Se supone que la composición de las 
listas electorales, por debajo del candidato referencial de cada 
partido, debe influir en los resultados, más allá del tirón de la marca 
política. Lo que no está claro es si influye para bien o para mal. 
Generalmente, las listas decepcionan, sobre todo si se crea sobre ellas 
una innecesaria expectación, como ha sido el caso de las candidaturas 
autonómicas y municipales del PP y de C's, que se hicieron públicas obligadamente por el cierre del plazo legal, previa alguna filtración 
del tipo la puntica nada más. 
 En
 lo que se refiere a C's la cosa es especialmente patética, pues no 
tienen escrúpulo en reforzar su imagen de franquicia, casi a la espera, 
anoche, de que Albert Rivera concluyera su intervención en el debate de 
RTVE para que firmara las listas de Murcia. La autonómica ya iba por el 
número cuatro confirmado sin que incluyera a alguien de Cartagena o de 
Lorca al margen del lobby alcantarillero, el Washington de C's. 
El 
aparato regional se coloca al completo, como camuflado en la segunda 
fila, cosa que ha venido haciendo hasta ahora, pues nadie de la 
dirección de C's ha consentido no ya solo alguna entrevista sino ni 
siquiera contactos con medios de prensa. Es algo así como una dirección 
clandestina, que no habla por no pecar. 
No se sabe muy bien si es que 
los de este partido no tienen ni idea de cómo hacer unas listas 
electorales o es que se las tienen que hacer desde Madrid a última hora.
 El agravante es que la candidata a la presidencia de la Comunidad es 
también la secretaria de Comunicación, y comunica tarde y mal. 
 En
 cuanto al PP, algunas evidencias. Empezando por Cartagena. Queda claro 
que Noelia Arroyo ha solventado satisfactoriamente el mayor prejuicio 
que pendía sobre ella: si sería capaz de hacer una lista solvente contra
 los intereses de supervivencia de estamento popular local. López Miras 
le ha facilitado la cosa al recolocar a los hermanos Segado: a uno, 
candidato a senador; al otro, candidato a la Asamblea, con la 
posibilidad de que si el PP mantuviera la gobernación podría volver a la
 plaza libre de la Autoridad Portuaria. 
A Paco Espejo, sin embargo, el 
presidente lo ha confinado en el 18 de la lista autonómica, un 
reconocimiento que es un castigo, pero que le obliga a callar en el 
mientras tanto. De esta manera, Arroyo ha podido hacer una lista más o 
menos a su medida y ha salvado cumplidamente el primer envite de su 
aterrizaje. 
 En lo que respecta
 a Murcia, José Ballesta se ha lucido con la mejor candidatura que 
estaba a su mano, aunque haya mantenido inexplicablemente a Jesús 
Pacheco y prudente y razonablemente no haya incurrido en fichajes 
mediáticos: no hay toreros, deportistas ni astronautas. 
No ha dejado 
rastro del canarismo residual que afeaba a su actual equipo, con el que 
ha cargado en parte López Miras para la Asamblea (la injubilable Maruja 
Pelegrín), y ha probado con el lado femenino de Roque Ortiz y de Paco 
Bernabé al incluir a la esposa del primero (Belén López) y a la hermana 
del segundo (María de las Mercedes Bernabé), tal vez en la confianza de 
que, aunque todo quede en casa, suavicen la prepotencia del primero y la
 irreflexibidad del segundo. 
 Por
 cierto, Bernabé,jefe de campaña del PP, a pesar de esto se cayó a 
última hora de la lista autonómica, encomendado a repetir en su actual 
posición de senador autonómico, lo que cierra la puerta para ese puesto a
 Víctor Martínez. Miguel Ángel Miralles presenta, en lugar de Bernabé, 
las trazas para convertirse en portavoz parlamentario del PP, un tono 
más moderado y pactista del previsto. 
El cupo de los elegibles integra a
 leales e incondicionales de López Miras y a tres personalidades 
independientes, una de ellas, Ramón Sánchez-Parra, presidente del 
Cabildo de Cofradías de Murcia (un intento de antídoto anti Vox), en un 
curioso cambio de cromos: Teodoro García, pregonero de la Semana Santa; 
en correspondencia, un escaño para Sánchez Parra.
(*) Columnista
https://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2019/04/23/expectacion/1015630.html

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