No es fácil responder a esa pregunta porque para empezar ni las 
circunstancias en las que se produjo la desaparición (o mejor, la 
“volatilización” de la UCD) son las mismas, ni tampoco lo es la 
entidad y consistencia de ambas formaciones políticas.
Lo que es indudable es que la profunda y prolongada crisis que 
experimenta el PP ha traído esta cuestión de su posible (para algunos, 
incluso probable) desaparición, tema cada vez de mayor actualidad.
No soy un “Pepólogo”, solo un atento observador de la política y 
desde esa modesta perspectiva me atrevo a este comentario. Allá vamos.
Las circunstancias de lo sucedido a UCD no son las mismas. 
Sintetizando mucho, cabe considerar que la labor encomendada tras la 
muerte de Franco, desde dentro y desde fuera, a Adolfo Suárez (hablar de
 Suárez y no de UCD no es caprichoso) podía ya considerarse cumplida lo 
que posibilitaba y exigía una nueva etapa con otros actores, incluyendo 
la entonces (considerada como) izquierda, buscando un mayor legitimidad 
dentro y fuera. El papel de Suárez y su partido instrumental estaba 
cumplido. Gracias y que pase el siguiente y si es (entonces) de 
izquierda, perfecto. Misión cumplida.
Es obvio que la realidad actual y las perspectivas más inmediatas no 
son las mismas. Vivimos en un democracia consolidada (aquella no lo era)
 con muchos y serios problemas dentro y fuera pero ¿qué democracia no 
los tiene? 
El permanente absentismo de Rajoy, bien y repetidamente 
definido con la famosa frase de Bartleby “Preferiría no hacerlo” ha sido
 y es un lastre como lo hemos visto, sobre todo en el asunto, como lo 
definió esta columna hace muchos meses, del “golpe de Estado blando” en 
Cataluña. No se es equidistante reconociendo su responsabilidad siendo 
la principal por supuesto de los golpistas. Quedan muchas, muchísimas 
cosas por hacer, eso que se llama “gobernar”. Aquí no hay misión 
cumplida, ni mucho menos.
Tampoco es lo mismo el PP que la UCD, sobre todo en su consistencia 
como partido político y como receptor de apoyos, al menos todavía, de 
importantes centros de poder internos y externos a lo que hay que sumar 
muchos intereses creados por relaciones clientelares y también, incluso,
 de fidelidad a ese proyecto. 
En suma el PP tiene, al menos hoy, una 
consistencia que la UCD no tenía. Y esta tenía un proyecto enfrente, el 
PSOE, con enorme atractivo como se vio en la elección de 1982. 
Ciudadanos, favorito hoy en las encuestas, es mucho menos que aquel 
PSOE. Ni comparación.
No es probable un derrumbe PP como el de UCD pero sí cabe una lenta y
 languideciente agonía del mismo. El que sea probable no quiere decir 
nada. Como hemos visto estos últimos meses, sobre todo con el sainete 
indepe, debe enseñarnos que aquí y ahora todo puede ocurrir. 
Abrochémonos los cinturones. Y los que sean creyentes que miren hacia 
arriba.
(*) Técnico comercial del Estado

 
 
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