La Última Cena, Jesucristo se retiró a orar al Huerto de los
Olivos. Su condición humana le advertía del sufrimiento que le esperaba.
Y dicen las crónicas de la época que aparecía deprimido y desolado,
entre otras cosas porque encontró a los suyos relajados, disfrutando de
un profundo sueño, y con ellos, además, convivía el iscariote que lo
traicionó por treinta monedas. La noche de Getsemaní es un episodio que
se repite una y otra vez a lo largo de la Historia.
Tras
Es
sorprendente que la política nos preste involuntariamente algunas
metáforas tan evidentes. El pasado viernes, también el presidente de la
Comunidad, tras tener noticia del principio de las actuaciones
judiciales que lo conducirán inexorablemente a su imputación, se instaló
bajo el Olivo Gordo de Ricote, un árbol al que le faltan sólo mil años
de edad para ser contemporáneo del oliveral de Getsemaní, y bajo su capa
protectora, eterna, inmutable e imperecedera, rodeado por sus
discípulos, en este caso despiertos, pero quién sabe si prestos, alguno o
algunos de ellos, a cobrarse la pieza, declamó su teoría sobre la
diferencia entre corrupción e irregularidades administrativas, con tal
convicción que implícitamente vino a admitir, de entrada, la existencia
de estas últimas.
No pudo Pedro Antonio Sánchez elegir marco más
adecuado para escenificar el inicio de su 'pasión judicial' que ese
retiro a la sombra del olivo, imagen viva en este contexto de La Oración
del Huerto tan recreada en las celebraciones murcianas de Semana Santa,
uno de los iconos salzillescos más dramáticos y bellos.
La pata y la mano
«No
me investigan por corrupción, sino por un asunto administrativo»,
proclamó PAS bajo el olivo. Si aceptamos ese supuesto, le valdría para
no dimitir en caso de ser imputado, atendiendo a la literalidad del
compromiso que firmó con Ciudadanos, en el que consta 'corrupción
política' como apellido necesario para acatar ese pacto. Pero un
político puede ser condenado también por 'irregularidades
administrativas', y esto conllevaría idénticas responsabilidades de
dimisión, en tal caso no ya voluntarias, sino forzosas. Y más si para
liberarse de la impregnación del término 'corrupción' se acepta de
antemano la existencia de 'irregularidades' como mal menor. Pero por
meras irregularidades han sido inhabilitados judicialmente para el
ejercicio de la política varios alcaldes de esta Región. De modo que la
diferencia entre corrupción e irregularidades, a los efectos, suele
tener las mismas consecuencias.
En realidad, la respuesta pública
de PAS a la toma de posición del TSJ sobre el 'caso Auditorio' es una
traducción de un lema que hemos visto repetido con frecuencia en los
últimos tiempos, entre otros, y esto podría ser un alivio para el
presidente murciano, por el líder nacional de Ciudadanos, Albert Rivera:
«No es lo mismo meter la pata que meter la mano». PAS está a punto de
aceptar que pudo meter la pata, pero en modo alguno que metiera la mano.
Y es cierto, y esto conviene volver a reflejarlo, que la acusación no
incluye ese supuesto, aunque la 'pieza separada' de la jueza de Lorca
sigue indagando en el destino de los fondos públicos de la subvención
para la construcción de Auditorio, si bien los propios peritos de la
Fiscalía confirmaron que en las obras se invirtió el total de dicha
subvención.
Ahora bien, 'meter la pata' puede conllevar asimismo
responsabilidades judiciales y, desde luego, políticas. Por dos razones:
nadie puede estar en la conciencia de nadie para saber con certeza si
la 'metedura de pata' es involuntaria, y dos, porque los políticos que 'meten la pata' muestran, antes que nada, su condición de malos
gestores. Ser un mal gestor, aunque no se sea a la vez corrupto, no es
precisamente un aliciente y menos de algo de lo que se pueda presumir.
(Paréntesis:
La primera vez que escuché la expresión sobre la pata y la mano fue
allá por 1995, en un mitin del hoy exalcalde de Murcia Miguel Ángel
Cámara, en la pedanía de Puente Tocinos: «Podemos meter la pata, pero no
meter la mano», dijo. Años después hemos sabido que lo único que no
metía era la tarjeta de crédito en los cajeros).
No dimitirá
La
pregunta es: ¿dimitirá PAS? La respuesta es obvia: de ninguna de las
maneras. El argumentario que maneja es claro al respecto. Por tanto, hay
que plantear una cuestión añadida: ¿podrá resistir? De momento no hay
síntomas de que deba sentirse inquieto. Lo apoya la dirección nacional
con el mismo esquema de respuestas que esgrime San Esteban.
Sin embargo,
este es su talón de Aquiles, pues ya se ha visto que si la presión es
asfixiante para Rajoy, como en el caso Rita Barberá y otros anteriores,
desde Génova no dudan en soltar lastre. Se puede asegurar que de ahí, y
solo de ahí, podría proceder la única posibilidad de presión efectiva
para que se retirara antes de que el desarrollo de las causas judiciales
que lo enfocan resulten, si llegara el caso, de consideración
inexcusable.
Ningún problema en lo que se refiere a la oposición
murciana, no olvidemos que mayoritaria en la Asamblea. Si Ciudadanos,
cuando se aclare sobre sus propias dudas sobrevenidas acerca del momento
procesal oportuno en que corresponde pedir la dimisión de un cargo
público, decidiera exigir la dimisión del presidente, se quedaría
mirando a Palencia, pues ¿qué podría hacer si el presidente lo ignora?
Solución: una moción de censura. Pero ¿apoyaría Ciudadanos un Gobierno
presidido por el líder del siguiente grupo con mayor representación
parlamentaria, el PSOE?
Impensable en el actual contexto político en que
Rivera se está reconvirtiendo de socialdemócrata a liberal. Aparte de
que a Ciudadanos no le bastaría con concertar con el PSOE, pues tendría
que hacerlo también con Podemos, y esto sí que no casa, empezando porque
Podemos, por muy errejonistas que sean en Murcia, no dará nunca su
apoyo a un Gobierno presidido por González Tovar, a quien consideran un
político menos consistente que el propio PAS.
La moción de censura está,
pues, descartada, salvo para el líder socialista, quien sin duda ve en
la encrucijada judicial del presidente la oportunidad para reivindicarse
como alternativa, lo que le valdría salvar su cabeza en el interior del
PSOE. Nada agradecería más González Tovar que tener la oportunidad, en
las previas a que se resuelva la crisis nacional de su partido, que
poder ofrecer a la Gestora o la propia Susana Díaz, a la que se opone
ahora con Patxi López y antes con Pedro Sánchez, una presidencia
socialista en Murcia que lo haría indiscutible como secretario general.
Atentos al ´establecimiento´
Pero
esta flor no se la va a regalar Podemos y Ciudadanos, por mucho que
estos partidos se afanen en pedir la cabeza de PAS si éste se resiste a
dimitir con la imputación a cuestas, en caso de que ésta llegara. En
cuanto a Ciudadanos, se da la contradicción de que, a punto de
considerar las posibilidades para entrar en el Gobierno del PP, el pacto
que firmaron con PAS les obliga a ser estrictos en su cumplimiento,
pues no se olvide que los pactos a dos los firman dos. La paradoja es
que si el reclamo para la dimisión de PAS viene de fábrica en los casos
del PSOE y Podemos, en lo que respecta a Ciudadanos, que es el partido
que a estas alturas menos interés tiene en forzarla, se verá obligado a
ser el más radicalmente exigente, pues les quema la firma de su líder en
el texto del acuerdo de investidura.
Hay otro aspecto de la
cuestión que favorece a PAS en este calvario que ha empezado a atravesar
(para el que, dicho sea de paso, estaba plenamente mentalizado y
preparado) y es la posición del 'establecimiento' murciano. No
tardaremos en escuchar, desde las más diversas instancias, reclamos
acerca de la estabilidad política, la necesidad de una gobernabilidad
tranquila y de evitar las interferencias de las crisis políticas en la
recuperada dinámica del crecimiento y del empleo. Es verdad que estas
apelaciones son y serán como oraciones para provocar la lluvia, pues la
situación de PAS no depende ya del todo de las posiciones políticas de
unos u otros, sino de resoluciones judiciales en marcha.
Por tanto, da
igual que se exprese el pesar por el hecho de que de nuevo Murcia se
adentre en un proceso de inestabilidad política cuando hay un
determinismo judicial que, de expresarse en modo condenatorio, solo
merecería reproche para quienes han incurrido en causa de irregularidad y
para quienes, a sabiendas de que esta situación podría ser previsible,
aceptaron el riesgo de apostar por un presidente que presentaba alguna
avería.
En este contexto, no llama ya ni quiera la atención que el
valedor de PAS en el acto de adhesión de Alcantarilla del pasado viernes
resultara ser Valcárcel, un avalista incómodo, pues él mismo ha sido
investigado en el caso Novo Carthago, lo que ha conllevado la difusión
de datos poco edificantes en relación a sus intereses próximos, y es
además el protagonista de una gestión (aeropuerto, agua, Ave,
desaladora, autopista, urbanismo a la carta y una docena más de
etcéteras) ante la que la construcción del Auditorio de Puerto Lumbreras
constituye un simple lunar.
Por otro lado, aunque la hipocresía sea una
redundancia en relación a la política, es probable que quienes escuchan
de Valcárcel, en privado pronunciamientos sobre PAS se vean
sorprendidos por los que emite en público.
Una rueda irreparable
Lo
más grave para el PP en estas circunstancias no es que, en el peor de
los extremos, se viera obligado a reparar la rueda. Lo ha hecho en
muchas circunstancias y ocasiones, y es por esto que digo que ahí está
la gran debilidad del presidente en este momento, es decir, en que los
condicionantes de la política nacional condujeran al PP a dejarlo caer
si la presión se hiciera insoportable. Lo peor es que el PP murciano no
tiene una rueda mejor.
PAS es el líder indiscutido de las generaciones
postValcárcel, el que lo ha salvado de la molicie después de que los
grandes proyectos de gestión encallaran y se convirtieran en fardos para
la economía regional. Es un político hábil, con inteligencia para
manejarse en condiciones adversas y para sacar brillo al carbón. Cuenta
con una fuerte y extendida adhesión interna que es intransferible a otro
líder de repuesto en estas circunstancia, y se ha hecho un hueco entre
los lobatos que aspiran a relevar a Rajoy. De modo que su revés es el
mayor desastre a que podría enfrentarse el PP murciano.
El pasado
viernes, en una metáfora inconsciente, PAS oró y peroró junto a los
suyos bajo el Olivo Gordo tal vez en un intento de cambiar las Sagradas
Escrituras y borrar de ellas la escena del prendimiento.
(*) Columnista