El
 gobierno del PP nació muerto. Al aplicar de inicio un programa 
electoral contrario al ofrecido, fue sustituido por otro, cuyos miembros
 eran espectros del pasado, revenants. El propio Rajoy, tras 
reconocer que carecía de palabra, solo osaba aparecer en público a 
través del plasma por temor a mostrar sus rasgos cadavéricos. 
Toda
 la gestión del ejecutivo en la Xª Legislatura ha consistido en 
mantenerse insepulto, sin poder evitar que el hedor se expanda por 
doquiera. Los sucesivos escándalos de corrupción y los que todo el mundo
 sabe seguirán estallando como bombas fétidas tiñen el panorama con 
colores cárdenos y pardos bastante repugnantes.
Además
 de haber incumplido sus compromisos, el presidente ha mentido en sede 
parlamentaria; se ha negado sistemáticamente a dar explicaciones ni 
cuentas de sus actos; ha censurado y manipulado los medios de 
comunicación convirtiéndolos en una máquina de propaganda; ha gobernado 
por decreto con desprecio del legislativo; ha politizado todas las 
intituciones del Estado incluida, en parte, la Justicia; ha corrompido 
la administración pública a través de unas relaciones a cuatro bandas 
entre cargos públicos del partido, funcionarios venales, empresarios 
corruptores y corruptos y delincuentes; ha promovido una legislación 
autoritaria y represiva en materia de orden público con el fin de 
sofocar por la fuerza las manifestaciones de descontento.
Todo
 eso sin conseguir lavar su imagen ni eliminar el hedor de todas sus 
actuaciones. La última, esa vergonzosa privatización del registro civil 
que lo beneficia a él personalmente y a sus hermanos, todos 
registradores de profesión. Ignoro si cabe aducir un caso de 
desvergüenza individual más claro. Colectiva, desde luego. Sin ir más 
lejos, la negativa de ayer del gobierno insepulto a publicar la lista de los 705 sospechosos de blanqueo de dinero , cosa  propiciada por él mismo merced a su amnistía fiscal.
Ya
 solo son unos zombies, dirigidos por una sombra espectral que 
únicamente aparece en recepciones a dignatarios extranjeros y hay quien 
dice que, en realidad, es un doble. Y cuando ven que van a perder las 
elecciones por goleada, como en Andalucía, se ponen nerviosos y montan espectáculos como el del roto Rato de ayer, quien ha pasado de autor del milagro económico
 a villano, enemigo público número uno, pero solo para dejar bien claro 
dos horas más tarde que la ley no es, ni será con esta gente, igual para
 todos. Hay personas en la cárcel por haberse manifestado pacíficamente 
frente a un banco. Pero el que esquilmó el banco en su provecho duerme 
en su casa, con su familia. Está libre. 
Pero
 es otro cadaver insepulto. Casi convendría que lo llevaran a la morgue 
de Soto del Real, a hacer compañía a los otros difuntos de este 
velatorio español, animado por las procesiones del Corpus y los 
escraches de cristianos de base a esos jardines colgantes de Babilonia 
en los que hace penitencia Rouco Varela. Un sepelio que empezó al día 
siguiente de las elecciones de 20111 y no acabará hasta las próximas 
legislativas, que ya veremos cuándo son.
La vana esperanza.
 Si estamos esperando a que alguien ponga fin a este fúnebre esperpento,
 vayamos pensando en otra cosa. Es una vana esperanza. La función 
la dicta el gobierno. La danza de los muertos marca los ritmos y tiempos
 de la de los vivos que quizá no estén tan vivos. El gobierno  determina
 lo que se hace, no se hace, se dice o no se dice. Es un dominio 
absoluto. Y la oposición, supuestamente los vivos, baila a la música que
 le tocan y recita el papel que le asignan.
El
 gobierno zombie se enfrenta a dos oposiciones, la parlamentaria y la 
extraparlamentaria. Pero solo habla y con voz cavernosa de la 
extraparlamentaria y de las desgracias seguras, el Armagedón que llegará
 si se vota a los adanes descamisados o a los de chaqueta y corbata. 
Prueba de que la oposición parlamentaria no le preocupa. Y hace bien. 
Llegará esta como triste plañidera a recitar la salmodia de que 
comparezca el presidente que cobraba en sobresueldos y dimita el 
ministro de Hacienda causante directo de este desaguisado. Se oirán unos
 gemidos, unas carcajadas sardónicas al fondo de un pasillo tras un 
plasma y, luego, se hará el silencio. Hasta la próxima en que al séquito
 socialista le toque volver a hacer de comparsa de esta burla de la sede
 de la soberanía popular y de los grandes expresos europeos.
Pedro
 Sánchez no se atreve a presentar una moción de censura, que sería lo 
único que abriría puertas y ventanas, airearía la peste, ventilaría este
 pudridero politico. Lo disfraza de prudencia y sentido de Estado pero 
es puro cálculo temeroso, miedo. Miedo a salir trasquilado o algo peor. 
Pedro no es Daniel. Ni siquiera ve que estos leones no tienen dientes y 
son espectros, sombras de lo que fueron. Una moción de censura que 
desgrane ante los españoles la vergüenza de una legislatura consagrada a
 perfumar el hedor de un cadaver insepulto durante tres años.  
Una
 moción de censura. El mero anuncio de una moción de censura, 
consolidaría el titubeante liderazgo de Sánchez en su partido y 
seguramente aumentaría mucho las expectativas del PSOE en estas 
elecciones porque mostraría a los votantes un puente de mando con 
alguien al timón.
Pero es una vana esperanza, porque no se atreven. Los muertos dominan a los vivos. 
 La chulería del PP
¿Se entiende o hay que explicar la chulería estilo Al Capone de este imbécil rematado? 
En Chicago, años 30:
 Puedo saltarme la ley cuando me dé la gana. Puedo quemarte el negocio, 
darte una paliza, matar a tu cónyuge, secuestrar a tu hijo. Pero no lo 
hago porque soy generoso. 
En España, 2015:
 Podemos obstruir la justicia, amenazar a los jueces, destituir a los 
policías, amordazar a los periodistas, hostigar y amedrentar a los 
ciudadanos, pero no lo hacemos porque somos así de generosos. 
Solo
 un chulo fascista puede pensar que cabe vender como un mérito especial 
el mero cumplimiento de la ley. ¿O hemos llegado tan bajo que tenemos 
que agradecer a esta banda de forajidos que no obstaculice la acción de 
la justicia?
Pues,
 sí, reconozcámoslo, hemos llegado tan bajo. Y seguiremos bajando 
mientras toleremos que nos gobierne una cuadrilla de sinvergüenzas. Y no
 se crea que es de ahora. Viene de antiguo. ¿Cuántas veces hemos 
escuchado esa vergonzosa y humillante observación de que debíamos agradecer a Fraga que hubiese civilizado
 a la derecha? Una observación que mide la abyección en que vivimos. En 
primer lugar, es falsa. Esta derecha es tan agresiva, cavernícola e 
insoportable como siempre. Basta con escuchar a Rafael Hernando o 
Martínez Pujalte. En segundo lugar: ¿por qué hay que agradecer a nadie 
que cumpla con su deber de ser educado, civilizado? 
¿Por
 qué hay que agradecer a una organización que no obstaculice la acción 
de la justicia? ¿Porque lo dice un mangante, de esos que cobran ayudas 
indebidas a la vivienda que tenemos que pagarle todos? 
A
 estas alturas este chulo todavía no ha presentado su dimisión. Y 
debiera. No por lo que dice, que es lo que piensan todos en esa 
asociación de presuntos delincuentes, sino por lo que trata de ocultar, 
esto es, que tampoco es verdad: no han impedido la detención de Rato por
 respeto a la legalidad (que les importa una higa) sino porque no han 
podido, ya que la Agencia Tributaria actuó por sorpresa, sin avisar.
 Porque los conocen. 
Si lo hubiera hecho, esta pandilla con el 
sobresueldos a la cabeza hubiera tratado de impedirlo por sus habituales
 procedimientos de obstrucción de la justicia: destruyendo pruebas, 
borrando discos, desoyendo notificaciones, falseando cuentas y 
datos, embarullándolo todo, al inimitable estilo de Cospedal y Floriano.
 
Es decir, además de chulos, embusteros por partida doble.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED 

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