
Portavoz del PSRM-PSOE
Una de las principales responsabilidades de los gobiernos –sean locales, regionales o nacionales– es crear el ambiente necesario para que la economía funcione adecuadamente y los ciudadanos puedan vivir con dignidad de su trabajo. Las distintas experiencias históricas han demostrado que los gobiernos no deben sustituir a los empresarios, y mucho menos entrar en oscuras connivencias, pero sí están obligados a establecer reglas de juego claras y transparentes para asegurar a todos ellos la igualdad de trato, y a enfocar la orientación económica hacia el beneficio colectivo.
En la Región de Murcia vivimos una situación económica teóricamente buena pero que tiene, a mi juicio, los pies de barro y está condenada a estallar si no corregimos rápidamente sus graves defectos estructurales. Los altos índices de empleo y crecimiento económico se basan en un modelo simple: ausencia de reglas, permisividad absoluta para casi todo, construcción masiva y apoyo a la agricultura intensiva en las grandes explotaciones (que requieren muchísima mano de obra no cualificada y es altamente rentable). La especulación sobre el suelo añadida (en los diez últimos años ha aparecido tanto suelo recalificado como existía hasta entonces) ha hecho inmensamente ricos a unos pocos –aunque haya habido migajas para muchos– haciendo aparecer una clase de “nuevos ricos” que han invertido a su vez en mayor especulación y mayor construcción salvaje.
La recalificación masiva y la construcción de “resorts” está destruyendo los espacios naturales de la región, y acabando con los “encantos turísticos” que precisamente se esgrimen como reclamo publicitario. Los extranjeros pueden hablar raro, pero no son tontos: pronto dejarán de comprar viviendas en una región llena de asfalto, que no ha sabido además planificar su crecimiento y empieza a generar ya problemas de tráfico, saturación de hospitales, ausencia de centros escolares etc. No se está invirtiendo en turismo, no está ahí el negocio: sólo en la venta del pisito, y después ya no hay beneficios para nadie; sólo gastos para la sociedad que deberá soportar una población más o menos estable, improductiva y consumidora de servicios e infraestructuras.
El capital regional ya no invierte en industria; ¿para qué, si con una inversión mucho menor es posible, en muy corto plazo, alcanzar beneficios inmensamente mayores, y sin arriesgar nada ni competir en el mercado?. Por eso nuestro tejido industrial tradicional se ha desmoronado en los últimos años, y por eso estamos perdiendo el tren de las nuevas tecnologías, de la innovación, del desarrollo tecnológico. En porcentajes relativos la industria va pesando cada vez menos en nuestra región, si exceptuamos la directamente ligada a la construcción y que para pervivir necesita forzosamente de ésta.
La agricultura tradicional también ha entrado en crisis: ya no es rentable, ni puede competir con las enormes producciones, mucho más modernas, de las grandes empresas agrícolas; o con los precios mucho más bajos del norte de África. La Consejería de Agricultura de Murcia ha acabado con los programas de apoyo a la pequeña explotación agraria que puso en marcha el lamentablemente fallecido Antonio León en época del gobierno regional socialista. El Consejero Cerdá se pasa todo el día hablando de agua, pero no toma una sola medida para proporcionarla a los campos (está construyendo una desaladora y ya ha dicho que es sólo para las nuevas urbanizaciones), y además sabe que el verdadero problema de la agricultura regional no es la falta de agua, sino la falta de competitividad y de precios para los pequeños agricultores.
El modelo de construcción masiva y agricultura intensiva en grandes explotaciones necesita, forzosamente, de abundante mano de obra, a precios muy bajos y en absoluto estable: de ahí la necesidad de admitir a miles de inmigrantes, esos mismos que la derecha desprecia frecuentemente y a la que hace culpable de la inseguridad ciudadana…
Si no ponemos remedio, cuando dentro de unos años, no muchos, el suelo se haya agotado, la región no soporte más habitantes y el deterioro de los servicios y del medio ambiente frene la demanda de vivienda se producirá un parón terrible de la economía regional y se generarán grandes bolsas de desempleados, nacionales e inmigrantes, que provocarán además (ahora sí) enormes problemas de inseguridad ciudadana… ¿de qué vamos a vivir los murcianos entonces?. No podremos acudir a la industria, porque ya no existirá, y habremos perdido además el tren de las nuevas tecnologías. Tampoco podremos mirar a la agricultura familiar, porque ni quedará suelo agrícola (todo se habrá vendido, y estará en manos de las grandes empresas o construido) ni al turismo, porque el barato habrá huido a los países del Este y al Norte de África, y el caro y de alta calidad a los países que hayan sabido cuidar su entorno y hacerlo atractivo…
Es necesario que los murcianos despertemos de una vez, que reconozcamos que el modelo de Valcárcel, que no es otro que la falta de modelo, el “laisser faire” a los grandes intereses especulativos, no provoca más que un espejismo de riqueza, un encarecimiento del suelo y de la vivienda y un abandono de la inversión realmente productiva. No podemos seguir permitiendo el saqueo de esta región, porque está en juego el futuro no ya lejano, sino el más inmediato.
Se hace necesario un nuevo gobierno regional que apueste firmemente por la economía productiva, por la reindustrialización, por la agricultura familiar de alta calidad más que la de producción masiva, por el turismo rentable y respetuoso y por la construcción ordenada para que tenga futuro, y no sólo pasado. Necesitamos un nuevo gobierno regional radicalmente honrado, que apueste por la regeneración de la vida pública y el establecimiento de fronteras inviolables entre lo público y lo privado, entre el interés general y el interés particular. Necesitamos un nuevo gobierno regional sin plomo en las alas ni lastre en los bolsillos, que no tenga más servidumbre que la de todos los ciudadanos, que establezca reglas de juego económico iguales para todos y se permita así, de verdad, la competencia y el libre mercado.
Ese nuevo gobierno, que no me cabe duda llegará muy pronto, no tendrá por delante una tarea nada fácil: la defensa del interés público y la lucha contra los privilegios nunca lo ha sido; pero es tan necesario como el aire que respiramos. Nos jugamos el bienestar de todos los murcianos, y aún estamos a tiempo de evitar el colapso.