Hay cuatro libros y cuatro películas que exploran los años perdidos de Jesús, un periodo de su vida que no está detallado en los evangelios. Estas obras ofrecen perspectivas variadas sobre un tema fascinante que sigue siendo objeto de especulación. La búsqueda de la verdad no depende de las tradiciones oficiales ni del respaldo institucional. Muchas veces, las fuentes alternativas y los textos apócrifos ofrecen perspectivas interesantes que pueden enriquecer nuestra comprensión.
En el caso del llamado "Evangelio de Issa" o la vida desconocida de Jesús, se presenta una narración que desafía la versión tradicional sobre los años perdidos de Jesús y su interacción con diversas culturas y sistemas religiosos. Hay una leyenda popular que sugiere que Jesús, durante los años no documentados en la Biblia, habría viajado a la India, el Tíbet o Nepal, y que allí habría estudiado enseñanzas budistas e hindúes. Issa es el nombre árabe y tibetano para Jesús.
Una aventura que comenzó a los 12 ó 13 años con un viaje iniciático que lo llevó de Nazaret a la India, el Tíbet y Nepal, pasando por Damasco y Persia. Esta idea no forma parte del cristianismo oficial, pero ha sido popularizada por autores y místicos a lo largo del tiempo.
Dicen que el Vaticano oculta más de treinta en documentos traídos por misioneros sobre el viaje de Jesús a Oriente, y que el concilio de Nicea censuró y destruyó cuarenta evangelios incunables que no coincidían con el dogma del Vaticano.
Para quienes creemos que Jesús fue un maestro iluminado, tiene mucho sentido que haya estudiado con otras tradiciones. Jesús accedió a los registros akáshicos o archivo místico del alma, pero su mensaje original fue distorsionado por los concilios eclesiásticos. Enseñó reencarnación, karma y transmutación de la energía. Fue entrenado en el Himalaya antes de su misión pública. Realizó prácticas de yoga, alquimia espiritual y creencias que luego fueron declaradas ‘heréticas’ por la iglesia romana.
Ni Jesús ni Buda fundaron una religión institucional; ambos propusieron caminos espirituales abiertos a todos, más allá de las estructuras religiosas formales. Ninguno de los dos dejó escritos propios; enseñaron a través de parábolas, frases y ejemplos de vida, formando discípulos que luego transmitieron sus mensajes. Ambos utilizaron el lenguaje simbólico y los relatos para ilustrar verdades espirituales profundas.
FUENTES
La fuente más conocida de este relato es el libro publicado en 1894 por Notovitch, titulado “La vida desconocida de Jesús”. Afirma que durante un viaje al monasterio de Hemis (Ladakh, norte de la India), un lama le mostró el "Evangelio de Isa" un antiguo manuscrito tibetano que relataba la vida de un joven santo llamado Issa, que muchos interpretaron como Jesús. En este texto, Jesús es referido como el santo Issa, y se afirma que estudió con brahmanes y budistas antes de regresar a Judea.
Según el manuscrito, Jesús viajó a la India a los 14 años con una caravana de mercaderes que seguía la ruta de la seda, estudió con brahmanes en Benarés, pero criticó el sistema de castas, por lo que fue perseguido por sacerdotes hindúes y encontró refugio entre los budistas en el Tíbet, y al final regresó a Judea a los 29 años para predicar lo que aprendió, lo que coincide con el inicio de su vida pública según los evangelios.
El monasterio de Hemis negó después haber tenido ese manuscrito, tras haber recibido amenazas. Sin embargo, otros autores retomaron y expandieron la idea más tarde, como Swami Abhedananda, Nicholas Roerich y Holger Kersten, quienes afirmaban haber visto manuscritos parecidos o haber encontrado pruebas indirectas.
Notovitch afirmó que estos manuscritos tibetanos eran traducciones de textos originales en pali y otros investigadores como Swami Abhedananda corroboraron la existencia de los manuscritos en Hemis, pero el contenido sigue siendo muy polémico.
En resumen, este relato presenta una narrativa alternativa sobre los años perdidos de Jesús, destacando sus viajes y aprendizajes en Oriente, pero carece de aceptación generalizada dentro del ámbito académico o religioso.
RESUMEN
El texto está compuesto por 244 versos divididos en 14 capítulos y narra la vida de Issa desde su adolescencia hasta su crucifixión. Los primeros capítulos relatan la historia de los israelitas en Egipto, su liberación por Moisés y su posterior conquista por los romanos.
Fue entonces, al borde de los trece, cuando los mercaderes persas llegaron con sus caravanas de seda, especias y cuentos. Traían en sus ojos la mirada del desierto, pero en su voz la música de las montañas del Himalaya.
Una noche, bajo el cielo raso de Jericó, Yeshua oyó hablar del reino de Shambhala, de los monjes que se sientan sin moverse durante días, del Buda que venció al deseo sin empuñar una espada. Algo se encendió en él. Algo antiguo. No era una decisión; era un recuerdo.
Y así partió Yeshua, aún con voz de niño, pero con alma de anciano. Se internó en las rutas de los nómadas, cruzó el Éufrates como quien cruza un umbral invisible, y desapareció en las arenas del tiempo.
Las caravanas avanzaban como serpientes de sombra y oro por los caminos polvorientos de Asia Central. Yeshua viajaba con los ojos abiertos como cuencos, absorbiendo lenguas, gestos y cantos que ningún escriba de Judea había oído jamás.
INDIA
A los trece años, Issa abandonó su hogar en lugar de buscar esposa y se unió a una caravana de comerciantes hacia la India siguiendo la ruta de la seda. Allí estudió las leyes de los grandes Budas y aprendió las escrituras védicas con los brahmanes. Issa condenó la ley de los brahmanes que divide a los hombres en castas y predicó que todos somos hijos de Dios.
Fue en Benarés donde comenzó su aprendizaje formal. Allí, en los patios del templo de Vishnu, lo recibieron los brahmanes, curiosos ante aquel joven de piel clara y acento extraño, que hablaba de un solo Dios sin nombre y de un Reino dentro del corazón.
Aprendió los Vedas como se aprende a respirar. Cantó los mantras como si ya vivieran en su sangre. Estudió el ayuno, el silencio y la contemplación.
Huésped del príncipe Ravanna, Jesús había aprendido los principios del Dios piadoso con los brahmanes, pero, al ver la situación de los parias o intocables, decidió luchar por ellos, inspirándose en los principios sagrados de la igualdad y del amor divino hacia todos los seres.
Y sacó el látigo, como después haría con los mercaderes del Templo de Jerusalén.
Predicó sobre la igualdad entre las castas, lo que le generó enemistad con los brahmanes, quienes intentaron matarlo. Atemorizados por una revolución social, los brahmanes expulsaron a Jesús, que escapó al norte. a Nepal y al Tíbet, donde se refugió entre los budistas, estudió sus textos sagrados y aprendió sobre la vida de Buda, la meditación y la reencarnación.
HIMALAYA
Yeshua llegó exhausto a las montañas, con la túnica rota y el alma despierta. Había cruzado pasos imposibles, bebido de ríos glaciares, dormido bajo cielos que se curvaban como cúpulas. Pero al pisar el umbral del monasterio de Hemis, no sintió cansancio. Sintió reconocimiento.
Los lamas lo recibieron sin preguntas. Lo habían visto antes, en visiones y oráculos, como “el niño del oeste que vendría a recordar lo olvidado”. Lo llamaron Issa, nombre que entre ellos significaba “el que escucha el corazón del mundo”.
En la quietud de las montañas, donde se disuelve el ego con el aire puro del Himalaya, Yeshua había aprendido que la verdadera batalla no se libra con espadas, sino con la verdad. Y su verdad era clara: el Reino de Dios está dentro de todos, sin necesidad de mediadores, sin necesidad de templos de oro. Sólo se necesita el corazón puro.
Le enseñaron a sanar con las manos, a leer el pulso como un río, a sentir el campo invisible que une a todos los seres. Le hablaron del karma como una danza infinita de causa y efecto, de la compasión como el único camino hacia la libertad verdadera. Pero más allá de todo, le enseñaron a morir sin morir.
Una noche, bajo la luna de otoño, fue llevado a una caverna sagrada. Allí, entre incienso y cánticos graves, le revelaron el Dzogchen: la visión directa de la mente desnuda. Allí, Yeshua vio. No con los ojos. Con lo que está detrás de los ojos. Vio que la separación es ilusión. Que el Reino de Dios no está lejos, sino dentro. Que el ego no es más que una nube pasajera sobre el océano de la Conciencia.
Y lloró. Lloró por los hombres que matan en nombre de la forma. Lloró por los templos que encierran lo infinito. Lloró porque entendió. Y al entender, ya no era el mismo. Desde entonces, su mirada cambió. Era más suave y más firme. Hablaba poco, pero cada palabra tocaba como el viento en la piel. Los lamas decían que no necesitaba más vidas: ya había despertado.
Pero él sabía que debía volver. Que el viaje no terminaba en la cima. Porque la Verdad no es para esconderse en las cuevas, sino para sembrarse en los caminos. Y un día partió sin despedirse. Hacia Occidente. Hacia la cruz. Hacia la historia.
REGRESO
Posteriormente Issa viajó a Persia, donde dio enseñanzas a los mazdeístas seguidores del zoroastrismo y se enfrentó a conflictos con los sacerdotes y magos de Persia porque estos habrían tergiversado la enseñanza original y habían oprimido a su pueblo.
Este relato describe a Issa como un defensor de la verdad y la justicia, confrontando a sacerdotes que tergiversaban las enseñanzas espirituales para su propio beneficio. El texto describe cómo Issa defendió la verdad y la justicia, criticando las prácticas corruptas de estos líderes religiosos.
En Persia, escuchó las palabras de Zoroastro: “Haz el bien porque es bueno, no por miedo ni por premio.” Y Yeshua asintió, porque eso también lo había visto en las montañas. En un oasis del desierto, un anciano derviche lo reconoció sin verlo antes. “Tú eres el que cruzó los mundos en un solo cuerpo.”
Compartieron pan, té y versos. Bailaron en círculos sin música, girando hasta que los nombres cayeron y solo quedó la Presencia. Y así, paso a paso, palabra a palabra, cruzó Babilonia, las ruinas de Nínive, las palmeras de Petra, hasta alcanzar los muros dorados de Egipto.
Allí, entre los templos de Luxor y las columnas del Nilo, fue recibido por los herederos del saber antiguo. Sacerdotes de ojos delineados y túnicas de lino, que aún recordaban los mapas del alma y los secretos del Ka y del Ba.
En la biblioteca de Filé, entre papiros gastados y símbolos olvidados, Yeshua leyó lo que otros habían callado: Que el cuerpo es un templo, que la palabra es un acto mágico y que la muerte es sólo una puerta.
A los 29 años, Issa regresa a Israel y comienza a predicar. Su mensaje desafía tanto a las autoridades religiosas como políticas. Finalmente es detenido y condenado a muerte por blasfemia. En esta versión, el Sanedrín intenta salvarlo, mientras que Pilatos es quien lo condena, mientras que la versión oficial romana dice lo contrario.
OTROS LIBROS
Holger Kersten publicó en 1983 su libro “Jesús vivió en la India”. Su tesis principal es que Jesús no murió en la cruz sino en la India. Es decir, no sólo vivió en la India durante su juventud, sino que también sobrevivió a la crucifixión, viajó a la India y murió en Cachemira a una edad avanzada.
Según Kersten, Jesús no murió en la cruz. Fue curado por sus discípulos, huyó y pasó sus últimos años en Cachemira, donde murió y fue enterrado. El autor se apoya en textos islámicos, apócrifos y fuentes tibetanas, y argumenta que Jesús fue un iniciado esenio con vínculos con el budismo.
El autor aporta teorías sobre la Sábana Santa como prueba de que Jesús sobrevivió a la crucifixión. Afirma que está enterrado en Srinagar, en el santuario de Roza Bal, identificado por algunos como la tumba de "Yuz Asaf" equivalente a Jesús.
Incluso existen descendientes de Jesús en Cachemira reconocidos públicamente. Este libro es muy polémico, pero influyente en corrientes esotéricas y espirituales modernas, ya que conecta puntos entre la tradición cristiana, sufí y budista.
El tercer libro se llama “Los años perdidos de Jesús” publicado por Elizabeth Clare Prophet en 1984, y lo leí hace años. Explica que Jesús fue un místico, un alto iniciado espiritual en Oriente y pasó sus años perdidos estudiando en la India, Persia y el Tíbet, y esas enseñanzas influyeron profundamente en su mensaje.
El libro incluye interpretaciones esotéricas del cristianismo, vinculándolo con enseñanzas del karma, la reencarnación y los chakras, y argumenta que el viaje de Jesús fue parte de una búsqueda espiritual planeada. Prophet, líder del movimiento “Summit Lighthouse”, combina el relato con enseñanzas canalizadas y visiones.
PELÍCULAS
Entre los 12 y los 29 años, Jesús realizó un larguísimo viaje por Nepal, la India y Persia, en el que se empapó de filosofía y religiones orientales, luego adaptadas por él. Es la tesis de una película estadounidense de Richard Bock en 1977 titulada “Los años perdidos de Jesús” que causó mucha polémica porque cuestionaba los dogmas oficiales.
Entre las teorías exploradas está la posibilidad de que haya viajado a lugares como la India, Persia y Egipto, donde pudo haber estudiado diversas tradiciones espirituales antes de regresar a Palestina.
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También National Geographic publicó un documental sobre los años perdidos de Jesús, dirigido por Tom Jennings que utiliza investigación histórica y arqueológica para explorar las posibles actividades y experiencias de Jesús durante su juventud y adolescencia.
Incluye entrevistas con expertos en teología, arqueología y estudios bíblicos, así como análisis de textos apócrifos. La producción combina imágenes impactantes, recreaciones históricas y análisis académico para ofrecer una visión intrigante sobre este aspecto poco explorado de la vida de Jesús.
En tercer lugar, Apple TV publicó otro documental sobre “El verdadero Jesús de Nazaret”. En esta producción, Robert Powell, conocido por interpretar a Jesús en la famosa miniserie de los años 70, viaja a lugares como Nazaret, Belén, Séforis y Jerusalén para investigar los eventos que pudieron moldear la vida del joven Jesús antes de su ministerio público.
Este enfoque busca rastrear cómo esos años influyeron en su transformación en el pastor icónico que conocemos.
La cuarta película, aún sin titular, no se ha estrenado todavía pero promete ser de las que crean polémica. Al estilo del Código Da Vinci, tiene un presupuesto de veinte millones de dólares, efectos especiales novedosos y animaciones por ordenador.
Dirigida por Drew Heriot y producida por William Keenan sigue el viaje de Jesús a Oriente, donde se encuentra con otras tradiciones y descubre los principios que son el cimiento de todas las grandes religiones.
Este proyecto cinematográfico se basa en la idea de que Jesús, bajo el nombre de Issa, aprendió enseñanzas espirituales de tradiciones orientales como el budismo e hinduismo, antes de regresar a Palestina para predicar.
Se basa en El Evangelio de Acuario, que explora la teoría de que Jesús pasó los años no documentados de su vida viajando por India, Persia y el Tíbet.
No faltan teorías con raíces históricas en religiones orientales. Entre ellas, la sostenida por Levi H. Dowling en su libro El Evangelio de Acuario, en el que se basa precisamente la película.
Con más de cincuenta ediciones en cien años, la obra de Dowling sostiene que Jesús fue un ser humano que logró convertirse en Cristo, que alcanzó el estado ideal del ser en Asia, después de un profundo aprendizaje filosófico como Buda.
SIMILITUDES
Jesús defendía a los oprimidos y predicaba contra la injusticia social, al igual que el Buda. La enseñanza de amar a todos sin distinción recuerda al budismo Mahāyāna, especialmente la práctica del bodhisattva. Issa predicaba el amor al prójimo y la no violencia, principios centrales del budismo. Issa rechazó riquezas y lujos, algo muy afín al ideal monástico budista.
Jesús es un ser que alcanzó la iluminación pero eligió regresar para guiar a otros, igual que los grandes bodhisattvas. Jesús enseñó la ley del karma de causa y efecto, y la existencia de vidas pasadas que conocían los primeros cristianos, pero estas enseñanzas fueron censuradas por la iglesia romana.
Jesús predicaba la unión directa con lo divino (el Reino de Dios está dentro de ti), lo cual recuerda al budismo Zen y al Dzogchen tibetano.
Jesús y Buda compartían enseñanzas sobre el perdón, el amor a los enemigos, y la renuncia al ego. Jesús como sanador es comparado con los lamas tibetanos porque usaba técnicas orientales de meditación y energía. El Sermón de la Montaña y el Dhammapada de Buda contienen mensajes muy similares sobre humildad, compasión y desapego.
Tanto Jesús como Buda centraron sus enseñanzas en la compasión, el amor al prójimo, la justicia y la búsqueda de la felicidad interior. Ambos promovieron la importancia de la transformación personal y el trabajo sobre uno mismo para alcanzar una vida plena y virtuosa.
Las reglas éticas de ambas tradiciones presentan paralelismos: los diez actos positivos y negativos del budismo se asemejan a los Diez Mandamientos del cristianismo, y ambas destacan el respeto a la vida y el amor al prójimo.
Las enseñanzas de Jesús y el budismo presentan notables similitudes en su ética, su énfasis en la compasión y la transformación personal, y en la búsqueda de una felicidad profunda y duradera.
Ambos coinciden en que la felicidad verdadera no se encuentra en los bienes materiales ni en los placeres efímeros, sino en una vida interior transformada y en la superación del sufrimiento. El sufrimiento, en ambas tradiciones, puede ser un trampolín para el crecimiento espiritual si se afronta con la actitud adecuada.
Buda enseñó el camino medio y la importancia de trabajar en la propia salvación con diligencia; Jesús también habló de la necesidad de conversión interior y de ser la luz del mundo.
Frases como “sed lámparas para vosotros mismos” (Buda) y “vosotros sois la luz del mundo” (Jesús) muestran una coincidencia en el énfasis en la responsabilidad personal en el camino espiritual.
Buda enseñó la eliminación del deseo como camino para superar el sufrimiento, mientras que Jesús enseñó a transformar los deseos y a orientar el corazón hacia Dios. En el budismo, la salvación se alcanza a través de la práctica y la iluminación personal; en el cristianismo, la salvación se obtiene por la fe en Cristo y la gracia divina.
Buda y Jesús predican la existencia del más allá y del paraíso, así como la superación de los límites nacionales y racionales, porque la salvación llega a todos los seres humanos. Según la teóloga Karen Amstrong, la compasión budista y la no violencia activa de Jesús son lo mismo.
El amor al enemigo, distintivo del creyente cristiano, está también presente en el budismo, entendido como solidaridad con todos los seres, así como en el taoísmo y en el confucionismo. Y por supuesto, la coincidencia en los grandes principios morales es evidente.
El budismo predica cinco prohibiciones: matar, robar, cometer adulterio, mentir y embriagarse. Y diez pecados: asesinato, robo, fornicación, mentira, maledicencia, injuria, charlatanería, envidia, odio y error dogmático. Y seis virtudes: limosna, moral perfecta, paciencia, energía, bondad y caridad. ¿No suena a los diez mandamientos y a las virtudes teologales católicas?
Más aún, el estilo de vida de Jesús tiene mucho que ver con el de Buda (lo dejan todo, reúnen discípulos y predican). Sus máximas son semejantes, y hasta coinciden en sus parábolas. De hecho, el jesuita Tony de Mello centró toda su obra, de gran influencia entre los católicos, en retomar las parábolas de Jesús desde la sabiduría oriental.
Pero en Roma le dijeron que no querían perder el monopolio de Cristo y condenó la obra del jesuita hindú.
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Hay un deseo de unir tradiciones orientales y occidentales. Esto podría ser una representación de Jesús como figura universal, integrando enseñanzas orientales y occidentales, lo cual es común en corrientes de pensamiento como el sincretismo espiritual, el nuevo pensamiento o el misticismo universal.
El extraordinario parecido entre las enseñanzas de Jesús y del budismo hacen muy atractiva esta hipótesis.
(*) Periodista
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