MADRID.- Todo está 
listo y preparado para que la institución monetaria europea 
comience el cambio de rumbo en sus políticas adoptadas. El ciclo en
 Europa va con retraso con respecto a Estados Unidos, pero si se 
mantienen los niveles de crecimiento e inflación, la subida de 
tipos de interés ya podría producirse en el segundo semestre del 
próximo año en el Viejo Continente. Con ella, la industria 
financiera sacará mayores rendimientos, pero hay otras áreas que 
se verán perjudicadas, revela hoy Capital Madrid. 
El
 cambio de paradigma está muy cerca de comenzar. El Banco Central 
Europeo avanza hacia la retirada de los estímulos que no es sino el paso
 previo para tensionar su política monetaria y empezar la normalización 
del precio del dinero. Herramienta que ya empezó hace unos años la 
Reserva Federal Norteamericana y que ahora ve como su institución 
homóloga europea da pasos hacia ese mismo camino.
Dentro de los beneficiados por este viraje del BCE hallamos al sector
 bancario, que como se conoce sus márgenes de rentabilidad dependen de 
tipos de interés más elevados. Sin embargo, hay muchas empresas que 
reciben esta noticia de políticas menos laxas por parte de la 
institución que preside Mario Draghi de manera negativa. Principalmente,
 porque afecta de manera adversa a sus negocios unos intereses más 
elevados.
Los expertos dicen, en primer lugar, que una subida de tipos es 
contraproducente para los países periféricos de Europa, entre los que se
 encuentra España -una de las regiones beneficiadas por el plan de 
compra de bonos del Banco Central Europeo-. Y es que deberá pagar más 
intereses por su deuda. La curva de tipos se desplazará, lo que debería 
encarecer la financiación.
La agencia de calificación crediticia Moody's apuntaba que “una 
subida de tipos eleva inmediatamente el coste marginal de la deuda en el
 momento de la emisión”, aunque que éstas “tendrían una afectación más 
lenta en el coste promedio de la deuda, porque muchas compañías han 
extendido sus vencimientos de deuda y aprovechado los bajos tipos de 
interés”.
No obstante, su escenario base esgrimía que “las políticas monetarias
 seguirán siendo acomodaticias y los bajos diferenciales seguirán 
apoyando las necesidades de financiación de las compañías en 2018”, pese
 a que al consenso de mercado descarta un esquema completamente 
diferente.
Así pues, las primeras que tendrían más dificultades con un 
progresivo aumento del precio del dinero serían las compañías que tienen
 un mayor apalancamiento. Es el caso de Iberdrola o también de 
Telefónica, que en los últimos tiempos han hecho un esfuerzo notable por
 recortar su nivel de deuda para sortear daños colaterales como 
consecuencia del cambio de rumbo del BCE.
Además, socimis como Inmobiliaria Colonial y Merlin Properties (se 
estima que su ratio se ubique en las 13,94 y 12,50 veces, 
respectivamente, para final del ejercicio), tendrían un impacto adverso.
 O Ferrovial, cuya deuda se encuentra en los 4.723 millones de euros.
Afectación en consumo e inversión
El efecto sobre el esfuerzo financiero es importante en un contexto 
en donde las familias se encuentran altamente endeudadas. Los datos del 
Banco de España reflejan que los hogares tienen en endeudamiento por 
importe de 957.256 millones de euros.
Así, los intereses más altos tienen una influencia negativa sobre en 
el consumo y la inversión. Las familias, en especial los hipotecados, 
ven disminuida su renta disponible al tener que emplear más dinero al 
pago de sus deudas pendientes.
Por eso, el consumo doméstico también se vería agravado. Siguiendo 
esta línea, empresas de consumo como DIA o como Inditex tendrían un 
efecto negativo en su balance.
En el caso de la firma textil agravado además por el efecto divisa. Y
 es que una proyección sobre una política monetaria más restrictiva 
conlleva a su vez la apreciación del euro con respecto a la mayoría de 
monedas. Por tanto, los negocios exportadores tendrían repercusiones 
perjudiciales a la hora de conseguir una mayor facturación.
También, unos mayores costes de financiación reducen la solicitud de 
créditos de las empresas para realizar inversiones. A consecuencia de 
ello, muchos proyectos quedarían paralizados o incluso cancelados.
 
 
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