El PP se hunde, pero otro PP emerge. Otro distinto. El 
filósofo Jorge Riechmann abrió esta semana el ciclo ‘Cartagena Piensa’ 
con una conferencia de enunciado más que sugestivo: ‘El colapso no es el
 fin del mundo’. Riechmann sostiene que la sociedad se autodestruye a 
pasos agigantados por su incapacidad para embarcarse en una transición 
socioecológica razonable, y que ya es tarde para evitar el colapso, pero
 aclara que no por eso estamos a las puertas del apocalipsis, sino 
únicamente ante el final de un mundo al que sucederán otros. 
Aunque es 
Podemos la formación con la que Riechmann está comprometido, su 
reflexión en el Centro Cultural Ramón Alonso Luzzy parecería la arenga 
de un ‘coach’ contratado por el PP para recuperar anímicamente a su 
militancia del colapso en que se encuentra por las imputaciones 
judiciales de Pedro Antonio Sánchez (PAS). 
El día en que PAS me regaló 
tantos y tan generosos titulares al confiarme su testamento político en 
el Quitapesares («abandono la vida pública», «quizá me vaya un tiempo de
 España», «me seguía una furgoneta blanca», «pude hincharme a dinero 
cobrando comisiones»...), lo que más me sorprendió, por encima incluso 
de su inaudita verbosidad, fue el epílogo de la entrevista. PAS acababa 
de proclamar en ella su rendición incondicional, lo que no fue óbice 
para animarme a que nos hiciéramos un selfi «y así tendrás un recuerdo 
de mi último día como político», de tal suerte que ahí estamos los dos, 
sonrientes en mi móvil, yo, por los titulares que me llevaba, y él, por 
algún motivo que entonces se me escapaba pero que acerté a comprender en
 un repaso posterior a mis apuntes. 
En una parte de la charla, que 
apenas mereció luego un retazo en la transcripción publicada, el 
expresidente se mostraba extrañamente optimista ante su futuro personal.
 A sus 41 años, está obligado -y está en su derecho- a rehacer su vida 
civil. No empleó el término resiliencia, pero sí el concepto. Lo 
superaré, soy fuerte, y dejaré atrás este calvario. Hay otro mundo más 
allá del mundo que para mí acaba de cerrarse, vino a decir, en 
consonancia con las instrospecciones de Jorge Riechmann en Cartagena. 
PAS se estaba dando una segunda oportunidad para evitar el colapso 
personal, y necesitaba explicitarlo como parte de la terapia, lo que 
seguramente da sentido al tono eufórico de sus declaraciones, que 
supieron a cuerno quemado entre algunos de sus colaboradores. 
Lo cierto 
es que, desde que encumbró a Fernando López Miras (FER), el PP empieza a
 sobreponerse del trauma y a recobrar el espíritu guerrero que se dejó 
en la batalla librada contra la oposición para defender 
-infructuosamente- a su líder, y hoy vislumbra un horizonte menos 
nublado, después de ver cómo el mundo anterior se hundía a sus pies. 
Quizá FER no sea el príncipe sarraceno capaz de asaltar Roma y regresar 
triunfante con las reliquias de Cristo, pero su entronización en la 
silla de PAS puede convertirse para los populares en el bálsamo de 
Fierabrás, la pócima que cure sus dolencias, que son muchas y abarcan 
desde el desgaste sufrido por la intensa campaña de acoso político al 
expresidente (ante la que equivocadamente respondieron en clave 
emocional), hasta la inquietante perspectiva de un cambio de ciclo que 
lo saque del Gobierno, 22 años después, empujado por sus errores, la 
irrupción del partido regionalista de Alberto Garre y la previsible 
mejoría en las urnas del flamante PSOE que ahora comanda Diego Conesa. 
De hecho, liberación es la palabra que mejor define el estado anímico de
 la dirección regional del PP, convencida por fin de que PAS le suponía 
un lastre debido a su complicada situación procesal. Los estrategas del 
partido hornean estos días en la cocina un relato distinto, con el que 
confían en retomar la delantera sin necesidad de pasarse la vida 
sacudiéndose el sambenito de la corrupción. Este es el mensaje que 
encabeza ahora su argumentario: «FER carece de pasado. Ya no podrán 
seguir dándonos la matraca con la corrupción». ¿Y qué pasa con los 
integrantes de la vieja guardia? Están que trinan. Fueron defenestrados 
por PAS y la crisis de su partido les ha sacado del ostracismo, pero 
solo para juntarse a tomar un café de vez en cuando y reclamar lo que 
coloquialmente llaman ‘la vuelta de las canas’. 
Antonio Sánchez Carrillo
 ya no preside el Comité Electoral, que le confería un poder omnímodo, y
 se cuenta que Joaquín Bascuñana y Miguel Ángel Cámara, que antes se 
tomaban el chocolate de espaldas, son ahora amigos de conveniencia, y 
que todos ellos hablan en nombre de Ramón Luis Valcárcel; pero más 
cierto es que con quien de verdad habla Valcárcel, y mucho, es con 
Fernando López Miras. Valcárcel, un tipo listo, sabe que un movimiento 
torpe podría dejarlo sin una segunda nominación para repetir en la lista
 de las elecciones europeas, que a la postre se materializará para él en
 una tarjeta dorada. La vieja guardia habla en su nombre, pero sin su 
autorización. Valcárcel no maniobrará. Y en el partido son una minoría 
quienes peinan canas, desde que su núcleo duro se vio laminado por PAS. 
El 60% de los miembros del Comité Ejecutivo Regional son gente joven, 
que aún juegan, al igual que FER, a la videoconsola, y saben que, 
tampoco en política, el colapso desemboca necesariamente en un 
apocalipsis. 
Estoy
 con Iñaki Gabilondo en que la gente que tacha de fascista a Serrat es 
gilipollas. Quienes no se confiesan abiertamente separatistas sufren 
estas semanas en Cataluña la ira de los otros. Peligro. El problema 
sigue siendo, claro, el desafío al Estado, pero también se encuentra en 
riesgo la libertad de expresión, que está por encima -en la Constitución
 Española- de cualquier otro derecho, incluido el falsario derecho a 
decidir que Puigdemont reclama. 
Me apena saber que un ingeniero de 
Caminos se ha visto obligado a meter la cabeza bajo tierra después de 
publicar en Youtube un vídeo en el que explica con términos fáciles de 
entender por cualquiera en qué consisten las obras del soterramiento, de
 qué van las vallas de metacrilato (el «muro») y qué es una catenaria. 
Se ha arrugado ante los insultos que le han jarreado desde internet. 
Cuidado con los gilipollas que desacreditan a quienes mantienen una 
opinión discrepante. Son un peligro.
(*) Columnista
http://www.laverdad.es/murcia/selfi-20171008193456-nt.html
 
 
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