Como una venganza desabrida (aunque 
inútil) y a modo de provocación ambiental (con ruidosa salva 
preelectoral), la corporación municipal aguileña ha querido compensar, 
con la aprobación de una nueva híper urbanización costera, el azotazo 
que le ha infligido, junto a la lorquina, el Tribunal Superior de 
Justicia de la Región de Murcia (TSJ), obligándole a deshacer las malas 
artes urbanísticas urdidas cuando ambos municipios se alinearon 
fervorosamente con la promoción, por el Gobierno regional, de la macro 
urbanización Marina de Cope.
 Como
 diciendo: «Marina de Cope no se hará, pero nosotros tenemos aquí listo 
un sucedáneo de urbanización turística que nos venimos currando solitos 
para que quede nuestro nombre vinculado a ella y, de paso, se nos 
arrimen los votantes a la proclama del empleo que, junto a los 
promotores, entonaremos una y otra vez en el mes de mayo». La nueva 
urbanización corresponde a un Plan Parcial (PP) llamado Playa de la 
Cola, y este mismo es el nombre de la batalla que se avecina.
 Añadiré
 (porque la prensa no siempre es suficientemente explicativa) que el 
recurso que ha dado lugar a la sentencia del TSJ contra los dos 
Ayuntamientos remisos en obedecer al Tribunal Constitucional, ha sido 
cosa de Prolitoral (Asociación de Iniciativa Ciudadana y Profesional 
para la Defensa Jurídica del Litoral), curtida en hacer frente a otros 
disparates (Marina de Cope, Autopista Cartagena-Vera, puerto del 
Gorguel) en los que el sentido común, cuando no la política o la 
justicia, le viene dando cumplida razón, y que preside, muy 
inmerecidamente, este cronista.
 El
 problema que ahora nos ocupa consiste en dos o tres mil viviendas, 
previstas para extranjeros, que pretende incrementar un 150% la 
urbanización existente de Calabardina, ya que se adosaría a ella, 
contribuyendo a magnificar el error que desde los años 1960 arrastramos 
con este último núcleo, porque está contraindicado dar marcha a 
entidades sin alma ni autonomía, separadas del casco principal.
Así que 
esta es la primera pega que interpondrán los miles de firmas que ya han 
empezado a fluir contra esta ocurrencia, y que se incrementarán 
sensiblemente en los próximos días. Una dificultad que no es legal, sino
 filosófica, incrustada en el 'manual del planificador costero' con este
 simple enunciado: el medio natural, rural o costero, hay que dejarlo 
para lo que está, agricultura (la civilizada, no la presente, pero ésta 
es otra historia), conservación y disfrute general, evitando la creación
 de nuevos núcleos no integrados en el principal, ya que resultan 
perturbadores, elitistas, abusivos y carísimos.
 Para
 la 'filosofía turistera' de esta corporación, que tanto viene 
decepcionando sobre todo por empeñarse en revitalizar un 'turismo de sol
 y playa' que ya suena a franquismo fraguista y casposo, cateto y 
humillante, se le interpone además la necesidad de demostrar que esa 
urbanización es coherente con el cuidado y la correcta planificación del
 suelo municipal, en este caso el más delicado y codiciado, que es el 
litoral.
Cuando el paisaje urbanístico existente en ese mismo sector, a 
levante de la ciudad, se ha constituido por urbanizaciones a medias que 
fueron promesas brillantísimas, incrustaciones de viviendas-nichos del 
peor gusto posible y algún enclave cutre y vergonzante que sobrevive 
bajo el polvo y el abandono, las novedades urbanísticas que repiten 
mentiras aburridas y evidentes, que hieren nuestra tierra, nuestro mar y
 nuestra vista, se ven en grandes dificultades para convencer: ya es 
demasiado tarde.
 Así que, 
primero, este PP que promueve la empresa Torreviñas, S. L. y que 
pretende aprobar el ayuntamiento de Águilas, tiene que demostrar su 
necesidad y su adecuación territorial (y no lo tiene fácil).
En segundo 
lugar, no debe vulnerar el interés naturalístico de un estratégico 
corredor ecológico que comunica el sistema de Almenara con el litoral 
(aunque es verdad que, según todos los indicios, a la corporación 
aguileña y al Gobierno regional les importa un pito ese valor 
ecológico).
En tercer lugar, tampoco debe vulnerar el alto interés 
geológico de la zona, playa y entorno montañoso (aunque es verdad que, 
según todos los indicios, a la corporación aguileña y al Gobierno 
regional les importa un pito ese valor geológico).
 Creo
 que lo más grave del alegre atentado ambiental (y ético, al tiempo) que
 está dispuesta a perpetrar esta corporación municipal se centra 
precisamente en la singularidad geológica de la playa de la Cola, para 
la que viene pidiendo en los últimos años, a las instancias autonómicas y
 estatales de Costas, una 'regeneración' claramente orientada a regalar a
 la urbanización prevista un valor añadido, la playa de arena, sin el 
que su interés turístico-crematístico decrecería notablemente.
Pero esa 
playa (que, en realidad, nunca ha sido tal) es merecedora de protección 
vigorosa, debido a su excepcionalidad geológica, y no de regeneración 
destructiva y consumista; dígase lo mismo del mar litoral inmediato, que
 se incluye en el Lugar de Importancia Comunitaria (LIC) de la franja 
sumergida murciana, y por lo tanto sagrado e intocable.
 En
 los textos justificativos de la aprobación del PP (en los que se 
percibe la vistosa incompetencia del redactor) se relata un cuidadoso 
proceso de minimización y trampa en relación con las condiciones 
naturales del espacio a urbanizar.
Es decir, que estamos ante un proceso
 de aprobación de ese PP (que viene de 2009) profunda y arteramente 
viciado por el impulso urbanizador, que ni tiene en cuenta la situación 
general de nuestra costa, catastrófica, ni la dignidad que hay que 
mantener cuando se trata de negociar con los intereses de promotores, 
anteponiendo con claridad los intereses generales, sociales y 
ambientales.
 El asunto viene de
 atrás, sí, pero la corporación actual se empeña en dar los pasos 
decisivos para un nuevo atentado en nuestro litoral.
Menos mal que hay muchos aguileños y ciudadanos sensibles para los que las (infames) historias pasadas no deberán repetirse.
(*) Activista social y medioambiental. Ingeniero y profesor universitario jubilado

 
 
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