de las cuestiones concretas a valorar frente a este proyecto, la primera debe ser que el Noroeste es la comarca de mayores valores ambientales de la Región de Murcia; sin embargo, cada día se cierne sobre ella alguna agresión nueva o la agravación de las ya existentes, a las que su gente ha de enfrentarse con todos los instrumentos a su disposición.

 Y de esos valores naturales, directamente amenazados por el depósito de CO2, son los acuíferos los que hay que defender a capa y espada, porque ya están sometidos a una odiosa explotación, en buena parte ilegal, y ya muestran su declinación con la ruina de algunas fuentes y manantiales. 

De ahí que la comarca entera debe impedir que su subsuelo se trajine, y menos por un proyecto que es contradictorio con cualquier política ambiental de alcance, que es osado por la alteración sustancial que hace del subsuelo e injusto por someter a un territorio y unas poblaciones a riesgos y amenazas de cuya generación no son responsables.

         No deja de ser llamativo que el depósito para retener el CO2 se quiera construir precisamente en la zona más boscosa de la región, como es el municipio de Moratalla, y por lo tanto gran absorbente de ese gas, lo que no es ninguna broma ni tomadura de pelo, sino un gesto grotesco que debe reforzar el rechazo.

         Hay que recordar que cuando se trabajó en los depósitos submarinos frente a Vinaroz y el Delta del Ebro, para habilitarlos para almacenamiento estratégico de gas natural, se desencadenó una sucesión alarmante de movimientos sísmicos que se atribuyeron a estos manejos imprudentes del subsuelo (abandonándose finalmente el proyecto).

   Nuestro Noroeste está en apuros y le crecen los enanos. Ahora sufre la agresiva y expansiva enfermedad de la “lengua azul” en su cabaña ovina, precisamente en un territorio donde la calidad de esa cabaña ha generado valores y esperanzas, siempre vinculados al secano y sus potencialidades. 

Y lleva años soportando la invasión de granjas porcinas insidiosas y pretenciosas, que ya han disparado, sin rubor alguno, esa nueva plaga de las plantas de producción de biogás con origen en los purines de cerdo. 

Sin que cesen, sino todo lo contrario, las extracciones de agua del acuífero, ilegales o irresponsables, con ampliación constante de nuevos cultivos de regadío y nuevos golpes al territorio y al subsuelo. Con, por añadidura, una persistente acción aérea anti granizo que altera sistemáticamente el ciclo hidrológico.

  Afortunadamente, el otro gran proyecto de almacenamiento subterráneo de CO2 en España, previsto en el Maestrazgo turolense, se viene enfrentando desde que se dio a conocer a un firme rechazo municipal y social. 

Es el camino que debe seguir el proyecto de Moratalla con sus absurdos “climáticos”, sus agresiones ambientales y sus codicias económicas: un rotundo rechazo y una movilización social amplia, no solo moratallense o del Noroeste, sino de toda la sociedad murciana.

 https://alteridadperiodicocultural.blogspot.com/2025/09/aquella-brisa-de-los-veranos-de-antes_29.html?m=1

(*) Ingeniero técnico de Telecomunicación, licenciado en Ciencias Políticas, ex profesor en la UPM, activista ambiental y Premio Nacional de Medio Ambiente. 

martes, 2 de septiembre de 2025

Águilas: Tocata y fuga de Mari Carmen / Pedro Costa Morata *


 “Me voy como vine: con mi bolso y sin nada material dentro”, dice Mari Carmen Moreno, la alcaldesa dimisionaria de Águilas. Qué lástima, nene, y qué humilde y generosa; pues no que se calla que hasta ha salido perdiendo cuartos, que incluso ha tenido que desembolsar de ese mismo bolso y junto con otros dos funcionarios descuidados 9.143 euros, más intereses y costas, por sentencia del Tribunal de Cuentas sobre emolumentos del secretario municipal, Jesús López, indebidos pero consentidos. 

El tal López López -funcionario a quien hay que echarle de comer aparte, como veremos- estuvo ingresando ese dinero durante cinco meses a título de “acumulación de servicios” en Águilas, mientras trabajaba en el Ayuntamiento de Torrevieja contratado como jefe de los Servicios Jurídicos. Cobraba pero no acudía a Águilas, ya que estaba de bien calculada baja: un caso de defraudación de caudales públicos que la alcaldesa conocía y por eso ha de pagar su parte; una parte que, como la de los otros funcionarios que hicieron de interventores accidentales, el propio Tribunal de Cuentas señaló que podían tramitar exigiendo su devolución al listo de don Jesús, verdadero infractor, pero ese expediente de reintegro, la jefa de personal en el Ayuntamiento de Águilas, Rosario Martínez, se niega a tramitarlo sencillamente porque es de la cuerda de López y porque la alcaldesa no ha mostrado ningún empeño en recuperar ese dinero, es decir, en enfrentarse al maniobrero y peligroso secretario.

Pero esto, lo de los 9.143 euros a repartir entre tres, no deja de ser peccata minuta, siendo lo sustantivo la grotesca situación en la que ha quedado atrapada doña Mari Carmen Moreno en las redes y maldades del secretario López, que ha acabado dominando a la alcaldesa y a la administración municipal; hasta el punto de que en los mentideros aguileños bien informados se plantea que haya sido ésta la principal y verdadera causa, por los peligros que presenta, presentes y futuros, de su espantá. Asunto serio y grave, que en otro artículo habré de desarrollar, aludiendo en detalle al estilo y las malas artes de López López.

Para resumir el excesivo periodo de Mari Carmen como alcaldesa -que prometió presentarse dos veces y se atrevió a tres, enfangándose a continuación- este cronista ha de referirse a los conflictos personales, nunca directos sino mediáticos, que le suscitó el proceder cada vez más osado y autoritario de la alcaldesa, como aquel Plan Parcial de la Playa de la Cola, que vulneraba cuatro o cinco espacios protegidos; su indiferencia ante la suerte de Cabo Cope, que debía haber comprado al “banco malo” ya que disponía del derecho de tanteo y retracto; su empeño en autorizar un camping-caravaning dentro del Parque Regional Cabo Cope-Calnegre; sus manejos con ADIF para construir una nueva estación ferroviaria en el quinto pino, sin la intención de consultar al pueblo sobre tan sensible asunto y destinando -que nadie lo dude- las actuales instalaciones, más que centenarias, a urbanización y especulación; su guerra declarada a actividades culturales de prestigio; su sentida indiferencia hacia el medio ambiente en general; su alianza con los depredadores de la agricultura intensiva, etcétera, etcétera. (Asuntos, por cierto, sobre los que la izquierda local oficial ha guardado un silencio que ni explica ni se explica, y que pensará que le va a dar votos).

La hasta ahora alcaldesa, en su escenificada despedida, declaró que ha llegado el momento de “priorizar la familia y la salud”, cosa natural después de 22 años de más que regular carrera política, y que se dedicará a la enseñanza, como bióloga que es (de sensibilidad ecológica casi nula, ya digo). Y ha dejado asentado que “no me arrepiento de nada”, que es la costumbre en políticos en retirada, y que realmente refleja el sentimiento de quienes así se expresan, sí, pero que también suelen ocultar inquietud de fondo, inseguridad del pasado y desconfianza ante lo que pueda venir.

Esto es cosa de la tradicional e histórica discrecionalidad de los ediles patrios, sean franquistas, socialistas o populares, que no suelen abandonar el puesto sino por la fuerza, bien de las urnas, bien de sus superiores en el partido, ya que el poder enferma y el poder prolongado enferma prolongadamente. 

Buena ocasión para recordar cómo saludé, en su día, la victoria electoral de Mari Carmen tras los años de gobierno municipal del PP y la eclosión del escándalo urbanístico a lo grande: “una zagala lista, paciente y apañá” (La Opinión, “Elecciones, revuelo y vuelta a la tarea”, 3 de junio de 2015), decía yo. Porque sin duda la carrera política de Mari Carmen, pese a serlo en un PSOE ya desoladoramente descolorido, era notable y muy esperanzadora. Hasta que, ya en su segundo mandato tuve que ponerme serio y tratar de enderezarla, ya que su andar por la política municipal se hacía cada vez más arrogante y provocador; y no tuve más remedio que echarle en cara, ya en su tercer mandato -perjuro, imprudente, fatal-, lo mal que veía esto y lo urgentemente que debía abandonar el cargo, vistos los charcos en que se metía y los jardines por los que prometía perderse. 

Ahora, cuando resulta que me he hecho caso (pero tarde, ay, ay, ay), no explica que su abandono sea por los peligros que la rodean y las chapuzas en las que ha incurrido, qué va. Entre llantos de colaboradores, babosadas de la prensa adicta (no os perdáis el columnón de Ángel Montiel en La Opinión, de 24 de agosto, que más que panegírico parece publirreportaje) y el sopor agosteño del aguileño medio, ha querido despedirse con los pretextos a los que recurren de costumbre -en trances como éste- los malos/as políticos/as una vez pillados/as en su mal hacer, es decir, alegando causas escasamente convincentes.

(Coincidiendo con el anuncio de la dimisión de Mari Carmen se ha producido otro, de muy parecido jaez, protagonizado por el también socialista Antonio Merino, teniente de alcalde de Calasparra, discípulo y delfín del marrullero Vélez, e imputado como éste por el asunto de la Fiesta Taurina del Arroz en los años 2018 y 2019. 

Como marca el guion, Merino ha declarado que se retira, “tras diez años de dedicación y compromiso”, alegando que la política resulta “difícil de compaginar con las obligaciones laborales y profesionales”, algo tan lógico si atendemos a sus competencias municipales: nada menos que Hacienda, Urbanismo, Seguridad Ciudadana, Festejos, Cultura, Patrimonio y Comunicación… todo un fenómeno este político calasparreño, tan joven y prometedor, vaya que sí.)

En el bolso de Mari Carmen -supongo que ya descolorido y hasta raído- no le ha podido caber la parcela que ha adquirido a precio ventajoso al empresario Juan Montiel, ese mismo que mantiene con el Ayuntamiento una deuda que ronda el millón de euros y al que la administración municipal trata con excepcional deferencia, compensando esa deuda, poco a poco, al parecer de forma relacionada con su actividad hotelera, no se sabe muy bien cómo, pero saltándose la legalidad vigente, cosa que Mari Carmen conoce perfectamente. 

El caso es que el infractor logra pasar poco menos que como un benefactor del pueblo, hasta el punto de que la alcadesa ha tenido el dudoso gusto de dedicar la plaza de esa urbanización que tan bien se le ha dado, a los meritorios nombres de don Juan y doña Beatriz, su esposa, dos señalados incumplidores de la legalidad vigente; de doña Beatriz recuerdo su tropelía urbanística en lo que llamó “Castillo del Esfuerzo”, por La Zerrichera, de la que salió de rositas por el apoyo, descarado pero incondicional, del alcalde popular Juan Ramírez y por un juez que me dejó pasmado por su banalidad (cosas, ambas, que afeé en su día a los protagonistas en La Verdad, 2008 y 2014). El caso es que los señores de Montiel se sienten tan cómodos en sus fechorías con el PSOE como con el PP.

Y para acabar (por ahora), con el acontecimiento de la dimisión de la alcaldesa, que tanto ha sorprendido a la opinión ignara aguileña, necesario es aludir, siquiera esquemáticamente, a su designado sucesor, Cristóbal Casado, que también debe pertenecer a esa hornada de jóvenes políticos socialistas capaces de comerse al mundo, si atendemos a las competencias que hasta ahora mismo le estaban atribuidas: Seguridad Ciudadana, Contratación, Deportes, Comercio, Carnaval, Festejos y Patrimonio (otro fenómeno: qué envidia). Del que solo sé que ha escurrido el bulto cuando se le ha requerido para tratar del feo asunto del atentado del que este cronista fue objeto el pasado 16 de junio, por lo que -qué queréis que os diga- no empieza nada bien. Aunque, claro, más importante resulta que esté considerado, en relación con el maniobrero López, aún más sumiso que Mari Carmen.


(*) Politólogo. Ha sido profesor en la Universidad Politécnica de Madrid. Premio Nacional de Medio Ambiente



(https://alteridadperiodicocultural.blogspot.com/2025/09/aquella-brisa-de-los-veranos-de-antes-3.html?m=1)

jueves, 21 de agosto de 2025

Los otros posibles motivos de la dimisión de la alcaldesa de Águilas / Cartas de los Lectores

 El 19 de agosto de 2025 Dª Mari Carmen Moreno Pérez, Alcaldesa de Águilas anunció en rueda de prensa su decisión de presentar su renuncia al cargo por motivos personales. Lo hizo al más puro estilo “sanchista”: transmitiendo sectarismo y resentimiento por los cuatro costados con aquellos que no piensan como ella, y terminando su intervención con una puesta en escena tan conmovedora como hipócrita.

Dice que, después de meditar mucho la decisión, ha decidido priorizar la familia y la salud; lo cual está bien; aunque podía haberlo hecho al final de la anterior legislatura sin defraudar a su electorado y no dejar ahora un regalo envenenado a su sucesor. Sí, parece coherente y aconsejable que vuelva al ámbito de la docencia, aunque sea para cubrir interinidades, después del fiasco de las últimas oposiciones del mes de junio pasado.

Sin embargo, todos los antecedentes indican que la Alcaldesa oculta otras posibles razones que han motivado también su decisión, después de tan larga y profunda meditación. Así: 

  1. Una razón podría tienen relación con las causas judiciales pendientes por denuncias contra el Secretario General de su Ayuntamiento, D. Jesús López López, que podrían salpicarle también a ella por su pasividad cómplice. Entre otras causas, cabe citar como ejemplos las siguientes, que podrían conllevar penas de inhabilitación y de prisión: 


  • Diligencias Previas Abreviadas DPA 225/2022 incoadas en el Juzgado de Instrucción nº 3 de Lorca por denuncias contra el Secretario presentadas por una ex concejala de C's, por presuntos delitos de ”malversación de fondos” y “prevaricación”. 

     

    La misma ex concejala denunció ante el Tribunal de Cuentas los hechos y se ha dictado sentencia nº 3/2024 de 5 de noviembre de 2024, por la que se condena, en concepto de responsabilidad contable por alcance, a la Alcaldesa y a los Interventores, a devolver a las arcas públicas la cantidad de 9.123 €. (que cobró injustificadamente el Secretario en concepto de gratificaciones estando en situación de baja por incapacidad temporal).

     

  • DPA 1399/2022  incoadas en el Juzgado de Instrucción nº 3 de Torrevieja por denuncias contra el Secretario presentadas por la Secretaria del Ayuntamiento por presuntos delitos de “prevaricación” y “denuncia falsa”.

     

  • DPA 270/2022  incoadas en el Juzgado de Instrucción nº 6 de Lorca por denuncias contra el Secretario presentadas por el Tesorero Municipal de Águilas por presuntos delitos de “prevaricación”, “revelación de secretos”, “falsedad en documento oficial”, “malversación de fondos” y “acoso laboral”.


Esa pasividad de la Alcaldesa con los indicios de presunta corrupción aportados en las citadas causas, y con las presiones e intimidaciones que vienen sufriendo las víctimas de esos presuntos delitos para que renuncien a sus denuncias, argumentando que el Secretario es una persona, según parece, muy peligrosa, hace que la mayoría de los ciudadanos nos hagamos las mismas preguntas:

¿Por qué intimida la Alcaldesa con esos argumentos a las víctimas, en lugar de apoyar las denuncias, como es su deber legal?

¿Le parece coherente a la Alcaldesa que el Secretario General de su ayuntamiento, que tenía que ser un funcionario ejemplar, se encuentre denunciado en tantas causas judiciales por presuntos delitos relacionados con la corrupción?

¿Acaso el Secretario tiene pillada o grabada a la Alcaldesa en alguna ilegalidad grave, que podría afectarle directamente a ella o a su marido, el Técnico en Gestión Económico Financiera y Desarrollo Urbanístico?

¿Por qué la Alcaldesa metió a la “zorra en el gallinero” del Ayuntamiento, si ya conocía el historial conflictivo del Secretario?¿Por qué le firmaba los informes favorables para la renovación de su nombramiento por la Comunidad Autónoma de Murcia, si tan peligroso era?

  1. Otra razón podría ser su relación con los protagonistas de la trama Koldo, según consta en los informes de la UCO. Así, en el Pleno de junio de 2025, la Alcaldesa manifestó con mucha vehemencia hasta el aburrimiento, a propósito de la información de la UCO que relacionaba a Águilas con las prostitutas de la trama Koldo, que sentía asco de los puteros (intentando desmarcarse de José Luis Ábalos y Koldo). Manifestaciones que reprodujo días después ante un medio de comunicación nacional.

     

Sin embargo la “maldita hemeroteca” nos recuerda que, en el año 2018 el diario Confidencial confirmó que  la Alcaldesa tuvo la ayuda de Ferraz (Pedro Sánchez y José Luis Ábalos), para neutralizar las denuncias que un funcionario local presentó en Fiscalía por presunto amaño de las pruebas para la consolidación de empleo de la plaza de su marido (Técnico en Gestión Económico Financiera y Desarrollo Urbanístico). Entonces le vino muy bien dicha ayuda, y no les daba tanto asco.


A la vista de tales incoherencias, parece difícil asumir que la Alcaldesa se vaya a marchar con el mismo bolso con el que entró hace 10 años. Escuchándola en su rueda de prensa dieron ganas de organizar una suscripción popular, no para financiar de nuevo el Premio Novela de Águilas, sino para comprarle un bolso nuevo como regalo de despedida.


CONCLUSIÓN: Pedro Sánchez y la Alcaldesa son de la misma escuela de Arte Dramático, por eso nunca dicen una verdad completa (la peor de las mentiras).

S.R.J.

Águilas 

domingo, 27 de julio de 2025

La casta analfabeta / Gabriel Albiac *



No hace falta que Pachinadie desvele titulaciones académicas. Las lleva escritas en la cara. Resuenan en sus doctas palabras. Cobran fuerza corpórea en la gracia con que dobla el espinazo ante el Jefe. Es epítome del parlamento español, sin duda. Daría risa, si fuera una excepción. Pero es la norma.

A la política profesional sólo acude en España la gente que no tiene otra manera de ganarse la vida. Lo peor de cada familia, sin duda. Con título, sin título, con título comprado, con título falsificado. Da lo mismo. 

Desde un primer ministro plagiario de tesis doctoral, hasta los no sé cuántos mil émulos de Pachinadie que vivaquean desde el parlamento o el Senado hasta la última sinecura de aldea, la política española es esto: una opípara merienda de caníbales. A quienes engordamos con nuestros impuestos.

No tiene ya remedio. Es tarde. La podredumbre se apoderó del Estado desde el final de los años setenta. Habíamos llegado a la democracia con una ingenuidad digna, tal vez, de ternura. Pero mortífera. Y a nadie pareció pasársele por la cabeza que la vulnerabilidad mayor de un régimen democrático es su ausencia de blindaje frente a la corrupción. 

Desde el primer día, sabíamos que la financiación de los partidos era perfectamente ficticia. Y, al cabo de muy poco tiempo, todos los constructores contabilizaron el pellizco político del dos o el tres por ciento como el «ábrete sésamo» de su acceso a la obra pública.

Alguien tenía, en los partidos, que organizar el cobro de ese impuesto anómalo. Convenía, naturalmente, que fueran sujetos con no demasiados escrúpulos. Y dispuestos a embolsarse un pellizquito a modo de justa compensación por su maloliente lugar de faena. Al cabo de unos años, fueron ellos los verdaderos amos de sus respectivos partidos, porque un partido es lo que decide quien administra sus fondos. 

Y todo aquel novato que soñaba con llegar a la política, estaba soñando, en realidad con hacerse acreedor a igual de generoso desodorante tras remover la sentina. Para ese tipo de tarea, la formación académica es un estorbo. Lo es la integridad moral.

No siempre fue así. Nadie me venga con la cantinela de que jamás gente académicamente sólida y moralmente recta pisó el parlamento español. Inimaginablemente para los de hoy, las inteligencias más altas de España ocuparon escaño en diversos parlamentos de los años treinta. 

En la dispersión ideológica que es de exigir a una asamblea verdaderamente democrática. Unamuno u Ortega, Azaña o Marañón, Clara Campoamor o Victoria Kent, Ramiro de Maeztu o Francisco Pérez de Ayala, hicieron de la Carrera de San Jerónimo un lugar de sabiduría. 

Y de grandeza. 

Más o menos como ahora, vamos. ¿Qué había allí ladrones, analfabetos, bestias y asesinos? Los había. Pero no sólo. Y esos nombres de sabios mayores salvan la dignidad de la patria amarga en que vivieron.

Y es que incluso para equivocarse con dignidad –aunque esta dignidad sea trágica– está exigido ser sabio y ser decente. Y es que, para estar –como todos ellos lo estaban– infinitamente por encima de sus titulaciones académicas, es imprescindible haber surcado la inhóspita carrera de obstáculos con las que esas titulaciones garantizan una competencia mínima. Lo impensable hoy.

Está bien que una diputada que falsificó su currículum haya tenido la elemental decencia de dimitir al ser descubierta. Estaría mucho mejor que el parlamento español fijase una barrera mínima de cualificación académica y profesional para sus miembros. No por elitismo alguno. 

Por el hecho elemental de que los ciudadanos, a los que esos diputados dicen estar representando, pueden abrirse tan sólo paso en la vida a costa del duro esfuerzo del que los de la Carrera de San Jerónimo –del Senado, mejor ni hablo– se proclaman exentos. 

Empezaremos a creer en la representatividad del parlamento español el día en el que todos los carentes de saber y oficio hayan sido expulsados de ese lugar que no debieron haber pisado nunca. 

¡Quedarán tan pocos! Un alivio. Además de un ahorro.

 

(*) Filósofo 

 

https://www.eldebate.com/opinion/20250728/casta-analfabeta_320943.html 

miércoles, 2 de julio de 2025

Atentado a mi escala y proporción (con su relato) / Pedro Costa Morata *


 Una de dos: o el terrorista procede de nuestro agro, donde varias veces -pero en años y años, poca cosa- se me han encarado muy alterados individuos sin pasar a mayores; o se trata de un prosionista enloquecido -o sea, como los de verdad- que se sienta agredido por mis textos contra el Estado de Israel y sus crímenes sin cuento, aunque esto lo sabe ya casi todo el mundo.

El desconocido que prendiera fuego a la puerta de mi casa de Águilas la noche del 16 de junio, utilizó gasolina y lo hizo al poco de dormirme yo, profundamente, al cabo de una jornada especialmente intensa en kilómetros y emociones: hubo, pues, nocturnidad y alevosía. 

También hubo “avance”, siguiendo la pista agraria, respecto al susto dado al representante de Ecologistas en Acción en Cieza, José Antonio Herrera, hace tres años, cuando encontró el portal de su casa rociado con gas-oil y con un mechero de advertencia; el/los terrorista/as han pasado de la potencia y la advertencia al acto y la agresión, de aficionados a profesionales, de canallas a delincuentes, con un salto cualitativo la mar de fácil y en un ambiente, el murciano, de envalentonamiento de todo tipo de ultras y descerebrados.

Y si optamos por la pista sionista, la conjetura lleva, incluso, a sospechar que alguno de los asistentes aquella noche a la presentación (número 44 de la serie) de mi libro Israel: del mito al crimen, en Molina de Segura, aguardara a su final para seguir a un servidor hasta Águilas, apostarse hasta que las luces se apagaran en mi casa y proceder (los hechos dejan una mera hora entre mi apagón y el fuego) como pirómano más o menos aficionado. 

En cualquier caso, estoy seguro de que Israel y sus compinches han de enfrentarse a enemigos de mucha mayor calidad y poder que este cronista, por lo que no se explicaría muy bien su implicación.

Alguien avisó a la Policía Local, y dos de sus agentes acudieron y sofocaron a tiempo el fuego; luego me despertaron y tras verme que no profería palabra alguna, de puro pasmo, entre la oscuridad y el humo (sí acerté, menos mal, a darles las gracias), se marcharon no sin antes recomendarme que denunciara al día siguiente los hechos en el cuartel de la Guardia Civil. Cosa que hice, encontrándome con la (indignante) respuesta de que para presentar la denuncia debía pedir cita telemática; cosa que hice, a ver, dándome el ordenador la fecha para el 24, ocho días después del atentado.

 Mi segunda visita al cuartel no excluyó mi vigoroso requerimiento al agente de puertas, que no parecía muy interesado en cumplir con su obligación y atender al administrado, ya mosca por los ocho días y por el escaso ambiente que percibía; así que me atendió un joven agente que, aportando al asunto una redacción correcta que mereció mi agradecida aprobación, me deseó buena suerte. 

Me volvieron a dar otros seis días para que llamara y me pudiera atender la “persona indicada”, a la que yo quería preguntar si el expediente estaba bien compuesto con las fotos que envié y el informe de la Policía Local; cosa que hice, atendiéndome el mismo agente que me había tomado la declaración y la denuncia, y que igual de atento esta vez me anunció que, como no se conocía al autor de los daños, el asunto se archivaría. 

Asombrado de la rotundidad de tamaña lógica le recordé al agente que no era cuestión de daños sino de un atentado, lo que pareció sorprenderle un tanto, asegurándome que cuando se sepa algo se añadirá al expediente.

Sin pretender con ello pedir una atención excesiva sobre este problema mío, que es verdad que no es de los más graves a los que se enfrenta la Guardia Civil (pero tampoco el menor, oigan), he considerado oportuno informar de estos hechos tanto a la Fiscalía del TSJ murciano como a la Delegación del Gobierno.

En otro orden de cosas, y sin pretender con ello que la Región entera haya de conocer mis cuitas, me ha resultado algo desolador que solo personas y entidades próximas por amistad o afinidad político-ecológica me hayan enviado su afecto y solidaridad. 

Así, he tenido que constatar el exquisito silencio con que han “atendido” al incidente los dos periódicos tradicionales de la región (por no decir tradicionalistas), La Verdad y La Opinión, sin duda informados de los hechos, teniendo en cuenta la cantidad de cosillas, tantas veces chuscas, con que llenan sus páginas los corresponsales de los pueblos; el que estos dos medios me hubieran “liquidado” como colaborador, por evidente incompatibilidad, en años pasados no debiera haber sido óbice para reseñar el fuego y el humo ya que, bien mirado, tienen su importancia atendiendo a la materia y al destinatario (digo yo, oigan), en una tierra en la que la violencia -sobre todo la de cuño agrario- no cesa y amenaza con aumentar, dada la elevación del clima ultra imperante y la escasa eficacia policial y judicial en la persecución del crimen de firma agraria.

En mi pueblo, ni la alcaldesa ni el concejal de Seguridad se me han dirigido para, oigan, interesarse o apoyarme, y han aplicado el protocolo correspondiente, de índole miserable, a quien pisa tantos callos de gente que ni entiende el medio ambiente ni la cultura, resultando así este relator un hijo predilecto, desde luego, pero jodón y algo maldito... 

Y hasta el grupo AMACOPE, de defensa del medio ambiente aguileño, que mi menda contribuyó a crear, ha hecho mutis sobre el asunto y su víctima (anoto que uno de sus miembros principales sí me expresó su respaldo), confirmando que su preocupación por la fauna y la flora (que admiro y estimulo) no incluyen a esa especie bípeda, implume y erecta llamada Homo sapiens: por eso se confirma como grupo conservacionista, no ecologista, siendo así que se sale de mi tradición.

Mentiría si dijera que no me preocupa lo que me ha pasado, por nuevo e incisivo, en mi pequeña historia de agitador de conciencias y defensor de la Madre Tierra (que es lo que yo me creo, sin estar seguro del todo). Aunque también es verdad que no me ha quitado el sueño y creo recordar que -quizás por el impacto mental que sufrí- volví aquella noche a dormirme a pierna suelta tras resolver los atentos agentes locales el fuego traicionero.

Pero sí me tomo muy en serio -como la mayoría de la gente hará- que bandidos y descerebrados campen a sus anchas agrediendo o intimidando, sabiendo como sé que tampoco esto lo van a resolver los agentes del orden, ya que toda violencia en el grado que sea es producto de una sociedad desequilibrada y enferma, que en nuestro caso genera demasiada infamia, y esto las fuerzas positivas, creativas y estimulantes, no logran conjurarlo.

 

(*) Ingeniero, periodista y politólogo, profesor en la Universidad Politécnica de Madrid. Premio Nacional de Medio Ambiente. 


domingo, 1 de junio de 2025

Sin derecho a Visitación / Jesús Giménez Gallo *



El pasado martes, 27 de mayo, acudí a la sede de la Asamblea Regional en Cartagena con la intención de asistir, como ciudadano y representante público, al pleno en el que se debatían cuestiones de especial trascendencia para Cartagena y su comarca, como el futuro del agua o el respaldo institucional a Navantia y su industria auxiliar.

Sin embargo, una trabajadora del gabinete de Presidencia me impidió el acceso alegando que lo prohíbe el reglamento. Nada más lejos de la realidad. El reglamento de la Asamblea no impide la entrada de público a las sesiones plenarias. Es su artículo 84 el que establece que la asistencia de público a las sesiones se realizará cumpliendo con las formalidades "que en cada momento establezca la Presidencia". Es decir, el acceso no está prohibido, está supeditado a su voluntad.

Y esa mañana, señora Martínez, usted decidió impedirme el paso. En un salón de plenos con aforo abierto y prácticamente vacío, prefirió cerrar la puerta a un ciudadano —y además cargo público— en lugar de permitirle presenciar los debates de su Parlamento. No hubo razones sanitarias, de seguridad ni de orden público. Solo una decisión arbitraria.

Este episodio no es un caso aislado ni anecdótico. Forma parte de una tendencia cada vez más evidente: la de convertir la Asamblea Regional en una institución cerrada, opaca y al servicio de un solo partido. La de utilizar el reglamento como excusa para censurar, silenciar o evitar la presencia de quienes no comulgan con el discurso oficial. La misma tendencia que vemos en el Ayuntamiento de Cartagena, donde la alcaldesa Noelia Arroyo ha hecho de la censura a la oposición una práctica habitual, incluso en las Juntas Vecinales.

Usted y la señora Arroyo comparten un estilo de gobierno: evitar el debate, negar la pluralidad y blindar las instituciones para que nadie cuestione nada.

Impedir el acceso a un salón vacío donde se discuten cuestiones clave para el futuro de Cartagena no es solo una falta de respeto institucional. Es también una confesión: prefieren que no se sepa lo que ocurre dentro. Que no se escuche, que no se pregunte, que no se observe.

Por eso, señora Martínez, le exijo que, cumpliendo con el artículo 84 del reglamento de la Asamblea, garantice el acceso los días de pleno mientras exista aforo. Como presidenta debería preocuparle tener una Asamblea abierta, accesible y transparente. Si no lo hace, lo que hasta ahora es notorio se volverá ya incontestable: que utiliza su posición para dificultar deliberadamente el acceso de los ciudadanos y para ocultar lo que allí se debate.

Y, ya que le escribo, le recuerdo que seguimos esperando, desde hace más de un año y medio, que nos reciba para tratar el acuerdo plenario del Ayuntamiento de Cartagena en el que se insta al inicio del proceso de comarcalización de la Región; y, en particular, la creación de la comarca del Campo de Cartagena, como contempla el artículo 3 del Estatuto de Autonomía. Su silencio es otra forma de veto.

La Asamblea Regional no es suya, ni del PP, señora Martínez. Es de todos. Y el pasado martes usted lo olvidó. Le pido que no lo vuelva a hacer.


(*) Portavoz del Grupo Municipal MC Cartagena

viernes, 2 de mayo de 2025

Donde no hubo apagón en España (ni en Cartagena) / Juan Carlos M. Torrijos *


El lunes 28 de abril ya ha pasado la historia como el día del "apagón total" o, como ahora gusta decir a mucha gente, el “blackout " español.

Aunque técnicamente el “apagón” no afectó a toda España, pues quedaron a salvo los archipiélagos de Baleares y Canarias, así como Ceuta y Melilla, el territorio peninsular (el español y el portugués) estuvieron casi 12 horas a oscuras. Además, sufrimos otro “apagón informativo” por parte del Gobierno, a lo que ya estamos acostumbrados…, pero eso es “harina de otro costal”.

En lo que no hubo “apagón” fue en la incompetencia, ampliamente demostrada, en la pésima gestión previa del sistema de Red Eléctrica Española (REE).

Donde tampoco hubo “apagón” es en algunos casos, como el que relato a continuación en la ciudad de Cartagena, en lo que creo que se puede calificar, sin temor a equivocarse, como una “incompetencia” municipal para la adecuada gestión de la emergencia o, si se prefiere, como “desidia y menosprecio al ciudadano”. 

Esto sea dicho sin perjuicio de alabar la gestión y la actitud de las policías nacional y local y demás servicios de emergencia ampliamente desplegados, que facilitaron que el “apagón” alterase mínimamente el ritmo de la ciudad; sólo lo que imponía el hecho de no tener suministro eléctrico. También es de destacar la exquisita actitud de los ciudadanos de a pie, apoyándose mutuamente.

Relato mi propia experiencia.

Llego a la ciudad Departamental, como antes se acostumbraba a decir o "trimilenaria" más al uso actual, sobre las 15:15. Una vez estacionado mi vehículo, pensé que la falta de fluido eléctrico y de la consiguiente conexión a Internet, desde hacía ya más de cinco horas, habría llevado a la supresión momentánea de la obligación de abonar la tarifa para aparcar en la zona de aparcamiento regulado (la famosa ORA). Craso error.

A eso de las 15:20, pienso que, por si acaso, tengo que obtener el ticket de aparcamiento, conociendo de sobra cómo se las gastan algunos servicios públicos en esta ciudad. Intento totalmente infructuoso por la falta de fluido eléctrico ya que, aunque los expendedores funcionan con energía luz solar autónoma, no podían conectarse a Internet y, por consiguiente, no se podía realizar el pago con tarjeta (mi caso, ya que no suelo llevar monedas sueltas y no funcionan con billetes).

Abordo a uno de los varios trabajadores de la empresa que gestiona la vigilancia de la ORA, presentes, curiosamente, en la zona y le pregunto si hay que abonar la tarifa correspondiente. Me responde, algo sorprendido por mi pregunta, que claro que hay que pagar ya que las máquinas funcionan con energía solar y lo hacen correctamente. 

Le objeto que de acuerdo, pero que el pago con tarjeta no puedo hacerlo, a lo que me contesta que entonces debo pagar con efectivo (tampoco podía hacerlo mediante la aplicación correspondiente, por la falta de conexión a Internet) y, sin más explicaciones, me deja allí.

Entonces, comienzo a pensar en qué establecimiento de los que me conocen podría solicitar cambio. Y digo de los que me conocen, porque a ver quién iba a uno cualquiera, ya que estaban casi todos abarrotados, llenos de gente. 

Desde los bares (curioso, ¿verdad?) a las ferreterías intentado adquirir un camping gas, ya agotado en toda la ciudad, pasando por los estancos, para comprar cartones de tabaco (se ve que por si se prolongaba el asunto, pues nadie nos decía nada, salvo las emisoras de radio, eso sí, si tenías pilas o la oías en el coche) o las farmacias, que solo dispensaban medicamentos que se pueden adquirir sin recta.

No obstante, inmerso en esos pensamiento y tras otro infructuoso intento de abonar la tarifa de la ORA con tarjeta, me sorprende la señora que justo antes que yo, y que sí disponía de efectivo, había obtenido su ticket, al ver mi enésimo intento por pagar, me ofreció todas las monedas de las que disponía y que no acepté por pura "vergüenza torera".

Al final decido ir a pedir cambio al estanco; cambio con el que pude obtener el ticket reglamentario (que adjunto como prueba de mi testimonio).

Señora alcaldesa, entiendo que ante la situación del apagón estaba usted muy ocupada como para caer en cómo quitar a los ciudadanos de Cartagena una tribulación más: la de tener que pagar el aparcamiento regulado y sólo con monedas. 

Lo del concejal responsable del área correspondiente ya lo entiendo menos. En todo caso, habrá que sumarlo a la lista de "incompetencias" o, casi mejor, a la de las operaciones más allá del nivel de competencia, del responsable.

El caso es que el pasado 28 de abril, el ciudadano “apagado" en Cartagena tuvo que buscar efectivo y, posiblemente, si no lo encontró, tendrá que hacer frente en los días venideros a la correspondiente sanción que le llegará desde el Ayuntamiento.

Desde estas líneas conmino a doña Noelia Arroyo, alcaldesa de Cartagena, a que las multas de la ORA que hayan podido imponerse tras el “apagón", así como lo recaudado por estacionamiento en la zona de la ORA durante el mismo, se dedique a los colectivos más vulnerables de la ciudad, ofreciendo lo recaudado a alguna de las múltiples organizaciones benéficas que operan en Cartagena, como Cáritas, o a las Hermanitas de los Pobres, que tanto hacen por los mayores más vulnerables de esta maravillosa ciudad. Espero que así lo haga y así nos lo haga saber a los ciudadanos.

Por cierto, otro “servicio” que funcionó perfectamente en toda España fue el de los radares de tráfico, alimentados con fuentes autónomas de energía solar. Al menos esos sí que siguieron prestando su inestimable servicio.

Un saludo desde mi atalaya.

 

 (*) Abogado

miércoles, 26 de marzo de 2025

Predicciones fallidas / Fernando del Pino Calvo-Sotelo *

  Salvo en el lluvioso norte, la mayor parte de nuestro país tiene un clima tan soleado que en cuanto empalmamos algunas semanas de lluvia nos quejamos, y cuando de nuevo vuelve a lucir el sol ―como ocurre siempre en la vida― nos cambia el ánimo.

La queja es comprensible y propia de nuestra voluble naturaleza humana, pero también es frívola: el agua es vida, para el campo, para la naturaleza y para el hombre, y los efímeros efectos melancólicos o las incidencias que puedan producir las lluvias no deberían oscurecer los enormes efectos beneficiosos que tanto añorábamos cuando sufríamos la sequía.

Como sucede habitualmente con la meteorología, la corta memoria del ser humano y el sensacionalismo de los medios nos empujan a tildar de «anormal» esta sucesión de lluvias, aunque se repitan irregularmente cada pocos años.

Por otro lado, dado que las precipitaciones no muestran una tendencia clara en el último siglo ―ligero crecimiento en el mundo[1] y un irregular e inapreciable decrecimiento en España[2]―, parece lógico que tras un período de sequía llegue un exceso de lluvias que equilibre la balanza, aunque su concentración en unas pocas semanas no implique necesariamente que el año en curso vaya a tener una pluviosidad extraordinaria.

En realidad, lo más preocupante no son las lluvias, sino el ingente volumen de agua que podría haberse acumulado y conservado y que se ha vertido y desperdiciado por falta de infraestructuras hidrológicas adecuadas. Ése es el verdadero problema.

Dicho eso, estas lluvias son una mala noticia para la propaganda del cambio climático, que prefiere fenómenos como el calor y la sequía que psicológicamente conectan mejor con el sugestionable «calentamiento global». 

Espero que, al igual que nadie piensa que España se haya vuelto como Inglaterra por unas semanas de lluvia, cuando sobrevengan condiciones meteorológicas opuestas nadie crea que el clima de España se está volviendo como el del Sahara.

El fracaso de la AEMET

La AEMET no supo predecir ni el comienzo de la sequía ni su final, y tampoco acertó cuando pronosticó un invierno astronómico «seco», razón por la que ha sido muy criticada. Aunque aplaudo que la Agencia sea objeto de constante escrutinio público, en el caso de su fallido pronóstico invernal la acusación es ligeramente injusta, pues la AEMET fue muy prudente y enfatizó las enormes incertidumbres de su predicción.

En realidad, la Agencia no tiene ni idea de qué ocurrirá durante el siguiente trimestre, pues el pronóstico más largo que puede hacerse en meteorología es de unas dos semanas, aunque en la práctica no exceda de cinco días. 

Por tanto, el único motivo por el que la AEMET finge hacer predicciones imposibles, envueltas en un falso halo científico, no puede ser otro que impostar una capacidad predictiva de la que carece, es decir, puro teatro, y lo adorna con rangos probabilísticos tan amplios como arbitrarios.

Lo que sí debe criticarse de la AEMET es que haya corrompido su carácter científico para convertirse en cheerleader de la propaganda climática, con minifalda y pompón incluidos. 

En efecto, cuando se trata de meteorología la Agencia se protege detrás de las grandes incertidumbres y limitaciones del conocimiento actual del clima. 

Sin embargo, cuando se trata del «cambio climático» realiza profecías con total certeza, y las anteriores incertidumbres y limitaciones desaparecen como por ensalmo.

En otras palabras, con sus predicciones meteorológicas, cuyo nivel de acierto es fácilmente comprobable, la AEMET se tienta la ropa, pero con sus inverificables predicciones climáticas para dentro de un siglo, ancha es Castilla.

Así, la Agencia se saca de la chistera dudosas o inexistentes relaciones causa-efecto que la ciencia maneja con enorme cautela, pues el clima es un sistema complejo, caótico, no lineal y multifactorial del que aún conocemos poco. Pongamos unos ejemplos.

En su propia web la AEMET resalta «el estrecho vínculo entre el cambio climático y los fenómenos meteorológicos extremos». Sin embargo, los fenómenos meteorológicos extremos no han aumentado en frecuencia o severidad en el último siglo. 

Así lo reconoce hasta el IPCC en los capítulos científicos del AR5[3] y AR6: «La evidencia es limitada o no hay señal» de que hayan variado significativamente las precipitaciones, las inundaciones o las sequías, por lo que las afirmaciones al respecto (como la que hace la AEMET) merecen una «baja confianza»[4].

Encontramos otro ejemplo de mala praxis en el torticero aprovechamiento que la AEMET hizo de las altas temperaturas del verano del 2023. En aquel momento un portavoz declaró que íbamos «a tener que añadir en nuestro diccionario meteorológico el término noches infernales»[5]. Obviamente, semejantes afirmaciones no pertenecen al ámbito de la ciencia, sino del amarillismo.

El ritmo de calentamiento global de las últimas cuatro décadas ha sido de menos de 0,15ºC por década[6], ritmo al que las temperaturas tardarían un siglo en subir sólo 1,5ºC (algo por lo demás improbable). 

Además, el planeta tiene temperaturas hoy similares a las que tuvo hace 1.000 y 10.000 años (en el Período Cálido Medieval y en el Máximo del Holoceno, respectivamente), cuando el CO2 era inferior al actual y no había fábricas, meteorólogos o periodistas.

La AEMET también engañó al afirmar que «lo que estamos observando [la ola de calor veraniego del 2023] es consecuencia de las emisiones de gases de efecto invernadero antropogénico». 

Defender esta relación causa-efecto resulta inaceptable. La propia Organización Meteorológica Mundial reconoce que «ningún evento meteorológico concreto puede atribuirse al cambio climático inducido por el hombre»[7]

Además, jamás pueden extrapolarse pasajeras condiciones atmosféricas locales al clima del planeta. En ese mismo verano de 2023, la Antártida vivía un invierno austral extremadamente frío con temperaturas récord (por bajas), y no por eso los pingüinos emperador podían concluir que el planeta se estaba enfriando[8].

La AEMET también omite que el salto de temperaturas del 2023 ha causado perplejidad entre los científicos, que consideran «extremadamente improbable» que haya tenido que ver con el cambio climático[9]

Como la ciencia del clima aún está en pañales, hay diversidad de opiniones: unos lo achacan a El Niño[10], otros a una menor nubosidad en el planeta[11] y otros a la erupción del volcán submarino Hunga-Tonga[12].

Finalmente, cuando otro portavoz de la Agencia dice que «las temperaturas van subiendo conforme lo que dicen los modelos climáticos»[13] demuestra una gran ignorancia o una gran capacidad para mentir, pues es bien conocido que los modelos climáticos siempre han pecado de alarmismo previendo temperaturas muy superiores a las observadas[14].

La complejidad del clima

Dado el absoluto descrédito de la institución, he pensado que sería oportuno recordar épocas pasadas en las que la AEMET aún trataba de ser fiel a la ciencia. Para ello citaré extensamente al físico Inocencio Font (1914-2003), una referencia en la meteorología española del s. XX y cuya gran obra Climatología de España y Portugal (2ª edición) incluye un pertinente apéndice sobre lo que él denominaba «hipotético cambio climático». 

Font trabajó durante casi medio siglo en el Servicio Meteorológico Nacional (luego Instituto Nacional de Meteorología, hoy AEMET), dirigiéndolo sus últimos años de vida profesional.

Como explica Font, desde el final de la última era glacial hace unos 12.000 años la Tierra ha vivido varios períodos climáticos que duran entre 2.000 y 3.000 años, divididos en episodios de pocos siglos que a su vez están subdivididos en subperíodos más cortos que duran decenios. 

Estos muestran «marcadas fluctuaciones» de carácter errático que convierten en engañosa toda extrapolación selectiva de tendencias de series cortas, como hace la propaganda climática.

Respecto a las causas de dichos «cambios climáticos» (en plural) «todavía no se ha llegado a conclusiones satisfactorias», aunque sí se conozcan las variables que influyen en el clima (pero no su ponderación ni interacción exactas).

La primera variable es la cantidad de energía solar recibida por la Tierra, cuya variación depende de las perturbaciones solares y de las «imprevisibles» variaciones de emisiones ultravioleta y de partículas con carga eléctrica (viento solar). 

Aunque Font no lo menciona, también depende de los movimientos de traslación y rotación de la Tierra descritos en los ciclos de Milankovitch, es decir, de su excentricidad orbital, su inclinación axial y su precesión equinoccial.

La segunda variable son las variaciones de origen natural en las concentraciones atmosféricas de gases invernadero, cuyas variaciones sólo son significativas a muy largo plazo, y de aerosoles, cuya principal fuente son las erupciones volcánicas.

 Éstas son «imposibles de predecir» y pueden tener efectos atmosféricos opuestos: las erupciones en superficie (las más comunes) expulsan materia pulverizada y tienden a enfriar el planeta, mientras que las erupciones de volcanes submarinos pueden expulsar enormes cantidades de vapor de agua (el mayor gas invernadero) y tener un efecto calentamiento (como Hunga-Tonga en 2022).

Un tercer factor son los cambios en los océanos, que absorben la mitad de la radiación solar y constituyen el gran reservorio de CO2. Los océanos son inmensos y misteriosos: cubren el 70% de la superficie mundial, tienen una profundidad media de 3.700 m y poseen unas características muy especiales de estratificación de temperatura, densidad, presión, luz y salinidad, con sus misteriosas termoclimas y sus corrientes horizontales y verticales. 

A pesar de su importancia, muchos supuestos «expertos» climáticos carecen de conocimientos oceanográficos.

El cuarto factor son los cambios en el albedo, que es el porcentaje de radiación que refleja la superficie terrestre y que depende de la naturaleza de ésta: los bosques reflejan poco (5-10%), mientras que el hielo y la nieve pueden reflejar el 100% de la radiación. 

Influye especialmente —por su feedback positivo— la extensión de los casquetes polares, que muestra «diferencias muy considerables, tanto de un año a otro, como entre décadas o siglos». 

Por eso, nunca deben proyectarse variaciones a corto plazo, como hace constantemente la propaganda del cambio climático.

Por fin, la quinta variable es la influencia de la actividad humana en la emisión de gases invernadero. Font aclara que el ligero calentamiento atmosférico medido en el s. XX «se mantiene todavía dentro de la variabilidad climática natural», pero defiende que el motivo más probable sea la quema de combustibles fósiles.

El problema de las nubes

Un calentamiento terrestre provocará un aumento de la evaporación y de la nubosidad. Por ello, a todos los factores anteriormente mencionados se une la ambigua influencia de las nubes, cuyo balance es casi imposible de modelizar y cuantificar debido a que no «depende únicamente de la cantidad, sino también de sus tipos y distribución geográfica».

Las nubes producen un feedback contradictorio. Por un lado, al “hacer sombra” a la radiación solar, aumentan el albedo y enfrían; por otro lado, si atendemos a su efecto invernadero, calientan. 

En verano un día nublado es más fresco que un día soleado, mientras que en invierno suele ser al revés: los días despejados suelen ser más fríos que los nublados. 

El neto posiblemente contribuya al enfriamiento, lo que explica que recientes estudios hayan ligado el ligero calentamiento global de las últimas dos décadas a «variaciones naturales en la nubosidad y en el albedo»[15].

Por lo tanto, el CO2 de origen antrópico es sólo una pequeña variable de un sistema cuya característica fundamental es la complejidad, la imprevisibilidad y una medida temporal de escala geológica (miles o incluso millones de años) que convierte en fútil y engañoso la extrapolación de tendencias de años o décadas.

Los modelos climáticos

El alarmismo climático-apocalíptico se basa en escenarios poco realistas introducidos como inputs en modelos matemáticos de previsión climática que Font describe con escepticismo como «meras simulaciones artificiales de un sistema natural tan complicado y del que tenemos aún un conocimiento tan precario que hace inevitable la incertidumbre de sus predicciones».

En este sentido, el aumento de la capacidad de computación no implica un mayor conocimiento del clima; el ordenador se ha vuelto más listo, pero el hombre, no. Es más, los modelos sufren una maldición que tiene perplejos a los matemáticos: cuanto mayor es el número de variables que manejan, peor es su capacidad predictiva. A mayor complejidad y parametrización, menor precisión.

Por ello, sería deseable que los supuestos profesionales de la AEMET enfatizaran la «inevitable incertidumbre de las predicciones» no sólo cuando hacen predicciones meteorológicas, sino cada vez que hablan de cambio climático.

¿Qué hacer respecto de los cambios climáticos?

«El hombre no tiene poder para evitar el recalentamiento de la atmósfera, ni mucho menos para estabilizar el clima». 

Es posible que esta afirmación sea lo más relevante de la citada obra de Font, que además rechaza una reducción brusca de emisiones globales, pues implicaría «el colapso de la economía mundial», es decir, pobreza, hambre, muerte y guerra. Eso es a lo que nos conduce la suicida política europea de «cero emisiones».

Asimismo, Font se muestra muy poco preocupado con la posibilidad de un aumento descontrolado de la temperatura terrestre: «Aunque las emisiones de gases invernadero sigan creciendo, el calentamiento tendrá un límite, alcanzado el cual (…) la temperatura media global se mantendría constante, independientemente de cualquier incremento posterior en la concentración de dichos gases». 

Este fenómeno es conocido como la saturación del CO2, y significa que, a partir de cierta concentración de este gas residual, su efecto invernadero prácticamente desaparece.

Por todo ello, ante estas realidades «no cabe más actitud que la resignación, aceptando la impredecibilidad climática como una de las muchas limitaciones que la Naturaleza impone a nuestras actividades». El hombre no es Dios.

El insoluble problema de la predicción climática

Hoy en día, la férrea dictadura del poder y del dinero ha corrompido a la ciencia, que siempre fue una profesión pobre dependiente del mecenazgo. Pero hace un cuarto de siglo la ciencia era mucho más libre, y por eso Font se permitía escribir algo que hoy le condenaría a la hoguera: «También pudiera ocurrir que, a la larga, una vez pasado el período de adaptación a las nuevas condiciones climáticas, el balance final de las repercusiones económico-sociales resultase más bien beneficioso que perjudicial para el conjunto de la Humanidad».

Y continúa: «Respecto a la actitud de los climatólogos, nos parece que lo más acertado sería que en lugar de dedicar tanto esfuerzo y dinero en tratar de resolver el insoluble problema de la predicción climática pusieran mayor énfasis en la investigación de la naturaleza y comportamiento del sistema climático de la Tierra, así como en las causas de los cambios climáticos (…)».

Amén.

(*) Economista