Canadá
celebra el 150 aniversario de su “Confederación”, y está considerado
mundialmente como uno de los estados desarrollados más auténtico,
vibrante, creativo y diverso. Fue seleccionado como el de mejor
reputación entre los componentes del G-20, según encuesta de Reputation Institute
llevada a cabo en 2015.
Canadá es un país ejemplar si consideramos su
crecimiento continuado, su consolidado bienestar social y sus excelentes
relaciones internacionales siempre equilibradas y beneficiosas para
ambas partes, donde no se conocen egoísmos partidistas, ni
incumplimientos en sus acuerdos bilaterales de libre comercio en los
aspectos laborales, sociales y colaborativos.
Este
gran país ha sido construido al ir incorporando culturas de todo el
mundo. Una de las más importantes, pero poco conocida, fue la española,
que ayudó a forjar el paisaje de la hoja de arce. Todo empezó en el
siglo XVI, cuando los balleneros vascos, primeros invasores, llegaron
hasta la costa de Terranova y de Quebec y fundaron factorías para la
transformación de la grasa de las ballenas en aceite como energía para
iluminar los hogares en Europa.
En
el siglo XVIII fueron también los españoles los primeros en llegar a
las costas del oeste, antes de existir Canadá como país: estudiaron las
costumbres indígenas y dieron nombre a numerosas islas y estrechos.
Posteriormente
llegaron algunas expediciones científicas que, como las de Bodega y
Quadra, ayudaron a estudiar y descubrir los orígenes y costumbres del
país. Fue a principios del siglo XIX cuando empezaron a llegar oleadas
de inmigrantes de todo el mundo y da comienzo la “operación bisonte”,
la llegada de parejas procedentes de Aragón y de Galicia que se
instalaron en Quebec, contribuyendo ejemplarmente al desarrollo mediante
creatividad y trabajo.
Vemos pues la
influencia española en el nacimiento de la cultura canadiense y en su
desarrollo posterior, que han servido de base para las actuales
excelentes relaciones, no sólo económicas, sino también diplomáticas y
culturales. España, como miembro destacado e influyente dentro de la
Europa comunitaria, está colaborando y esforzándose por conseguir la
ratificación del acuerdo comercial bilateral Europa-Canadá (CETA por sus
siglas en inglés), de trascendental importancia e indiscutibles
beneficios económicos y sociales, como veremos.
Tratado comercial bilateral de la Unión Europea-Canadá
La
negociación del tratado se inició hace más de siete años, cuyo objetivo
primordial fue la supresión de los derechos arancelarios en casi todos
los productos, salvo alguna excepción, para pasar una vez cumplidos los
primeros siete años a la exención total, creando un mercado libre que
puede calificarse de líder internacional. El Acuerdo Económico y
Comercial Global (AECG) fue objeto de un estudio conjunto de impulso al
comercio bilateral que debe calificarse como histórico, cuyos beneficios
potenciales superarían los 12.000 millones de euros para la economía de
cada una de las dos grandes potencias, que contribuiría a un
crecimiento estable a largo plazo.
El
acuerdo CETA se integra en un total de 1.598 páginas, fue negociado
entre ambas partes por expertos del más alto nivel y recoge todos los
aspectos necesarios para un desarrollo económico equitativo, equilibrado
y libre de tendencias ideológicas. No se verán afectadas las medidas
legales para la salud pública, el medio ambiente y la seguridad
ciudadana. El convenio podría traducirse en la creación de más de
190.000 nuevos empleos, en un mercado de consumo de 540 millones de
habitantes en conjunto.
Su
contenido y las exenciones arancelarias favorecen a casi todo el tejido
empresarial (en especial a la pequeña y mediana empresa), y abarca a
casi todos los sectores, entre otros: equipos y maquinaria industrial,
productos químicos, plásticos y asimilados, agrícolas y derivados,
contratación pública y con las grandes empresas del sector energético
(de especial interés para España); sin olvidar las empresas de
servicios, que ocupan un alto porcentaje de toda nuestra actividad
económica.
Para
que el desarrollo sea sostenible, en el convenio se contiene la
creación de un Foro mixto que permitirá a las organizaciones de la
sociedad civil el diálogo y solución de todo tipo y aspecto de las
relaciones comerciales. Ambas partes acordaron conservar el pleno
derecho de legislar en favor del interés público, y más concretamente
cuando se trate de medidas protectoras de la salud de las personas, de
la fauna y la flora.
De
lo expuesto se confirman las ventajas, el equilibrio y la generosidad
del Acuerdo Económico y Comercial Global, redactado libremente por las
comisiones técnicas de ambas partes para un impulso del comercio
bilateral, especialmente interesante para la UE.
Reacciones contradictorias en la Unión Europea
Si
la Federación Canadiense actúa con unidad de criterio y con el único
objetivo del bien económico-social general, la UE sigue sin resolver su
problema constitucional, la diversidad jurídica y la total independencia
de sus países miembros que, en demasiadas ocasiones, imposibilita el
consenso necesario en el Consejo de Ministros de Comercio de la Unión,
impidiendo la firma de cualquier acuerdo de libre comercio bilateral
internacional.
El
desacuerdo y la prolongación en el tiempo de cualquier proyecto nos
aleja de los beneficios que otorga la economía global e impide nuestro
crecimiento, ya que la dificultad de aunar voluntades hacia objetivos
imprescindibles para el crecimiento económico y del PIB de la UE ha
conducido al fracaso de algunos intentos comerciales del pasado y
especialmente del CETA, que ha ocasionado la pérdida de confianza en la
UE como potencial socio de tratados comerciales.
Desde
el comienzo de la tramitación del tratado que nos ocupa se han sucedido
varias peticiones, algunas de urgencia, para impedir su entrada en
vigor. Recordemos algunas:
El Tribunal
Constitucional alemán recibió solicitudes en firme en este sentido. El
ministro de Economía de Alemania, Sigmar Gabriel, defendió el tratado
consiguiendo desestimar estas peticiones.
El
Parlamento de la región belga de Valonia vetó la firma del acuerdo. El
ministro belga de Exteriores consiguió superarla integrándola en la
posición positiva del Gobierno federal belga.
Otros
países como Bulgaria y Rumanía fueron reticentes a la firma del texto
por considerarlo en principio antidemocrático, aunque al final dieron su
conformidad.
En
España, en cuanto al Tratado de libre comercio CETA, a pesar de que en
principio prestaron su conformidad, se ha dado un giro de ciento ochenta
grados por algún partido político que decidió su no ratificación ni
apoyo.
El
acuerdo, que lleva siete años de negociación, ya negociado a varias
bandas, cuenta con el visto bueno de los Veintiocho y de la Eurocámara,
pendiente sólo de la ratificación de los parlamentos nacionales, y no
debe olvidarse que cumple con lo establecido en los convenios de la
Organización Internacional del Trabajo y con los estándares sociales y
medioambientales, pero queda sometido a la diversidad de criterios
debido a los cambios electorales en algunos parlamentos nacionales que
pudieran obstaculizar y retrasar el proceso de ratificación.
Es
necesario sincronizar y unificar a todos los países componentes de la
Unión Europea, sin lo cual, a pesar de los indiscutibles beneficios
económicos y sociales del CETA, habremos perdido no sólo el mejor de los
tratados comerciales, sino que la economía global no volverá a creer en
Europa.
(*) Economista y empresario