José
Antonio Primo de Rivera dijo que había que romper las urnas a
martillazos (“...el ser rotas es el más noble destino de todas
las urnas”) igual que el ordenador de Bárcenas o igual que el
libro de Nietzsche “Filosofando a martillazos”. No estoy
de acuerdo con esta afirmación porque lo que hay que hacer es
vigilar la contabilidad de los votos para que no haya trampas.
Antes eran las urnas y ahora son los ordenadores lo que debe
vigilarse, porque las trampas son más sutiles.
Actualmente en España el recuento de los votos lo lleva la empresa
Indra, a través de un programa informático, y no tengo noticias de
que ningún partido político haya pedido el código fuente de dicho
software con el fin de ser analizado por un grupo de expertos
informáticos nombrados por cada partido para asegurarse de que no
haya trampas contables.
EL GRAN FRAUDE
La victoria del Frente Popular en el 36 fue un pucherazo
demostrado por los historiadores actuales cuando analizaron las
actas manipuladas con falsificaciones en el recuento de votos. Hubo
un 'baile' de 50 escaños a favor de las izquierdas. Una
investigación de cinco años de dos profesores universitarios de la
Rey Juan Carlos Manuel Álvarez Tardío y Roberto Villa García,
autores de “1.936: Fraude y Violencia”.
El libro supone, según el historiador Stanley G. Payne, "el
fin del último de los grandes mitos políticos del siglo XX",
ya que desmonta el mito de la Segunda República como un paraíso
democrático. Más votos que votantes censados, lacres rotos,
papeletas que aparecen y desaparecen, tachaduras, borrones y
raspaduras en los sobres...
Hubo actas con raspaduras y dígitos cambiados para añadir
más votos que los reales a los candidatos del Frente Popular en
Jaén, donde hubo urnas con más votos que votantes; recuento
adulterado gravemente en La Coruña; fraude en Cáceres, Valencia
-con escrutinios a puerta cerrada sin testigos- o Santa Cruz de
Tenerife; desvíos de votos en Berlanga, Don Benito y Llerena para
perjudicar a la CEDA etc.
Al menos cincuenta escaños, el 10% del
total, cambiaron de color esos días ante la pasividad de Azaña
y la presión de la calle. Si a los 240 asientos conseguidos por el
Frente Popular se le restan los que fueron fruto del fraude, las
izquierdas solas no habrían llegado al Gobierno.
JOSÉ ANTONIO
Aunque dijo que “la violencia puede ser lícita cuando se emplea
por un ideal que la justifique” en los cuatro meses que
mediaron hasta su muerte, Primo de Rivera suavizó su discurso y
fue la gran oportunidad perdida para reconciliar ambos bandos en
la guerra civil española. Pidió que se le permitiera salir de
prisión, con el fin de realizar una gestión en el campo rebelde
orientada a la terminación de la guerra civil y al sometimiento de
los militares y civiles rebeldes contra la República, al gobierno
legítimo.
Hablaba también de unas soluciones intermedias que podrían
ser base de esa negociación; pero recalcaba, insistía, en la
necesidad de que se pusiera término a la contienda que se había
iniciado, porque creía él, como español, que la contienda
sumiría en el caos y en la ruina a la patria.
Redactó un guion que ocupaba una hoja por ambas caras en el que se
analizaba la situación política y se definían una serie de
acuerdos para acabar con la contienda. En otra hoja aparte se
encontraba la lista de nombres que formarían el gobierno de
reconciliación.
El plan contemplaba el acatamiento a la legalidad
de la República y una amnistía para los sublevados. El
gobierno de reconciliación estaba formado, principalmente, por
republicanos moderados y no figuraba ningún militar. Pero el
plan no fue tenido en cuenta por el Gobierno y, los militares
rebeldes no habrían depuesto las armas ante tal propuesta.
Fracasados los intentos de canje de José Antonio, se
desarrollaron varias operaciones tipo comando, con el
conocimiento y la aprobación de Franco. Dos de estas operaciones se
realizaron con la colaboración del Tercer Reich alemán. En
ellas se contaba con el apoyo de la delegación diplomática alemana
en Alicante, se disponía de dinero para sobornar a quienes lo
custodiaban e intervinieron torpederos alemanes para acercarlos al
puerto alicantino. Pero estas operaciones fracasaron porque los
alemanes pensaron que no convenía tener dos líderes en el bando
insurgente, y fue condenado a muerte por conspiración.
CULTO AL MÁRTIR
La figura del mártir, ampliamente explotada en los años
siguientes, resultó más útil y menos incómoda que
la del líder político. Además, mientras Primo de Rivera
permaneciera vivo pero «ausente», los líderes de Falange no
intentarían dotarse de un nuevo líder, siendo así más manejables
por la voluntad de Franco de concentrar todo el poder en sus manos.
Se ha especulado sobre si desde el bando sublevado se hizo o no lo
suficiente para preservar su vida. Las relaciones de Primo de
Rivera y Franco nunca fueron buenas. Primo de Rivera se negó a
que Franco figurara junto a él en la lista de candidatos en las
elecciones por Cuenca y Franco, posiblemente, no le perdonó esa
actitud.
Lo cierto es que la muerte de Primo de Rivera facilitó a Franco
la posterior manipulación de la Falange.- Ramón
Serrano Suñer relata en sus memorias: «Respecto al mismo
José Antonio no será gran sorpresa, para los bien informados, decir
que Franco no le tenía simpatía. Había en
ello reciprocidad pues tampoco José Antonio sentía
estimación por Franco y más de una vez me había yo
—como amigo de ambos— sentido mortificado por la crudeza de sus
críticas».
Sin embargo, una vez muerto, llegó a ser
objeto del más extraordinario culto al mártir de toda Europa
contemporánea.
(*) Periodista