MADRID.- Navantia
 inicia nueva etapa para intentar paliar las pérdidas que acumula. La 
empresa pública ha nombrado otro equipo directivo con Esteban García 
Vilasánchez en la presidencia. Y el primer paso es elaborar un plan 
estratégico con tres ejes: un inventario de la carga de trabajo de los 
próximos años; la incorporación de nuevas tecnologías; y un programa de 
bajas voluntarias incentivadas para los más mayores, que se sustituirán 
con nuevas contrataciones para rejuvenecer la plantilla. El 68% de los 
5.283 empleados tiene más de 50 años, según recuerda hoy El País.
Los nuevos cuadros de mando de Navantia, empresa propiedad de la Sepi
 —el conglomerado de inversiones industriales del Estado—, trabajan ya 
para elaborar un plan estratégico que intente contener las recurrentes 
pérdidas en los astilleros. Un calendario de negociaciones va a ser 
trasladado en los próximos días a los sindicatos, y este servirá de base
 para comenzar un diálogo que debería empezar después del verano y 
concluir a finales de año. Todavía no se tienen los números cerrados, 
que se determinarán en los pactos que se suscriban con las centrales 
sindicales. Sin embargo, algunas fuentes cercanas lo cifran en varios 
centenares de bajas voluntarias incentivadas, cuyo número podría ir en 
aumento si se logran firmar los contratos pendientes de Arabia Saudí y Australia.
El
 reto de contener las pérdidas de los astilleros será importante. Desde 
que se constituyó Navantia allá por el año 2005, la empresa no ha 
presentado ganancias ni un solo ejercicio salvo en 2007, cuando presentó
 un beneficio de 195.000 euros. Solo en el año pasado registró números 
rojos por valor de 229 millones de euros. Es más, entre 2011 y 2016 se 
observa una peculiaridad: cuanto más aumenta el importe neto de cifra de
 negocio, las pérdidas resultan todavía mayores. Es decir, parece que 
hasta ahora la empresa ha estado consiguiendo trabajo a pérdida. Sin 
embargo, el empleo que sostiene en las provincias donde está emplazado 
se considera vital. De ahí los renovados esfuerzos para reforzar la 
sostenibilidad de Navantia.
Fuentes sindicales esperan que las conversaciones con la 
empresa representen el comienzo de una nueva etapa tras un periodo en el
 que, bajo la presidencia de José Manuel Revuelta, las relaciones se 
enturbiaron. Hasta el punto de que CC OO acusó a la presidencia de 
engañarlos y tumbó en los tribunales el último convenio colectivo.
Fuentes próximas a la empresa corroboran que el nuevo equipo
 trabaja bajo la consigna de restablecer una interlocución fluida y 
cordial con las federaciones sindicales. Dentro de este marco, está 
previsto entablar un diálogo con los ministerios implicados para buscar 
la mejor forma de rejuvenecer la plantilla sin recurrir obligatoriamente
 a prejubilaciones. La legislación abre la vía a varias fórmulas, entre 
ellas las bajas incentivadas. 
A la vista de la pirámide de edad de la 
fuerza laboral, en principio se ofrecerá este esquema, aún en estudio, a
 varios centenares mayores de 61 o 62 años que quieran acogerse. La 
plantilla cuenta con un 68% de trabajadores que supera los 50 años. De 
los 5.283 efectivos propios, Navantia solo emplea a 139 trabajadores 
menores de 35 años. Y precisamente hace falta personal joven para 
adaptarse a las tecnologías de los astilleros 4.0, una iniciativa que 
consiste en digitalizar y automatizar más los procesos. Por este motivo,
 la mayoría de las bajas serán reemplazadas con personal joven.
Frente a los planes del anterior presidente de llevar a cabo
 un ajuste fuerte de plantilla — frenados en reiteradas ocasiones por el
 Ministerio de Hacienda y la Sepi—, la idea ahora es mantener abiertos 
todos los centros y la plantilla. No tiene sentido que se apruebe algo 
que no esté pactado con los sindicatos, explican.
Entre las opciones contempladas por empresa y sindicatos, se baraja que 
una parte de los jóvenes que se incorpore pueda presentar un perfil ya 
formado, y que otro grupo más nutrido acceda mediante contratos de 
relevo. Los números podrían oscilar bastante, según la marcha de las 
negociaciones y, sobre todo, en función de la carga de trabajo.
De acuerdo con estas fuentes, si finalmente se obtiene el 
contrato con Arabia Saudí para construir cinco corbetas, entonces la 
carga de trabajo se duplicaría y la cifra manejada de bajas incentivadas
 que serían sustituidas por jóvenes podría incluso superar el medio 
millar. La última visita a Ryad del presidente de Navantia ha inspirado 
confianza.
Al mismo tiempo, la compañía está discutiendo con el 
Ministerio de Defensa y otros departamentos los encargos concretos que 
tendrá en los próximos años. En definitiva, se trata de intentar 
garantizar la viabilidad ahora que la economía mejora.
La negociación del contrato con Arabia Saudí, en su recta final
El ramadán y el cambio de heredero —el hijo del rey, Mohamed Bin 
Salman, ha sustituido a su primo, Mohamed Bin Nayef— han mantenido casi 
paralizada la Administración saudí durante más de un mes, pero no han 
interrumpido las negociaciones sobre la venta de cinco corbetas de 
Navantia. El viceministro de Defensa saudí, Mohamed Al-Ayesh, visitó la 
semana pasada Madrid, donde se reunió con la ministra de Defensa, María 
Dolores de Cospedal, y el secretario de Estado, Agustín Conde. Esta es, 
para el Gobierno español, la principal prueba de que el contrato sigue 
adelante y ha superado las dudas surgidas tras el viaje a Riad del 
presidente estadounidense, Donald Trump, quien negoció en mayo pasado 
ventas de armas por casi 100.000 millones de euros, incluidas fragatas.
El contrato está siendo analizado por una comisión saudí de alto 
nivel. Entre los flecos pendientes están las obras que habrá que 
acometer en el puerto de Yedá, donde tendrán su base las corbetas, 
después de que la Marina saudí decidiera trasladarlas al mar Rojo 
renunciando a su idea inicial de emplazarlas en Jubail, en el golfo 
Pérsico.
Una vez que la comisión emita su informe, previsiblemente favorable, 
solo faltará firmar el contrato, aunque nadie se atreve a vaticinar 
cuánto puede demorarse en un régimen cuya ley suprema es la voluntad del
 Monarca. Por eso, fue el propio Felipe VI quien viajó en enero a Riad 
para darle un impulso definitivo.
Fuentes de Navantia reconocen que el futuro de la empresa depende en 
gran medida del contrato con Arabia Saudí. No solo se trata de la mayor 
exportación de armamento español de la historia, por unos 3.000 millones
 de euros, sino que supondrá cinco años de trabajo (siete millones de 
horas y unos 2.000 empleos directos) para los astilleros de la Bahía de 
Cádiz y Ferrol (La Coruña). Navantia se encargará de mantener los buques 
durante su ciclo vida y la Armada española de instruir a 400 marinos 
saudíes, una relación a largo plazo.
La segunda gran operación internacional en la que está embarcada 
Navantia es la construcción de nueve fragatas para Australia por 20.000 
millones, por la que compite con la italiana Fincatieri y la británica 
BAE Systems. Los buques serían construidos por la filial de Navantia en 
Australia, pero para la matriz española representaría una importantísima
 carga de trabajo, sobre todo en ingeniería.
Si logra ambos contratos, Navantia podrá encarar con optimismo el 
futuro y sobreponerse a fiascos como el del submarino S-80, un programa 
en el que se han invertido ya 1.800 millones y del que, tras corregirse 
sus problemas de sobrepeso, aún se desconoce cuál será su coste final.
 
 
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