LORCA.- La Plaza de San Pedro del Vaticano en Roma ha tenido este domingo acento
 español. El que han impregnado los más de dos centenares de lorquinos 
que han acudido para presenciar el Rito de Canonización del beato 
lorquino Pedro Soler que junto a sus compañeros mártires era 'alzado' 
hasta lo más alto de los altares por el Papa Francisco y se ha 
convertido en el primer santo de la historia de Lorca.
    
"Nuestro paisano trasciende fronteras desde este domingo. Ya no es el 
beato lorquino del barrio de San Cristóbal, sino que se convierte en 
santo de la iglesia católica, siendo conocido en el mundo entero", así 
lo ha expresado el alcalde, Fulgencio Gil Jódar, quien encabezaba la 
delegación institucional de Lorca en la Santa Sede.
   
Participaba junto a la primera teniente de alcalde, María del Carmen 
Menduiña, y los ediles, Rosa María Medina Mínguez y José Luis Ruiz 
Guillén, en los actos conmemorativos que se iniciaban en la noche de 
este sábado con una Vigilia de Oración por los santos que en la jornada 
de este domingo han sido canonizados.
    Miles de fieles 
llenaban la Plaza de San Pedro que alumbraban con velas mientras rezaban
 por el beato lorquino Pedro Soler, los siete hermanos menores 
franciscanos, Fray Manuel Ruiz López, Fray Carmelo Bolta Bañuls, Fray 
Engelbert Kolland, Fray Nicanor Ascanio Soria, Fray Nicolás María 
Alberca Torres, Fray Francisco Pinazo Peñalver y Fray Juan Jacob 
Fernández, además de los laicos, Francisco Massabki, Mooti Masabki y 
Raphael Massabki.
   La peregrinación se iniciaba en la madrugada
 de este sábado, cuando los lorquinos viajaban hasta Alicante. Allí, un 
vuelo les llevaba hasta Roma. El obispo de la Diócesis de Cartagena, 
monseñor José Manuel Lorca Planes; el vicario episcopal de Lorca, 
Francisco Fructuoso Andrés; y los párrocos de San Cristóbal, Régulo 
Ginés Cayuela Lozano; y de San Diego, Juan Pablo Palao García, junto al 
que fuera cura de San Cristóbal y actual secretario personal del obispo 
de la Diócesis de Cartagena, Maximiliano Caballero, han participado en 
la ceremonia que ha presidido el Papa Francisco.
   El alcalde ha
 destacado que "la santificación de Pedro Soler es un hito histórico. 
Sabemos de la importancia del turismo religioso en estos momentos. Va 
más allá de un destino. Es la inmersión en las tradiciones, los valores y
 la historia y será un motor económico para el barrio de San Cristóbal, 
para Lorca".
   La casa donde nació, en la calle Abellaneda; la 
iglesia de San Cristóbal, donde recibió las aguas bautismales y donde se
 custodia un cuadro y una reliquia del santo; el convento e iglesia de 
San Diego, donde inició su formación; el convento de la Virgen de las 
Huertas, donde se encuentra una escultura del fraile; la iglesia de San 
Francisco, en cuyo retablo se colocó una talla del franciscano; y el 
Monasterio de Santa Ana y Santa María Magdalena de clarisas, donde se 
guarda el alba con el que cantó por primera vez misa y una reliquia del 
santo, serán lugares de visita obligada no sólo para los lorquinos, ha 
insistido Gil Jódar.
   Pero, además, el imaginero alicantino 
Ramón Cuenca trabaja en una nueva talla para la iglesia de San 
Cristóbal, que está siendo financiada por cuestación popular y que está 
auspiciada por la Comisión Parroquial Canonización del Beato Pedro 
Soler.
   También se prevé la reedición del libro 'Vida del beato
 Pedro Soler. Franciscano y mártir lorquino (1826-1860)', de Pedro 
Riquelme Oliva, publicado en 1998. En el nuevo volumen se incluirá un 
capítulo especialmente dedicado a la canonización del franciscano, este 
domingo.
   El martirio del lorquino ocurría en la madrugada del 9
 al 10 de julio de 1860. El relato está tomado de la carta del padre 
Ballester al cónsul de España en Turquía y de los que declararon en el 
proceso de beatificación.
    Por ellos, sabemos que el último en
 afrontar el martirio fue el beato lorquino. Viendo lo que aquella noche
 acontecía decidió refugiarse en la escuela. Tomó de la mano a un niño 
de doce años, José Massabky, hermano de Naame, e hijo de Mooti, maestro 
de la escuela parroquial franciscana, y a otro llamado Antonio Taclagi. 
Corrió a esconderlos, pero fueron divisados. Escondidos permanecieron 
horas. Finalmente, encontraron al padre Soler debajo de las escaleras 
que escondía tras de sí a uno de los pequeños.
   Lo agarraron 
por el hábito y arrastraron su cuerpo hasta el centro del aula. En ese 
momento, sacando fuerzas de donde no tenía, gritó: '¡Viva Jesucristo!'. 
Le pidieron dinero, pero les dijo que no tenía nada. Y le invitaron a 
apostatar de su fe, insistiéndole que podía salvar la vida si renunciaba
 a su religión. Contestó que no. Que jamás cometería tal impiedad. Que 
era cristiano y prefería mil veces morir.
    Se puso de rodillas
 e hizo la señal de la cruz, inclinando su cuello. Le asestaron una 
cuchillada con una cimitarra, cayendo boca abajo, rematando su martirio 
con crueles golpes en la cabeza y espalda. Y cortándole la cabeza.
   Banderas de Lorca acompañaban a los lorquinos en la Plaza de San 
Pedro en este día histórico como lo han calificado los que han tenido la
 oportunidad de presenciarlo desde Roma. Hace casi un siglo otra 
delegación, igual de numerosa, acudía para participar del acto de 
beatificación del ya San Pedro Soler.


 
 
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