MADRID.- Alfonso Senovilla, el veterinario que fue entrevistado por Jordi Évole en su último y polémico programa sobre la industria cárnica, ha desmontado los argumentos esgrimidos por la empresa de El Pozo para defenderse de las acusaciones y ha asegurado que “el objetivo de tener a esos animales en ese estado es única y exclusivamente sacar un rendimiento económico por la carne procedente de ellos”, según recoge hoy el diario Público.
En una carta abierta
publicada en la web del Partido Pacma, Senovilla asegura que la empresa
engaña a los consumidores cuando afirma que los animales enfermos que
se mostraron en el programa de Salvados “presentaban malformaciones, lesiones o patologías de nacimiento”.
“Alguien que tenga una mínima idea de cómo
funciona la industria del cerdo, sabe que un animal con malformaciones o
patologías al nacimiento es inmediatamente eliminado de la producción.
Es evidente que esos animales no han nacido con esos problemas, sino que
han adquirido las patologías que presentan a lo largo del ciclo de producción”, señala.
Además, el veterinario ha arremetido
duramente contra la empresa cárnica por señalar que esos animales
heridos y enfermos “se encontraban en esta área para su rehabilitación y
recuperación”.
“Estos animales no pueden recuperarse de ninguna manera. Por favor, que no somos tontos. Por desgracia, estos animales ya no necesitan ninguna rehabilitación, lo que necesitan es dejar de sufrir”.
“Primero dice que los animales se
rehabilitan y recuperan, y después que no entran a formar parte de la
cadena alimentaria. Entonces, digo yo, ¿con qué fin pretenden
recuperarlos?”, argumenta Senovilla, que también dedica un espacio en la
entrada del blog a desmentir tanto las declaraciones del Gobierno de
Murcia como de las decenas de comentarios e informaciones en medios que
han intentado desacreditar la labor del periodista de LaSexta.
“Si yo fuera parte del sector porcino, en
vez de preocuparme tanto por defender lo indefendible y por justificar
lo injustificable, me preocuparía de tener a los animales en buenas
condiciones, para que cuando Évole vuelva a hacer un programa sobre
granjas dentro de algunos años, no se encuentre las barbaridades que ha
visto ahora”, zanja.
Senovilla habla de las "prácticas ilegales" de los mataderos
Alfonso Senovilla, veterinario e inspector de Sanidad, asegura a Jordi Évole en Salvados que "el matadero es muy desagradable, pero son infinitamente peores las condiciones de los animales en las granjas".
La razón, según cuenta Senovilla, es que "se hacen prácticas terribles, inadmisibles e ilegales", y especifica: "Se sigue castrando con unos utensilios que son similares a los potros de tortura de la Edad Media".
Vídeo
vive un cerdo de granja y uno ecológico
MADRID.- La emisión del programa Stranger Pigs de Salvados, este domingo, ha agitado la conciencia de muchos consumidores habituales de carne de cerdo. El espacio dirigido por Jordi Évole
ha mostrado cómo al menos algunas empresas del sector explotan a sus
trabajadores y también las condiciones de vida de algunos de los cerdos
que luego acaban convertidos en jamón, salchichas o filetes de lomo, según la Cadena SER.
El testimonio del veterinario e inspector de Sanidad Alfonso Senovilla
fue uno de los más impactantes porque, pese a ser vegano, trabaja en un
matadero. "Si una persona con un mínimo de sensibilidad viera cómo se
manejan los animales, cómo se aturden o cómo se sangran, aún suponiendo
que sea todo legal, ¡te sorprendería! Te aseguro que no lo ibas a
olvidar", le explicó a Évole ante las cámaras.
"Son infinitamente peores las condiciones de los animales en
las granjas", contó Senovilla. "El matadero es muy desagradable, pero
al fin y al cabo ahí pasan solo unas horas. ¡En las granjas viven
siempre! Un cerdo se sacrifica con seis meses y, si es ibérico, con 12
[...]. Tenemos que desterrar la idea de que están libres
por el campo. Si los 840 millones de animales que se sacrifican en
nuestro país estuvieran libres, habría cerdos y pollos por las calles.
Están encerrados en naves".
Aunque las empresas nombradas en el programa rehusaron participar en él, lo cierto es que Salvados
también ha recibido críticas por falta de objetividad. El debate se ha
polarizado en las redes sociales: hay tuiteros veganos sorprendidos por
la ignorancia de la mayoría y también quienes defienden que la imagen
proyectada por Évole no se corresponde con la realidad de un sector tan
importante para la ecnomía como el de la industria cárnica.
En cualquier caso, Stranger Pigs empezó mostrando una alternativa a la producción
convencional de carne de cerdo: la ecológica. Un sistema más lento y
costoso, pero que garantiza carnes de mayor calidad y mejor trato al
animal.
Habrá quien, después de ver el programa, quiera hacerse
vegano o vegetariano, pero todo apunta a que la mayoría de los
consumidores van a seguir comiendo carne de cerdo y por eso conviene
tener claro, al menos, cuáles son, más allá de su precio en el mercado, las principales diferencias
entre cómo vive un cerdo de granja convencional y uno ecológico. Se lo
hemos preguntado a varios veterinarios expertos. A partir de aquí, que
cada uno compre lo que quiera y pueda...
1. Alimentación
Según la información disponible en la web de la patronal
Interporc, en España la mayoría de los cerdos de capa blanca se
alimentan de piensos compuestos en un 70 % por cereales como el trigo.
Pero, ¿qué comen para engordar tanto en tan poco tiempo? En declaraciones a la Cadena SER, Alfonso Senovilla, que es miembro de la Asociación de Veterinarios Abolicionistas de la Tauromaquia y del Maltrato Animal (AVATMA),
explica que se trata de piensos muy energéticos a los que los animales
pueden acceder permanentemente, pero añade que la clave de esa rápida
capacidad de engorde, más allá de la comida y la limitación de
movimientos, son las "razas seleccionadas genéticamente".
Pero aunque sea una creencia muy extendida, alimentar a los cerdos con hormonas
que aceleran su crecimiento está totalmente prohibido. Antonio Vela
Bello, vocal del Colegio de Veterinarios de Zaragoza y responsable de la
consultoría de asesoramiento porcino Think In Pig,
se muestra indignado con la desinformación imperante en este asunto:
"No es que no lo hagamos. ¡Es que ni siquiera hay hormonas así en el
mercado! ¡Nos meterían en la cárcel!".
En el caso de los cerdos ecológicos, la base de su
alimentación puede ser parecida, pero con el requisito de que todos esos
cereales procedan de cultivos libres de transgénicos y en los que
además no se hayan utilizado pesticidas y otros productos químicos vetados por la norma. Álvaro Fernández-Blanco, veterinario y responsable de insumos para ganadería de la certificadora ecológica CAAE, añade además que los cerdos de producción ecológica deben tener acceso a forrajes frescos que faciliten su digestión.
2. Espacio vital
La gran mayoría de los cerdos que se crían en España lo
hacen en granjas de ganadería intensiva y, aunque la normativa es algo
farragosa y especifica medidas distintas en función del tamaño y el
estado de cría del animal, el espacio mínimo para las granjas convencionales es de 0,65 metros cuadrados por cerdo.
El veterinario Antonio Vela Bello explica, sin embargo, que
la mayoría de las explotaciones facilita espacios superiores a los
exigidos por la normativa. "Sobre todo en verano", cuenta. "En los meses
de calor es muy habitual que en un espacio previsto para 12 cerdos, por
ejemplos, se metan solo 10 u 11".
En el caso de la ganadería ecológica, las condiciones son muy distintas. Cada cerdo deben contar, como mínimo, con una zona cubierta de al menos 1,5 metros cuadrados y también acceso a un área exterior de 1,2 metros cuadrados.
Y más allá del espacio mínimo por animal, las explotaciones ecológicas
deben contar con grandes extensiones (715 metros cuadrados de pasto por
cabeza) para garantizar el control del impacto medioambiental de los
residuos.
Pero hay lugares, como la Finca Montefrío
de Cortegana (Huelva), en los que trabajan con estándares muy
superiores. Sus cerdos, durante los meses en los que hay bellota (de
noviembre a marzo, aproximadamente), campan a sus anchas por la dehesa
con casi dos hectáreas (llenas de encinas, robles y alcornoques) por
animal.
3. Tratamiento veterinario
Antonio Vela Bello defiende la labor de los veterinarios y reivindica el hecho de que los tratamientos que prescriben garantizan la seguridad alimentaria:
"No todo lo que se les da son antibióticos", dice. "Si un animal está
sufriendo, también se le puede dar un analgésico o un antipirético, y
siempre por su bienestar". Para cada medicamento, además, la regulación
estipula un "tiempo de espera" que garantiza que no haya restos del
mismo cuando el animal se lleva al matadero.
Vela explica además que los cerdos criados de forma
intensiva y extensiva son proclives a sufrir diferentes problemas de
salud y que, por lo tanto, "no se puede generalizar". También recuerda
que los cerdos que viven al aire libre están menos controlados y que por
ello, como pasó con los pollos durante la gripe aviar, tienen más
riesgo de contagio por parte de animales que viven en libertad.
Álvaro Fernández-Blanco aporta una versión muy distinta.
Según él, aún hay granjas convencionales en las que a la alimentación se
le añade, por defecto y de manera preventiva, altas dosis de un antibiótico llamado colistina.
En el caso de los cerdos ecológicos, en cambio, se recurre
preferentemente a tratamientos "no residuales" como la fitoterapia, la
homeopatía o las flores de Bach, y solo en casos puntuales a fármacos
convencionales para los que se establece un tiempo de espera que duplica
al mínimo previsto por la ley para los animales criados en intensivo.
4. Tiempo de vida
En lo que a calendario se refiere, la primera gran
diferencia entre un cerdo convencional y uno ecológico es el tiempo que
pasan alimentándose de la leche de su madre. "De 21 a 25 días, frente a
41", según Álvaro Fernández-Blanco.
Pero la predisposición genética, la alimentación y la
limitación de movimientos también permiten que los cerdos criados en
intensivo alcancen su peso óptimo de sacrificio, aproximadamente, entre los 8 y los 10 meses de vida.
Los cerdos criados en ecológico, en cambio, crecen más despacio y
suelen llevarse al matadero pesando menos y con 12 o 14 meses de vida.