Un par de asuntos más que se me quedaron ayer en el tintero en
referencia a la descarada avaricia de la patronal y su deseo de seguir
expoliando a la gente con retórica barata de máster del Opus.
En
castellano puro "lógica empresarial" quiere decir maximización del
beneficio, del lucro privado del empresario, al precio que sea. Ahí
empieza y acaba la "lógica empresarial" que de lógica no tiene nada.
¿Qué factor, qué consideración social cabe aquí? Ninguna. Todas las que
se aduzcan aumentarán costes y reducirán el beneficio privado. Empezando
por los salarios. ¿Cuál es la lógica empresarial? Salarios, cero. Que
los trabajadores trabajen por nada, que sean esclavos, que no tengan
derecho a nada, ni festivos, ni puentes. Nada. ¿Coste de materias
primas? Cero, también. ¿Por qué comprarlas a los pueblos que las
producen si se puede robarlas y, de paso, esclavizar a los nativos y
venderlos a buen precio a otros empresarios lógicos? Hubo un tiempo de
oro en que la "lógica empresarial" era imperial.
Lo divertido es
que, aplicando esa "lógica", con los trabajadores sin dinero para
comprar los productos que ellos mismos fabrican y los empresarios les
arrebatan por una fracción de su valor o, simplemente, si pueden, por
nada, la producción se para, viene la crisis y los "lógicos" empresarios
se arruinan. Porque la "lógica empresarial", la de la avaricia y la
codicia sin límites, lleva a todos al desastre por ser profundamente
estúpida. Y es entonces cuando hay que echar mano al Estado y pedirle
que intervenga para poner orden en el espantoso quilombo que organizan
estos parásitos condenados, como todos los parásitos, a destruir aquello
de lo que se alimentan.
Curiosa la relación de los empresarios
"logicos" con el Estado, vale decir, con la Ley. En principio la
necesitan porque no hay seguridad económica ni posibilidad de cálculo
racional ni planes ni nada si no hay seguridad jurídica. Los
empresarios, como todos, necesitamos que la ley nos ampare en nuestros
derechos, garantice que los pactos se cumplan y se castigue a quien
actúa ilegalmente y en perjuicio de otros. Pero tampoco quieren mucho
Estado y claman por el "Estado mínimo", el que menos interfiera con la
libertad de las transacciones en el mercado y, sobre todo, el que menos
interfiera en sus ilegalidades y hasta sus delitos cuando la "lógica
empresarial" les dice que hay que cometerlos. Porque el análisis de
costes-beneficios que lleva al empresario a maximizar su lucro puede
aconsejarle correr un riesgo (¿acaso el romántico emprendedor no
es el que corre riesgos?) y quebrantar la ley porque así se enriquece
más y antes. En resumen: su idea del Estado es un sabio juste milieu:
Estado máximo para los demás, que no puedan lucrarse ilícitamente y
Estado mínimo, incluso, desaparición del Estado, de la ley, la policía,
los tribunales y la cárcel para él, que es un representante de la lógica
empresarial.
¿El paradigma? A la vista está. Bueno, no está a la
vista porque se encuentra a la sombra y entre rejas, pero es el
antecesor de Rosell en el cargo, Díaz Ferrán. De la presidencia de la
CEOE directamente a la cárcel. Su sucesor no se corta un pelo para
formular la misma doctrina por la que el otro sinvergüenza está en el
talego. Y no lo hace porque la legión de granujas, vendidos, mercenarios
y sicarios a sueldo de la patronal en fundaciones, think tanks,
universidades, centros de estudios, medios de comunicación, se encargan
de tergiversar el lenguaje y el significado de las palabras para que
expresiones como "lógica empresarial" se asocien con eficacia y
eficiencia, prosperidad y alto nivel de vida y no con explotación,
engaño, robo, miseria y, en último término, delito.
Es un repaso
semiótico total. Los patronos ya no son patronos; ni siquiera
"empresarios". Ahora son "emprendedores", como si esta cuadrilla de
mangantes, al estilo de Díaz Ferrán o Arturo González, hubieran
emprendido algo alguna vez que no fuera mirar el BOE y darse comilonas
en las que hacen chanchullos con sus amigotes de la derecha en cargos
públicos, todos tan granujas como ellos.
Así se hace con todo y
se convence al personal de que el que roba es un creador de riqueza y el
robado, un vago perezoso que merece su destino. Cuanto más estúpido es
el auditorio, más éxito tienen estas monsergas. ¿No han escuchado nunca
al sobresueldos balbuciendo que son los "emprendedores" los que crean
riqueza? No, buen hombre. La riqueza la crea el trabajo humano. El
capital lo que hace es explotarlo y, en una relación dialéctica que
usted jamás entenderá porque le falta con qué, también lo potencia. Es
una relación antagónica, la trasposición de la dialéctica del señor y el
siervo. Dejado a su libre albedrío o "lógica empresarial" (y a la
verdadera, no a la de estos enchufados parásitos del Estado) el capital
acaba con el trabajo, con la riqueza y consigo mismo. Por eso debe
intervenir el Estado, la Ley, para proteger los derechos de los
verdaderos creadores de la riqueza, los trabajadores y, de paso,
irónicamente, también a quienes los explotan. Porque, si el Estado no
interviniera no hay duda de que el señor Rosell acabaría hablando de
"lógica empresarial" con el señor Díaz Ferrán en Soto del Real.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED