Con
todo, esto no es una apreciación sesgada ni prejuiciada. Relato lo que
vi y aquello en lo que participé. Al final doy cuenta de lo que
considero son los tres últimos hitos del camino de los catalanes hacia
la libertad: 1) el referéndum del 1/10; 2) la Declaración de
Independencia del 27/10; 3) la manifestación por la libertad de los
presos políticos del 7/12. En los tres he tenido la suerte de participar
activamente y vivirlos de modo directo. En el 4), las elecciones del
21/D, no podré hacerlo de igual modo; pero compenso en lo que puedo
yendo en la lista de ERC.
Aquí la crónica en castellano.
Qué ha pasado en Bruselas
Escribo
esta crónica desde Bruselas, en casa de un amigo mío catalán que tiene
una pequeña empresa de diseño textil y es independentista, como una
amplia muestra de la colonia catalana en la capital de Bélgica.
Departimos amigablemente un par de horas antes de la manifestación
mientras se confeccionan lazos amarillos o nos procuramos otros
distintivos que nos pongan en el universo simbólico de la próxima
República Catalana. Yo me pronuncio por una estelada que llevo anudada
al cuello como si fuera la capa del capitán Marvel.
También
nos cruzamos datos y suposiciones sobre la manifestación/concentración,
su recorrido y posible asistencia, teniendo en cuenta que hay una
llovizna pertinaz y una temperatura de escasos 3º, casi gélida.
Algunos
de los asistentes han hecho el camino en coche o autobús saliendo por la
parte oriental de la frontera y cambiando en Lyon, mientras que otros
lo hemos hecho por la occidental, pasando por Burdeos y París hasta
Bruselas. Hay informaciones fehacientes de que la policía y la guardia
civil se han empleado a fondo por órdenes de la superioridad para
boicotear la asistencia al acto: han retenido los coches en la frontera
con los más fútiles pretextos y ocasionando largas colas de salida; han
retrasado el AVE con el resultado –querido- de que los pasajeros
perdieran la conexión en Lyon; o han postergado la salida de dos
charters de Reus, obligando a cancelar los vuelos. Toda la gente que se
ha quedado en España en contra de su voluntad es víctima de esta
política de entorpecimiento de las manifestaciones populares por parte
del gobierno, sobre todo si son independentistas
La
asistencia al acto ha sido motivo de la habitual –y en este caso más
ridícula si cabe- censura y desinformación de la derecha. Y digo más
ridícula porque si los medios españoles avanzaron prescientemente la
cifra de 10.000 asistentes a la media hora de comenzar, la
policía belga que tuvo muy discreta presencia, pero dispuso de un
helicóptero durante el acto, cifró la asistencia en 45.000 personas.
Daba igual, los medios españoles de comunicación y manipulación
siguieron repitiendo como loros la cantidad de 10.000.
Este
debate, además de irritante y absurdo, pasa por alto un hecho evidente.
Aunque los 45.000 asistentes de la policía hubieran sido los 10.000 de
los medios españoles, no cabe duda de que no son lo mismo 10.000
manifestantes a trescientos metros de sus casas en una tarde de
primavera que a 1.500 kms de distancia teniendo que pagarte tú el viaje y
la estancia y con un frío, un viento y una lluvia muy desapacibles. Una
persona que se manifiesta en esas condiciones, obviamente, no es mejor
ni peor que la que lo hace en las condiciones anteriores pero, sin duda,
su convicción, su fuerza de voluntad, su compromiso y tenacidad son muy
superiores.
Coincidimos
un montón de peregrinos en un hotel barato a 60 km de Bruselas para
pasar la noche anterior porque en un radio inferior no había
habitaciones y las que se ofrecían oscilaban entre los 2.000 y los 3.000
euros por noche. Ley esta de la oferta y la demanda del capitalismo en
el mercado que deja a los medios españoles a la altura del Berrido de
Tennessee en el famoso cuento de Mark Twain a la hora de saber si había
mucha o poca asistencia. Más tarde serían los comercios del recorrido
los que agotarían las existencias y la policía la que cerraba los
accesos al metro por colapso. Quienes pernoctamos en el motel en
cuestión, sin conocernos entre nosotros, coincidimos en el bar a las
siete de la mañana para ponernos en la carretera a fin de llegar a
Bruselas antes de las once.
No
hace falta decir que esas carreteras de acceso, aparte de los atascos
habituales en días laborables, venían cargadas de autos con símbolos
independentistas. Por supuesto, los medios españoles no pudieron dar
nada de esto porque su función, como se sabe, es ocultar todo lo que
disguste al gobierno de la derecha y, en cuanto a los catalanes, TV3, en
concreto, recibieron la prohibición de dar noticia alguna de este
importante evento en Europa salvo al ritmo ridículo de un minuto en
directo cada media hora. Censores e inquisidores políticos sometiendo a
yugo a los periodistas, algo típico de los fascistas al estilo de la
Junta Electoral Central.
Mi
impresión, y la de las numerosas personas con las que hablé, es que
allí había bastante más de 45.000 personas, que la estimación policial
era pacata y que de 60.000 probablemente no bajaban. Seis veces la
Anábasis en condiciones también muy duras. Gente joven y de mediana
edad, aunque también bastantes abuelos con empuje, entre ellos el
firmante de estas líneas. Cientos de autocares, miles de coches
particulares y, como siempre, ni un destrozo, ni un acto de vandalismo o
violencia, ni una agresión y con las papeleras haciendo a la perfección
su importante trabajo. Nos quedamos hasta el final de la manifestación y
damos fe de que, así como las ambulancias no tuvieron que intervenir,
tampoco el servicio municipal de limpieza, que cerraba la marcha,
necesitó esforzarse.
Alegría
en todo el recorrido, pero también mucha conciencia: “Llibertat presos
politics”, “Visca la Terra”, “Visca la República Catalana”, “Puigdemont
el nostre president” fueron las consignas más coreadas y El Segadors y
L’Estaca los sones más escucuchados. Compartí marcha con muchos amigos y
conocidos y me hice unas cincuenta selfies con gente muy variada. Había
una sensación compartida de emoción, de sentido de la importancia del
momento y de orgullo común por lo que se estaba haciendo. Carteles con
los retratos de los presos políticos y letreros alusivos a la
independencia, la nación catalana, la opresión española y el olvido y
dejadez de las instituciones europeas que abandonan un pequeño pueblo
fier de lui même en las garras de un régimen corrupto y fascista.
Cerraron
el acto sendos alegatos de Javier Coma, de la CUP, Marta Rovira, de
ERC, Toni Comin, de JxC y el presidente Puigdemont. Rovira leyó el
último artículo publicado por Junqueras, de fuerte contenido sentimental
y moral y animó a la gente a votar el 21D para evitar que Cataluña
caiga en manos de sus enemigos y el Presidente afianzó su teoría de la
importancia del movimiento de la gente y la ciudadanía en la Europa de
hoy y del futuro frente a la idea anquilosada de una UE estatolátrica.
Diga
lo que diga el gobierno de la derecha y el bloque del 155 y por mucho
que intenten ignorar su significado este acto ha despertado una enorme
expectación en Europa, ha puesto a Cataluña más en el mapa si cabe, ha
dado fuerzas renovadas al movimiento independentista y ha puesto
brutalmente de relieve la diferencia moral entre una acción impulsada
por el ideal político desinteresado y los ridículos aquelarres del
españolismo (llamado “constitucionalismo” por la derecha desde el PP al
PSOE) que todo lo más reúnen es un par de miles de manifestantes de toda
España en Cataluña, si el tiempo lo facilita, se les paga el viaje y se
les garantiza la impunidad cuando apaleen a algún pacífico viandante.
Y
hay más: la manifestación de Bruselas puso de relieve la unidad del
independentismo (que sus enemigos tratan de minar manipulando los
resultados de los sondeos) y fue un hito más en este reciente
encadenamiento de hechos decisivos que apuntan en la dirección del éxito
en las próximas elecciones y la consolidación de la República Catalana.
La enumeración es clara:
1º) el referéndum del 1/10 y su aplastante resultado a favor de la independencia;
2º) la declaración política de independencia el 27 de octubre siguiente en el Parlament;
3º) la manifestación de Bruselas por los presos políticos del 7 de diciembre; y
4º)
las elecciones del próximo 21 de diciembre en las que sin duda se dará
un triunfo del independentismo con holgada mayoría absoluta que los
medios de comunicación españoles y otros órganos de confusión y
propaganda quieren reducir a un descenso de aquel.
Ese es el significado de Bruselas.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED