“No pagamos impuestos sin representación” resume el principio del
parlamentarismo. No escucharlo le costó al Rey de Inglaterra perder las
colonias norteamericanas. Unos presupuestos son la demostración
más evidente de un gobierno para demostrar que tiene un proyecto de
país. Por eso lo aprueba el Parlamento.
En España, el problema es que cada ley de Presupuestos sin
mayoría absoluta se ha convertido en un zoco donde estraperlistas y
trileros aprovechan la minoría parlamentaria -y la falta de vergüenza
hoy del PP, ayer del PSOE-, para negociar su parcela sin atender al
conjunto.
Era una especialidad de la Convergencia Democrática
de Catalunya de Pujol y sigue siéndolo del PNV, al que se han sumado,
claro, los oportunistas de Ciudadanos. Esa negociación en forma de
chantaje no ha ayudado a entender la plurinacionalidad de España, pues
lo que se lograba para los territorios se vivía en el resto como un
pulso ganado con trampas.
Los presupuestos anunciados por Montoro son en verdad tanto del PP
como de Ciudadanos. Trabajan para los mismos señores. Las diferencias
entre ellos están en quién corre con las culpas y quién se apunta los
tantos. Todo sirve para hacer electoralismo. Pero son unos
presupuestos que esperan que el esclavo esté contento porque le han
alargado un poco la cadena.
No esperéis la recuperación del poder adquisitivo de la
mayoría de las pensiones actualizándolas al IPC, ni la subida de las
pensiones no contributivas al menos al salario mínimo. No esperéis con
estos presupuestos la recuperación del empleo público (cada vez menos maestras, médicos, enfermeros) ni la financiación de la ley de dependencia, ni vivienda social (un 37% menos que el anterior plan) ni financiación para que regresen los emigrados.
No hay atención a la brecha de género ni a la violencia de género que pueda lograr efectos, de la misma manera que no
hay un plan de escuelas infantiles públicas para niños de 0 a tres años
(reducir a las familias el IRPF 1000 euros no sirve para cubrir ese
gasto que debiera ir a la construcción de una red pública de escuelas
infantiles).
Tampoco esperéis un plan industrial ni de inversión en energías renovables y en reconstrucción energética de los edificios, no vaya a ser que se genere empleo que no sea de camareros para los jubilados de Europa. No esperéis cambios fiscales para que los ricos paguen más o las grandes empresas paguen algo y tampoco lucha contra el fraude,
porque después de que se declarara inconstitucional la amnistía fiscal
de Montoro, ahora toca echarles una mano por otro lado.
Por ejemplo, pagándose
con dinero de todos los salarios basura que van a pagar las empresas a
los jóvenes. Y Rivera sacando pecho de este fraude. Los empleados públicos van a recuperar lo perdido este año, pero no el 15% desaparecido en los últimos 8 años. Son
presupuestos con guiños muy baratos. Como bajar el IVA del cine cuando
ellos mismos fueron los que lo subieron.
Al final das las gracias porque
te dan menos latigazos Migajas que caen de la mesa de los ricos y con
los que quieren que bailemos como el oso de los zíngaros. Cada vez
pensamos menos en derechos y más en concesiones graciosas: como si el
dinero no fuera nuestro.
Si el diputado de Nueva Canarias vuelve a vender su voto dependerá del PSOE. ¿Y
cederá el PNV? Está receloso porque lo que le están haciendo a
Catalunya le duele a sus votantes. Pero ya votaron los anteriores
presupuestos. Los ricos y sus mayordomos no saben de fidelidades. A no ser que la gente se lo recuerde.
La ciudadanía vasca no debiera permitir que el PP, junto con Ciudadanos, sigan vaciando
nuestra democracia con la aplicación torticera del 155, con la
tolerancia con la corrupción y ahora con estos presupuestos que
benefician a los de siempre y con los que quieren sacar una sonrisa
esperando que la limosna se entienda como concesión graciosa.
Presupuestos para súbditos que, sin embargo, no cuentan con que los pensionistas han decidido dejar de vivir como vasallos.
(*) Profesor Titular de Derecho Político en la UCM