Como mostré recientemente en un 
artículo presentado en este rotativo (“El mayor problema que tiene 
Catalunya del cual no se habla: la crisis social”, Público, 30.06.17), la crisis social en Catalunya ha adquirido unas proporciones dramáticas, desconocidas antes durante el periodo democrático. Nunca
 antes, desde que la democracia se restableció en 1978, las clases 
populares catalanas habían visto su calidad de vida y bienestar 
deteriorarse de una manera tan acentuada como ha ocurrido durante los 
años de crisis económica y financiera conocidos como la Gran Recesión. 
El desempleo, la baja tasa de ocupación, la precariedad en el trabajo, 
el descenso de los salarios y el empeoramiento de las condiciones de 
trabajo caracterizan el mercado de trabajo catalán, afectando muy 
negativamente el nivel de vida de las clases populares, que representan 
la mayoría de la población en Catalunya. Tales condiciones 
están teniendo un impacto devastador entre la juventud, que está 
perdiendo la esperanza de tener un mundo mejor que el de sus padres.
 Sus ingresos en términos proporcionales son menores (en su capacidad 
adquisitiva) que los que sus padres tenían a su edad, determinando con 
ello un descenso generacional en su estándar de vida.
Esta enorme crisis, resultado del gran deterioro del mercado de 
trabajo, que ha tenido un efecto devastador en la calidad de vida de las
 clases populares, ha ido acompañada de unos recortes de los fondos 
públicos disponibles para financiar las trasferencias y los servicios 
públicos del Estado del Bienestar en Catalunya
 (tales como sanidad, educación, servicios sociales, vivienda social, 
escuelas de infancia –mal llamadas guarderías-, servicios domiciliarios,
 servicios y transferencias para la prevención de la pobreza y de la 
exclusión social, entre otros). 
En realidad, los recortes del 
gasto público social, que incluye el gasto en tales transferencias y 
servicios públicos, realizados por el gobierno de la Generalitat de 
Catalunya han sido de los más acentuados en España y en la Unión 
Europea de los Quince (UE-15), el grupo de países de la UE de semejante 
nivel de desarrollo económico al existente en Catalunya y en el resto de
 España.
Es muy importante señalar que estos
 recortes se han hecho por el gobierno catalán en unas transferencias y 
servicios públicos del Estado del Bienestar que estaban ya muy poco 
financiados, con lo cual, tales 
recortes han tenido un impacto muy negativo en dichas transferencias y 
servicios, permaneciendo, como consecuencia de ello, entre los Estados 
del Bienestar menos financiados en España y en la UE-15, muy por debajo 
de lo que la economía catalana permitiría (ya antes de la 
crisis Catalunya tenía un gasto social de casi 20.000 millones de euros 
menos de lo que le correspondía por su nivel de riqueza).
¿Por qué este subdesarrollo social y esta crisis social?
Una de las respuestas más frecuentes a estas preguntas en el 
establishment político-mediático catalán es que tal subdesarrollo social
 (siendo el gasto público social en Catalunya uno de los más bajos de la
 UE-15) y tal crisis social (unos de los recortes de gasto público 
social más acentuados y uno de los niveles de desempleo y precariedad 
más altos de la UE-15), con uno de los niveles salariales más bajos de 
tal comunidad europea, es resultado de la articulación de Catalunya dentro del Estado español. 
La culpa de todo ello es del Estado central. Esta externalización de responsabilidades es muy común en la cultura existente en el territorio ibérico.
 El gobierno español justifica la aplicación (e imposición) de políticas
 altamente impopulares indicando que no tiene otras alternativas, pues 
así se lo instruyen Bruselas, o Frankfurt o lo que sea. Y en Barcelona, 
el gobierno de la Generalitat de Catalunya añade, además de Bruselas y 
Frankfurt, Madrid.
Esta explicación pasa de puntillas y deliberadamente oculta una de
 las mayores causas del subdesarrollo social de Catalunya y de la enorme
 crisis social en la que esta se encuentra, y que es ni más ni menos que
 el enorme dominio que las derechas (partidos conservadores y liberales)
 han tenido en las instituciones económicas, financieras, mediáticas y 
representativas de Catalunya durante todo el periodo democrático. 
La coalición de un partido de derechas perteneciente a la familia 
liberal europea, Convergència Democràtica de Catalunya, CDC, y de un 
partido de derechas perteneciente a la familia conservadora 
democratacristiana, Unió Democrática de Catalunya, UDC, ha gobernado 
Catalunya durante la mayor parte de tal periodo. En realidad, Catalunya ha estado gobernada 30 de 37 años por las derechas,
 es decir, 9 de 11 legislaturas, mostrando la gran hegemonía de las 
derechas (solo superada en España por Galicia y Castilla y León, 
gobernadas por el PP, y el País Vasco, gobernado por el PNV).
Dentro de esta coalición gobernante en Catalunya ahora, CDC (ahora
 llamada PDeCAT) ha sido la fuerza hegemónica. Y esta fuerza política 
continúa ahora siendo hegemónica en la mayoría de los aparatos de la 
Generalitat de Catalunya, presididos por el Sr. Carles Puigdemont, 
dirigente del PDeCAT, partido que es a su vez presidido por el ex 
presidente Artur Mas.
 Es cierto que 
la coalición Junts Pel Sí incluye, además de CDC, primordialmente a ERC 
(un partido hoy independentista), así como personas independientes no 
afiliadas a ningún partido. Pero la herencia de 30 años de ideología 
nacionalista conservadora es todavía clara en la cultura política 
promovida por la Generalitat de Catalunya. Ni que decir tiene que ERC es
 un partido amplio de sensibilidades políticas diferentes, incluyendo la
 izquierda, unidas todas ellas por un compromiso por la independencia, 
ideología que respeto y que es totalmente legítima, aunque yo no la 
comparta, aclarando que no me opondría a ella, naturalmente, si ello 
fuera el deseo de la mayoría de la población en Catalunya, lo cual es 
obvio que no se da en la situación actual. 
 Dicha aclaración no
 diluye mi percepción de que el movimiento independentista esta hoy 
institucionalmente dirigido por el gobierno de Junts Pel Sí, coalición 
dentro de la cual el PDeCAT es la primera fuerza.
 De ahí que es importante que se informe sobre qué es CDC y su sucesor, 
el PDeCAT, lo cual no puede reducirse a una mera definición de ser un 
partido nacionalista conservador, ahora pro independencia.
Los herederos del pujolismo, ideología y modus operandi que continúa
Para entender Catalunya, hay que conocer a dicho partido, CDC, fundado por Jordi Pujol y que ha sido el eje del pujolismo,
 una ideología nacionalista conservadora que siempre ha considerado la 
Generalitat de Catalunya como su propiedad individual, familiar y 
colectiva, extendiendo su influencia a través de unas políticas de tipo 
clientelar, con prácticas intensamente corruptas. Era, y continúa siendo, la versión catalana del caciquismo en su expresión más primaria.
 En realidad, tiene grandes semejanzas con el Partido Popular en el 
resto de España. 
Ambos eran y son partidos nacionalistas  (españolista 
el PP, y catalanista CDC) y patrimonialistas (que consideran el Estado 
que gestionan como suyo). Es lo que Pablo Iglesias ha definido acertadamente como nacionalpatrimonialismo. Su
 largo dominio en el gobierno se debe a su claro encaje en la estructura
 de poder económico, financiero y mediático del país. Su dominio sobre 
los medios públicos de información de la Generalitat es casi absoluto. E
 influencia también en gran manera a los privados a base de subvenciones amplias (a modo de ejemplo, en 2015 la Generalitat de Catalunya otorgó 810.719 euros a La Vanguardia; 463.987 a El Periódico de Catalunya; El Punt Avui recibió 457.496; y el diario Ara, 313.495 euros).  
En
 consonancia con esta práctica, ya ha amenazado a los medios de 
comunicación con no proveer de tal subsidio en caso de que no promuevan 
su ideario a raíz del mal llamado referéndum. En TV3, sus programas 
económicos son de orientación ultraliberal,
 los cuales son conducidos por uno de los gurús económicos de CDC y 
sectores de ERC, el economista Sala i Martín, economista catalán, de 
nacionalidad estadounidense, que apoya en EEUU al Partido Libertario, un
 partido de ultraderecha que tiene gran influencia hoy en el Partido 
Republicano de aquel país. Es más que probable que el Ministro de 
Economía y Finanzas de la Catalunya independiente gobernada por una 
coalición liderada por el PDeCAT fuese tal personaje, o alguien próximo a
 él en su orientación política.
Las complicidades del establishment político-mediático catalán con el establishment político-mediático español
El nacionalpatrimonialismo pujolista continúa ejerciendo gran 
influencia en las instituciones de la Generalitat, y a través de estas, 
la vida intelectual política y mediática de Catalunya. Su partido ha 
sido uno de los mayores instrumentos políticos responsables de la 
aplicación de las políticas públicas neoliberales causantes del 
subdesarrollo social en Catalunya (incluyendo el resto de España), y de 
la crisis social creada por la Gran Recesión. CDC apoyó las reformas 
laborales del PSOE y del PP que causaron el deterioro del mercado de 
trabajo, así como la austeridad del gasto público que guió los recortes 
al Estado del Bienestar, y todo ello de una manera coherente con su 
ideología liberal (bien explicada por el Sr. Sala i Martín en su 
programa de TV3).
Las consecuencias del neoliberalismo
Como resultado de la aplicación de tales políticas, las rentas del
 trabajo en Catalunya han descendido, pasando de ser un 50% a un 46% de 
todas las rentas, durante el periodo de la crisis, 2008-2016, mientras 
que las rentas del capital han aumentado, pasando de un 42% a un 45% 
durante el mismo periodo. 
Que ello 
pasaría era entonces fácilmente predecible, como denuncié en su día. 
Como también era predecible, se ha producido un gran crecimiento de las 
desigualdades, que se han disparado, habiéndose incrementado 
la distancia entre el 20% de la población más rica y el 20% más pobre de
 5 a 6 veces durante el mismo periodo. Estas políticas 
neoliberales se han hecho en colaboración con el PP, estableciéndose una
 complicidad no solo en las áreas económicas y sociales, sino también en
 las políticas, complicidades que 
han permitido el control por parte del PP de las Cortes Españolas, cuya 
presidenta, Ana Pastor, fue elegida con el apoyo de CDC, y cuya 
abstención en la moción de censura contra el gobierno del PP contribuyó a
 mantener al “supuestamente odiado” Rajoy en el poder.  
Los 
intereses de clase siempre toman prioridad sobre los intereses de nación
 en las derechas nacionalistas catalanas, para las cuales el mayor 
enemigo son las nuevas izquierdas. Y lo que pasa en los pasillos de las Cortes Española es un claro ejemplo de ello.
El silencio mediático sobre las causas de la enorme crisis social catalana
Como era de esperar, de todo esto no se habla o se escribe hoy
 en Catalunya. Este es el gran éxito del establishment 
político-mediático hegemonizado por los herederos del pujolismo, y ello 
con la ayuda de grandes sectores de la intelectualidad catalana, 
incluyendo algunas figuras que se consideran de izquierdas.
 CDC (PDeCAT) continúa hegemonizando la Generalitat de Catalunya, 
intentando influenciar sobre la movilización político-social que 
promueve el referéndum, centrándose en la confrontación entre el 
gobierno Rajoy, por un lado, y el gobierno de Junts Pel Sí, por el otro.
 Esta dualidad, presentada como el enfrentamiento entre España y Catalunya, es clave para su intento de movilización.
La aceptación de esta estrategia es resultado de la enorme 
insensibilidad del Estado borbónico hacia el carácter plurinacional de 
España, Estado que ha sido el mayor promotor del independentismo en 
Catalunya. Ni que decir tiene que este enfrentamiento asume la 
invariabilidad del Estado español, tesis fuertemente sostenida 
cuya intensidad alcanza niveles de clara hostilidad hacia los que no 
están de acuerdo con dicha estrategia, siendo acusados de 
antidemocráticos o, peor aún, de tener un escaso compromiso con 
Catalunya, tal como hizo Pilar 
Rahola, el personaje mediático más parecido a Eduardo Inda en Catalunya 
(grosera, maleducada, que no deja hablar al adversario y que manipula en
 extremo), con Xavier Domènech. 
Y algunas voces de izquierdas han 
llegado incluso a presentar tal llamada a votar en el referéndum como 
una continuación del 15-M en su lucha por la democracia. Tales voces 
parecen ignorar que el 15-M rodeó el Parlament de Catalunya, forzando al
 president Mas a acceder al Parlament en helicóptero, en protesta por 
las políticas neoliberales. Viví aquella situación, pues el 15-M me 
invitó a dar una charla delante del Parlament (cuando este estaba 
rodeado de manifestantes del 15-M) en protesta por las políticas que el 
gobierno había propuesto y que el Parlament iba a votar. No se pudo 
hacer la charla porque la policía nos expulsó. Es paradójico que ahora 
se pida al 15-M que rodee el Parlament, dirigido por los sucesores de 
Mas, para protegerlo.
 Además de incoherente, es absurdo que el
 15-M se presente como un precedente a la movilización que se presenta 
mediáticamente como dirigida por un gobierno liderado por los 
continuadores del president Mas. 
Naturalmente que soy consciente que el Parlament estaría ocupado por 
muchas otras fuerzas políticas además del PDeCAT, pero dicho Parlament 
seguiría liderado por un gobierno en el que los herederos del pujolismo 
de siempre serían la fuerza hegemónica.
El llamado referéndum no es un referéndum
Mis comentarios críticos no son a 
favor o en contra de la independencia, sino sobre la manera como esta se
 está proponiendo, y que en parte (y solo en parte) se debe a la 
oposición del Estado central. La realización del referéndum requiere 
toda una serie de condiciones que garanticen que se realice en un 
contexto democrático. Democracia es mucho más que votar en 
unas urnas: requiere libertad democrática con pleno acceso a los medios 
de información por parte de las distintas opciones consideradas en el 
proceso de decisión que debe realizarse en el momento de votación. 
Existe hoy, sin embargo, una muy acentuada falta de diversidad en los 
medios públicos de la  Generalitat Catalunya,
 realidad que, por lo visto, no han percibido algunos compañeros de 
viaje de izquierda, que han visto recompensadas su apoyo al referéndum y
 su crítica a aquellas fuerzas, como Catalunya en Comú (que lo 
critican), gozando de un amplio espacio mediático poco accesible a las 
opciones que cuestionan el referéndum. En realidad, el gobierno de la 
Generalitat está hoy utilizando su comportamiento clientelar (dando 
amplios recursos financieros a los medios privados) a fin de promocionar
 su estrategia política. Es un caso abusivo de utilización de los medios
 públicos para fines partidistas.
Otra condición para que el referéndum sea considerado democrático es
 el principio de la mayoría, un eje rector de cualquier proceso 
democrático (hecho subvertido por la propuesta de Referéndum de 
Independencia del Govern, que convierte el principio de la mayoría por 
el principio de la minoría, tal como señalaré más adelante). Otras condiciones violadas por el proyecto del referéndum es el
 de haberse saltado el propio Estatut de Catalunya, así como el 
Parlament de Catalunya, que hasta ahora no ha sido consultado, basándose
 en una mayoría parlamentaria que no representa a la mayoría de la 
población catalana.
La vía antidemocrática hacia la independencia
La mayoría que el tripartito 
independentista (PDeCAT, ERC y la CUP) tiene en el Parlament está basada
 en una ley electoral que es la misma, repito, la misma, que fue 
transferida de España a Catalunya, sin que Convergència deseara 
cambiarla (como tampoco quiso cambiarla el PP). Tal ley es 
escasamente proporcional, y debido al sesgo conservador, dio la mayoría a
 unos partidos que en realidad representaban a una minoría. Tal 
tripartito recibió un número de votos menor que los no independentistas. 
 Atribuirse la representación de la mayoría de la población es faltar a 
la verdad. Sumando los votos de los 
tres partidos independentistas en las elecciones del 27 de septiembre de
 2015, se obtiene una cifra menor (1.966.508 votos) que sumando los 
votos de los no independentistas (2.147.736 votos). La mayoría 
proindependentista en el Parlament no se corresponde con la mayoría 
popular, que no es independentista.
Pero esta situación escasamente democrática alcanza su forma 
extrema en la Ley del Referéndum, en la cual se indica que el resultado 
del referéndum es vinculante (artículo 4.3), sin especificar el 
porcentaje mínimo de votantes. En 
realidad, tal ley aclara que ganará el que sume más votos (sin indicar 
un mínimo de participación), proclamándose la independencia cuarenta y 
ocho horas después de conocerse el resultado del referéndum en caso de 
que sea afirmativo. 
Lo que ello implica es que si se consiguiera el 
mismo porcentaje de votos a favor de la independencia sobre el número de
 catalanes que podrían votar que se logró el 9-N (1.861.753 votos del 
SÍ-SÍ sobre 5,4 millones de personas), resultaría que el 
número de votos a favor del SÍ representaría solo un 34% de toda la 
población que pudiera votar, lo cual querría decir que prácticamente dos
 terceras partes de los catalanes no habrían dicho SÍ a la 
independencia. En base a este bajísimo porcentaje se declararía la 
independencia en 48 horas. Ello sería un acto profundamente 
antidemocrático carente de credibilidad internacional.
No es un referéndum
La manera como se está utilizando el 
mal llamado referéndum por parte de los partidos gobernantes en la 
Generalitat de Catalunya conseguiría que del 80% al 90% del voto fuera a
 favor de la independencia, en un proceso de muy baja participación. 
Ocurriría lo mismo que ocurrió en el 9-N, que fue el proceso 
electoral en Catalunya con menor participación durante el período 
democrático postfranquista. Solo un 36,6% de catalanes votaron, mucho 
más bajo que en las elecciones autonómicas del 2012 (67,7%), que en las 
elecciones generales del 2011 (un 66,8%), que en el referéndum del 
Estatut del 2006 (48,8%) y que en las elecciones europeas del 2014 
(47,6%). Que solo un tercio de los catalanes decidiera el 
establecimiento de la independencia no puede ser la base para que ocurra
 un hecho tan significativo como este. Y crearía un estallido social en 
Catalunya. 
Creerse que la mayoría de
 la población catalana aceptaría una decisión de tal envergadura votada 
solo por un tercio de la población que podría votar, es no conocer 
Catalunya. La pregunta que debería hacerse es por qué habría 
una participación tan baja en dicho referéndum, y una de las causas de 
ello es la identificación institucional del independentismo con el 
gobierno de la Generalitat de Catalunya que ha sido responsable de la 
crisis social que ha afectado tanto a las clases populares en Catalunya.
Naturalmente que el movimiento independentista también recoge una 
protesta frente a la crisis social descrita en este artículo, pero el 
hecho de que sea el PDeCAT hoy la fuerza dirigente en el gobierno de la 
Generalitat que dirige tal movilización tendría influencia en esta 
elevada abstención. Las clases 
populares son conscientes de que detrás de un supuesto conflicto 
España-Catalunya ha habido una alianza de las derechas españolas y 
catalanas que ha provocado el deterioro de su calidad de vida y 
bienestar.  
Y de ahí el enorme silencio sobre este tema en 
Catalunya y en España, silencio que tiene como función dar mayor 
visibilidad al tema nacional asumiendo que la independencia resolvería 
en sí la enorme crisis social, considerando, erróneamente, que el nuevo 
Estado tendría una vocación resolutiva de dicha crisis, lo cual es 
altamente cuestionable, pues dependería de los partidos que gobernaran 
esta Catalunya independiente. Una transición que fuera una continuación 
del dominio de las derechas en el Estado catalán sería la continuación 
de la crisis. La evidencia de que ello sería así es abrumadora.
Todas estas consideraciones quedan 
olvidadas en un proceso de transición claramente idealizado en el que 
los enormes problemas que podrían crearse, y que podrían afectar a las 
clases populares, quedan marginados. Es así como la derecha 
catalana intenta utilizar el mal llamado referéndum como una táctica 
electoral que se beneficia de las elevadas tensiones entre Catalunya y 
España, a fin de movilizar su apoyo electoral.
Esta afirmación no implica, en absoluto, que la movilización 
que está teniendo lugar en Catalunya a favor de la independencia sea un 
mero instrumento creado por los partidos gobernantes, lectura 
generalizada en el establishment político-mediático español. Dicho 
movimiento incluye muchísimas sensibilidades políticas, y como 
movimiento contestatario lo valoro positivamente. 
Ahora bien, 
no hay duda, desde mi punto de vista, que la manera como la Generalitat 
de Catalunya está intentando dirigirlo incluye un deseo de 
instrumentalizarlo que disminuye dramáticamente su potencial de cambio. 
En realidad, el independentismo, al monopolizar el soberanismo o derecho
 a decidir, está haciendo un flaco favor a la posibilidad de una amplia 
movilización de las clases populares, que no siendo independentistas, 
desean un cambio profundo en Catalunya y en España. El independentismo 
no será vehículo para realizar tales cambios.
¿Cuál debería ser la alternativa?
Creo que debería mostrarse que es imposible crear una nueva sociedad 
democrática a través de un instrumento claramente antidemocrático como 
está resultando ser el mal llamado referéndum. Considero que es esencial
 que las fuerzas que creen en el referéndum democrático presenten y 
defiendan una alternativa, ilusionante y creíble que presente una 
propuesta de futura Catalunya, poniendo la resolución del tema social 
como central en la discusión del tema nacional, indicando que aquellos 
que son responsables del enorme retraso social de Catalunya no pueden 
liderar el proceso de cambio en Catalunya, pues la nueva Catalunya que 
promueven sería una continuación de la ya existente. 
Creo que para las 
izquierdas es fundamental que se defina el concepto de nación, 
identificando nación primordialmente con la población, de la que las 
clases populares son la mayoría, afirmando que aquellos que aman más a 
Catalunya son aquellos que hacen más por las clases populares, 
denunciando a aquellos que se autodefinen como superpatriotas y a la vez
 están dañando el bienestar de la mayoría de la ciudadanía. En contra de
 lo que se cree, sí que hay un barómetro para definir el grado de 
compromiso con un país.
De ahí que es importante que las fuerzas progresistas que 
prioricen la justicia social, la democracia y la plurinacionalidad de 
España y favorables al desarrollo de un referéndum auténticamente 
democrático desarrollen una campaña alternativa que movilice al conjunto
 de la sociedad catalana y de las diferentes sociedades en el territorio
 español para cambiar tanto el Estado Catalán como el Estado Español de 
tal forma que resuelva al fin la cuestión social y nacional. 
Esta campaña debiera de contar con actos a los que se invite a hermanos y
 hermanas de las nuevas izquierdas de otras partes de España, para 
señalar que el derecho a decidir tenemos que ganarlo a través de la 
movilización de la mayoría (y no solo de una minoría) de la población 
catalana para crear una nueva Catalunya, y abriendo la posibilidad de 
realizar un cambio profundo, que tenga el apoyo de las clases populares.
 Para que ello ocurra, es necesario poner la resolución del tema
 social como prioritario, y no de una manera genérica e indirecta a 
través de conseguir una no realizable independencia, sino muy concreta, 
oponiéndose a las políticas que han sido promocionadas por el Estado 
español por un lado, y por la Generalitat de Catalunya por el otro. Sin 
un apoyo generalizado entre la clase trabajadora y otros elementos de 
las clases populares, no se podrá tener un auténtico referéndum 
democrático con una petición de cambio masivo. 
Este cambio será
 facilitado por las campañas que ya existen a lo largo del territorio 
español para crear una España social, justa, democrática y 
plurinacional. De ahí que es fundamental que, para que el proceso de 
cambio en Catalunya ocurra (yendo o no hacia la independencia según 
desee la mayoría de la población en Catalunya), haya una nueva dirección
 y otro liderazgo del movimiento por el derecho a decidir, basada en una
 amplia coalición de fuerzas de izquierdas y progresistas que defienda 
un programa de transformación de Catalunya (y de España). Esto no es lo que está ocurriendo ahora en Catalunya.
(*) Ha sido catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Barcelona, actualmente es catedrático de Ciencias Políticas y Sociales en la Universidad Pompeu Fabra, profesor en la Universidad Johns Hopkins de Baltimore.

 
 
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