MADRID.- Se congregan a las puertas de estos recintos para dar el último adiós al
 ganado. Tras las caricias, les piden perdón y se despiden. Esta 
iniciativa, que surgió hace nueve años en Canadá, gana adeptos en 
España: ya hay 30 grupos que las organizan, según La Razón.
El reloj marca las 
09:50 horas. 1º de temperatura. 30 personas congregadas a las puertas 
del Matadero de Getafe (Madrid). Un camión con más de un centenar de 
cerdos se aproxima para descargar a los animales. El conductor sopesa 
dos opciones: acelerar para que la cadena humana que le impide atravesar
 la verja se disperse o detener el tráiler para que pueda celebrarse la 
vigilia. 
 Aunque lleva en la carretera más horas de las recomendadas y 
está tan hastiado que solo piensa en desayunar y meterse en la cama, 
accede a las petición que acierta a leer desde el parabrisas: «Stop. 
Solo queremos 3 minutos para decirles adiós». «Sin prejuicios. Solo amor
 a los animales», aclara otro cartel. 
Al camionero no le da tiempo a 
echar el freno de mano cuando la marabunta, móvil en mano, trepa por las
 rejas del container para poder ver de cerca a los cerdos. En pocos 
minutos estarán muertos y quieren despedirse de ellos. Pedirles perdón. 
No sin antes grabar los últimos minutos de sus cortas vidas. Unas 
imágenes que primero colgarán en el  Whatsapp de la ONG Save Movement 
Madrid y después difundirán en redes sociales. «¡Que horror!». «Algún 
día se acabará esto», contestan los que no han podido asistir a las 
bautizadas «vigilias veganas».
Save
 Movement nació tras él éxito del grupo Toronto Pig Save, creado en 2010
 por un grupo de vecinos que, tras ver diariamente cómo pasaban camiones
 cargados de cerdos «tristes y asustados» camino al matadero de Quality 
Meat Packers, decidieron agruparse para acompañarlos antes del 
sacrificio.
El objetivo: ser testigo de las difíciles condiciones en las 
que viven (y mueren) los animales de granja para transmitirlo y crear 
una conciencia animalista y vegana. La idea tuvo tanto éxito que se ha 
replicado por todo el mundo. Actualmente existen 560 grupos que 
organizan estas despedidas.
El de Madrid suele actuar, sobre todo, en el 
matadero de Getafe porque es de gran actividad. Cada dos semanas, el 
grupo       –compuesto por aproximadamente 140 personas– acuerda por 
votación el día y se plantan allí llueva, nieve o caigan chuzos de 
punta. El compromiso es total y su activismo una forma de vida. Anteayer 
ninguno faltó a la cita. 
Acudieron puntuales a las 8:00 de la mañana. 
Pocos minutos antes de las 10.00 llegó el primer camión, y como la 
mayoría, hizo caso a las señales de stop. Los camioneros empiezan a 
estar acostumbrados a este espectáculo que dura menos de cinco minutos. 
Los activistas son conscientes de que no deben saturar su paciencia y el
 respeto, ciertamente, es absoluto. Sorprende que no haya burlas ni 
hostilidad. Todo sucede con una normalidad que asombra a los que son 
ajenos a estas vigilias que ni el mismísimo David Lynch podría haber 
guionizado.
Todos a una, como sincronizados 
por un pistoletazo de salida imaginario, corren hacia los puercos. Meten
 la mano por las rendijas, les graban, les acarician. Les miran a los 
ojos y se rompen por dentro cuando el animal les chupa los dedos. «Es 
que te gritan ¡sácame de aquí!». 
A Juanjo esas imágenes le dejan una 
«sensación de frustración y angustia tremenda». Lleva la mirada al cielo
 y cierra los ojos para que no se le escape ninguna lágrima.  A Rocío ya
 le brotan a borbotones. Es su segunda vigilia y ha acudido junto a su 
marido tras dejar a sus dos hijas en el colegio. Los cuatro son veganos y
 «antiespecistas»: «No hacemos distinción de especies, sentimos el mismo
 dolor ante el sufrimiento de un perro, un gato o una vaca». En su caso,
 participa «para pedir perdón» a los cerdos que serán sacrificados poco 
después. «Yo, como humana, me disculpo con ellos por pertenecer a una 
raza que les está causando mucho daño». 
Y también «para contribuir a 
concienciar a la gente de que los filetes que compras en el 
supermercado, y que ya están envasados, no provienen de una cosa, sino 
que hay una vida detrás». 
Rocío tuvo que retirarse antes de que el 
tráiler arrancara de nuevo. Estaba consternada: «Es que además los 
cerdos son super inteligentes,  se les escucha llorar, saben que van a 
morir».
A lo lejos, un trabajador mira desde la 
distancia. Es el tiempo del bocadillo y no duda en salir fuera del 
recinto. La relación con este grupo de animalistas es pacífica y no se 
ha producido ningún altercado desde el año que llevan acudiendo allí. 
«Yo les respeto, igual que ellos a nosotros. Nos han llegado a decir que
 entienden que es nuestro trabajo». 
«Pero otra cosa es que lo entienda, 
para mí es algo normal porque el sacrificio de animales para consumo se 
ha hecho siempre», comenta.
No obstante,  el 
activismo animalista está contribuyendo a que la industria cárnica se 
resienta en nuestro país. Según los últimos datos disponibles, 
procedentes del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, el 
consumo de carne disminuyó un notable 6,3% en 2017 respecto al año 
anterior.
SaveMovement ha conseguido en poco 
tiempo crear 30 grupos en España, «dos por mes a lo largo de este año». 
Trabajan activamente para convencer de que «no hay justificación moral 
para matar animales». 
Sostienen que somos seres éticos y podemos 
sobrevivir a base de vegetales» y critican que «no tiene sentido 
defender a delfines  y perros, y después contribuir a la muerte 
innecesaria de vacas y cerdos». 
«Por no hablar de lo que esconde la 
producción de carne», apostillan. Ya lo dijo Paul McCartney, «si los 
mataderos tuvieran paredes de cristal, todos seríamos vegetarianos».

 
 
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