sábado, 26 de enero de 2008

El Papa Benedicto XVI exhorta a los medios de comunicación a difundir y defender la verdad

CIUDAD DEL VATICANO.- El arzobispo Claudio Maria Celli y monseñor Paul Tighe, respectivamente presidente y secretario del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, presentaron esta mañana en la Oficina de Prensa de la Santa Sede el mensaje del Papa por la XLII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales.

El arzobispo Celli afirmó que los medios de comunicación "pueden ser instrumentos de nuestra esperanza, "pueden y deben ser también instrumentos al servicio de un mundo más justo y solidario", como escribe en su mensaje Benedicto XVI".

"No es una casualidad que el Papa mencione -aunque sea brevemente- el precioso papel que los medios han tenido y siguen teniendo "de manera decisiva". Por otra parte, añadió, el Santo Padre recuerda los sectores de la vida humana en los que "son un verdadero y propio recurso, una bendición para todos: "la alfabetización y la socialización, el desarrollo de la democracia y el diálogo entre los pueblos".

El presidente del pontificio consejo subrayó que "el Papa sabe y advierte con gran claridad que " existe el riesgo de que se transformen en sistemas dedicados a someter al hombre a lógicas dictadas por los intereses dominantes del momento". Este es el desafío de los medios, el desafío que nosotros tenemos que afrontar cotidianamente para ser hombres solidarios con todos los hombres".

Benedicto XVI, continuó el arzobispo Celli, afirma que "los medios pueden ser utilizados... para crear los mismos eventos". Y si los medios, en vez de contar los eventos, los "crean" -preguntó-, ¿qué sucede en relación con el ser humano?". En este contexto, el Papa señala: "Más de uno piensa que es necesaria en este ámbito una "info-ética", así como existe la bioética en el campo de la medicina y de la investigación científica sobre la vida".

"Estas palabras del Papa -concluyó- nos hacen caer en la cuenta de lo profundamente relacionados que están los medios de comunicación con el ser humano, invitándonos por tanto a defender diligentemente a la persona humana en todos sus ámbitos y en todo lo que es y está llamada a ser".

Por su parte, monseñor Tighe afirmó que el Santo Padre recuerda en el mensaje "el extraordinario poder que ofrecen las nuevas tecnologías a quienes trabajan en el campo de las comunicaciones", por ejemplo, en la "promoción de un mundo de mayor justicia y solidaridad", pero subraya que "pueden ser y han sido usadas para objetivos menos nobles".

"La verdadera medida del progreso -continuó el secretario del pontificio consejo- no hay que buscarla únicamente en la eficiencia técnica o logística de los nuevos medios, sino en los objetivos que sirven". Las nuevas tecnologías, dijo, "se pueden usar al servicio de los individuos y de las comunidades en su búsqueda de verdad o pueden ser empleadas para promover los propios intereses y/o los intereses de quienes representan, de modo que manipulen a los individuos y comunidades".

Este mensaje, añadió monseñor Tighe, exhorta a los que trabajan en el campo de la comunicación a "estar atentos en los esfuerzos por dar a conocer la verdad y a defenderla "contra quienes tienden a negarla y destruirla. (...) Están invitados a defender los principios éticos de su profesión y a asegurar que la "centralidad y la dignidad inviolable del ser humano" sean siempre defendidas".

Monseñor Tighe recordó al final a los numerosos periodistas en todo el mundo "que "han dado un testimonio extraordinario de su compromiso por la verdad" y que "han sufrido persecución, cárcel e incluso han muerto por su empeño y por negarse a permanecer en silencio frente a la injusticia y a la corrupción".- (VIS)

El año de China / Luis Racionero


Este año 2008 será el año de China. La Olimpiada servirá de ritual para presentar al mundo el progreso del imperio que se apartó del mundo. Tras los viajes del almirante Zheng He en 1421, los mandarines decidieron que no era el momento de salir y decretaron la destrucción de la flota y la prohibición de otros viajes. Eso sucedía justo antes de que Europa, o sea, los portugueses, se embarcara en los grandes viajes de circunnavegación de los cinco continentes.

¿Por qué se cerraron los chinos? Según el inglés Gavin Menzies (Royal Navy Submarine Commanding Officer, retired), cuando la flota de 1421 regresó en 1423 los mandarines quisieron ver qué productos habían adquirido por el mundo. Al contemplar las cuatro baratijas que traían los marinos decidieron que en China había todo lo que necesitaban y que para traer esas bagatelas no merecía la pena navegar el mundo. Mandaron destruir la flota y borrar sus registros.

No les faltaba razón. Como demostró Joseph Needham en su monumental Science and Civilization in Ancient China, la tecnología del Celeste Imperio era muy superior a la europea antes del siglo XVI. De cien innovaciones tecnológicas decisivas, 80 provenían de China. Como muestra tres: pólvora, brújula, imprenta. Luego, con la ciencia de Galileo, Descartes y Newton la balanza del conocimiento oscilaría hacia Europa, pero en ese momento China era el país más avanzado de la tierra.

Todo cambió en el siglo XIX: hostigados por Inglaterra, que les invadió —el estrambótico general Gordon que moriría en Jartum— y les obligó a plantar opio, los chinos, que sólo usaban la pólvora para los fuegos artificiales, decidieron responder a Occidente con su misma medicina: se armaron, estudiaron y salieron por todo el mundo para ser capaces de afrontar a los occidentales con sus mismas armas y en su mismo terreno.

Eso, que empezó mal con Mao, se ha subsanado desde Deng Xaoping y ahora China es el país emergente del siglo XXI, yo creo que ya ha emergido y es la segunda gran potencia mundial. Su velocidad de progreso es asombrosa: durante la Revolución Industrial europea, el nivel de vida se aumentaba el 50% durante una vida (40 años), en China crece un 10.000% en ese tiempo. En dos décadas China ha logrado el mismo nivel de industrialización, urbanización y progreso social que Europa en dos siglos.

Zheng Bijian, su estratega, propone un “crecimiento pacífico” para no desarticular el orden mundial, porque prefiere los mercados al imperio. Sabia decisión, como cabía esperar de unos mandarines que en 1423 decidieron esperar seis siglos para dominar el mundo.

Crisis de liquidez / Daniel Martín

La ciencia de la Economía, especialmente en su vertiente macroeconómica, es un prodigio de ilusionismo. Ha tenido que reventar la Bolsa para que, aunque casi inmediatamente haya vuelto a subir, se comience a hablar de crisis. Lo bursátil, sobre todo si va unido a Wall Street, es, económicamente, sinónimo de que las cosas van mal a nivel planetario. Aunque eso no tenga que ver para nada con la realidad de, por ejemplo, China o India. Más aún, se habla de que Estados Unidos puede entrar en recesión mientras que España va como un tiro en el crecimiento de su PIB. Pero, ¿acaso un café no es ahora muchísimo más caro que hace siete años?

Porque, lejos de los datos del IPC y de la palabrería vacua e ininteligible de las páginas económicas de los periódicos, sólo hay un dato cierto: lo que antes costaba alrededor de cien pesetas, veinte duros, hoy cuesta más de un euro. Más aún, si antes las subidas de las cosas baratas se medían en cinco pesetas, en duros, ahora se miden en diez céntimos de euro, tres veces más. Apenas manejamos monedas de uno, dos o cinco céntimos. Y, sin embargo, sólo ahora el IPC dice que estamos en periodo de alta inflación. Absolutamente nadie puede creérselo cuando sale a la calle y va al cine, a cenar o, simplemente, a tomarse unas copas.

Las diez mil pesetas de antaño son hoy cien euros, por mucho que diga la macroeconomía. Quizás los coches no sean ahora mucho más caros que hace diez años, pero los pisos y la gasolina, infinitamente más. En seis años, casi me cuesta el doble llenar el depósito de combustible. Claro que las cosas a menudo tienen una explicación sencilla. Hace dos años se sacó del IPC el precio de la carne de vacuno... ¡para incluir los precios de las operaciones de estética! Manda huevos, como dicen los nuevos clásicos.

Lo peor es que ahora la inflación presunta, la de las cifras macroeconómicas, se sitúa por encima del 4%, y algunos convenios colectivos obligan a que se revisen los salarios. Pero eso ocurre muchos años después de la entrada del euro y de los famosos ajustes que, digan lo que digan, han restado al españolito medio una enormidad en su capacidad adquisitiva. Hoy tenemos menos dinero, y por eso nos endeudamos más.

Sin embargo, las cifras que maneja José Luis Rodríguez Zapatero nos dicen lo contrario. Ante la bajada de la Bolsa, nuestro presidente del Gobierno nos asegura que tenemos una economía estable y fuerte, y que la crisis de Estados Unidos no nos va a afectar. No obstante, es evidente que el sector de la construcción está en declive, que gran cantidad de oficinas inmobiliarias están cerrando en todos los pueblos de España, que muchos albañiles se están quedando sin trabajo y que, consiguientemente, el índice de desempleo comienza a subir preocupantemente. Aquí, ni la macro consigue tapar lo perceptible.

Por otro lado, las cifras oficiales de inflación se unen a las reales que nos atosigan desde la llegada del euro y actualmente todo resulta terriblemente caro, Incluidas cosas tan necesarias como el pan, el pollo o la leche. Pero da igual, porque nuestra economía crece y es fuerte. Pero, ¿acaso un antiguo sueldo de doscientas mil pesetas no es actualmente un salario de “mileurista”? Y con mil y pico euros mensuales es difícilmente sobrevivir al día a día.

Afortunadamente, en España no tenemos esas “hipotecas basura” que están sacudiendo de lo lindo a Estados Unidos. Sin embargo, las cifras españolas de endeudamiento familiar y personal son de las más altas del mundo. El FMI, Bruselas, el BCE, la MQOSP... todos nos advierten repetidamente del riesgo que supone esta situación. Casi todos los españoles, ya sea mediante hipotecas, tarjetas o préstamos, debemos dinero a los bancos. Aunque crezca lo macroeconómico, existe un alto índice de precariedad en el mercado laboral y los salarios no son propios de un país que dice aspirar al G-8.

A todo esto se une nuestra perenne situación de inseguridad jurídica que facilita el fraude mercantil, el dinero negro, la explotación injusta de ilegales, la proliferación de sociedades oscuras, el abuso de poder de las grandes empresas, la indefensión del contribuyente... y uno, desde su escepticismo ante las ciencias empíricas, sospecha que es algo más vulnerable a los bandazos de la situación económica de lo que nos vienen diciendo desde arriba.

No es que uno dude de la fortaleza de España y de su bonanza macroeconómica. Más bien es que uno tiene miedo de su propia fragilidad monetaria y no las tiene todas consigo cuando suenan sirenas de alarma. No sé lo que harán en La Moncloa o en el Banco de España, pero los contribuyentes, aparte de tener que pagar a Hacienda, debemos pagar religiosamente a los muy dichosos bancos. Vaya España bien o como el...