
De momento no le vamos a poner rostro al posible sucesor de Ramón Luis Valcárcel en la presidencia de la Comunidad Autónoma, si es que se cumplen los rumores y el todavía presidente se marcha a otra responsabilidad o a donde le pete antes de que termine su legislatura. Y no le vamos a poner rostro por varios motivos incontrovertibles y, como diría Mariano Rajoy, de “sentido común”.
El primero, que a día de hoy no hay sucesor ni nada que se le parezca. No lo habría incluso en el caso de que el presidente le hubiese confirmado al interesado que deja en él la regencia hasta nuevas elecciones. Si me apuran, ni siquiera si el sucesor fuera aclamado por las huestes populares mediante una ceremonia cesárea en la que Valcárcel le ofreciera y el sucesor rechazara por tres veces la corona a título de Rey de Roma. Podría ser perfectamente que el sucesor se acostara ungido la víspera y al día siguiente se encontrara a otro en la portada de los periódicos, o al mismo, o sea, a Ramón Luis.
En célebre frase del alcalde de Murcia, Miguel Ángel Cámara, “aquí no hay nada hasta que la cosa está presentada en los juzgados”. Poco me parece. Aquí no hay nada hasta que la cosa ya ha aparecido negro sobre sepia en el Boletín Oficial de la Región, e incluso después todavía pueden pasar cosas. Porque los precedentes en el PP regional no son muy apetecibles para que nadie vaya por ahí de sucesor “in mente”, “in pectore”, “in vigilando” o “in itinere”.
Todos, absolutamente todos los tenidos, e incluso celebrados, como posibles sucesores de Valcárcel han terminado en destinos que desde luego no eran los proyectados. Durante las primeras legislaturas se habló de aquello que nadie sabía lo que significaba que era lo de la “sucesión natural”.
El “sucesor natural” de Valcárcel era su vicepresidente, Antonio Gómez Fayrén. La buena sociedad murciana jugó, incluso, a decir que prefería a Antonio antes que a Ramón Luis, en todos los foros en los que se personaba la crema de la pomada, lo cual maldito el favor que le hizo a Antonio, que me consta que se lo llevaban los demonios cada vez que le venían con el rollo, y que Valcárcel se cobraría vengándose cumplidamente de esos mismos quinientos apellidos de la calle Trapería. En aquella desconfianza de Ramón Luis hacia Antonio jugó un papel indispensable esa buena sociedad, tan putrefacta, que hundió con el elogio, cosa que a Antonio le ha costado muchos años paliar (como que sigue en ello).
Después de aquellos episodios vinieron los acaecidos con el entonces consejero de Sanidad, ex secretario general de la presidencia y brevísimo delegado del Gobierno, aparte de no mucho más duradero consejero de Medio Ambiente Paco Marqués. Un día, Valcárcel dijo lo que luego ha vuelto a decir muchas veces, que se iba. Lo dijo, y se paró a mirar. Y lo que vió no le gustó. “He visto a gente pasar con las zapatillas puestas en la carrera por la sucesión”. Nunca le pregunté a Marqués, cuya ausencia de la política sigue siendo, junto con la de Rodrigo Rato, el mayor despilfarro que está cometiendo el PP, qué número de zapas calzaba. Nunca le ví hacer ningún movimiento en ninguna carrera.
Pero bastó con que alguien dijera al presidente que Marqués había sido visto entrenando para, por segunda vez, hacer que las posibilidades de alguien se extinguieran por aburrimiento o delicuescencia. Marqués, cercenadas sus posibilidades de crecer dentro de la administración del Estado después de la debacle electoral provocada por el 11-m y aburrido de ser sólo consejero, eligió la empresa privada. Él perdió mucho con eso, menos dinero, claro. Pero sobre todo perdimos los demás. Confío en que algún día vuelva.
Muchos ponen rostro, rellenito, por cierto, al posible y más reciente sucesor de Valcárcel en su sillón presidencial, si se cumplen los rumores provinientes de Génova, 13 de que éste se va a un puesto principal en las elecciones europeas. Pero cada vez que le saco el tema al que no se debe llamar “interfecto” (interfecto quiere decir “cadáver”) se me escurre por las rendijas. Ni mentarlo. Da mal fario aventar esa posibilidad.
Bueno, más que mal fario, es que de cien posibilidades, cien, te encuentras la cabeza del pura sangre entre las sábanas de raso, a la mañana siguiente, en una oferta para quitarte de enmedio que no puedes rechazar.
Biografía
Debe haber tenido responsabilidades desde abajo y debe haberle dado bien tanto a vela como a motor, en la administración como en el partido. Buen orador, no debe significarse por su elegancia extrema, ni por todos aquellos atributos que, para ser un líder cercano en esta comunidad autónoma tan escasamente refinada, se convierten en defectos. Por tanto, tampoco debe ser guapo.
Para guapo ya teníamos al ex secretario general del PSRM-PSOE, Ramón Ortiz, probablemente el rostro más fotogénico que ha pasado por la política murciana en su historia. Ni que decir tiene que el sucesor no debe estar implicado en ninguna sospecha de escándalo. Limpio como un rorro. Y tal vez también tan peladito y sonrosado.
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