Ciudadanos surgió con una única bandera, el anticatalanismo; creció 
contra el independentismo, disfrazado de un falso liberalismo que no era
 más que un populismo cercano a la extrema derecha, y se ha convertido 
en alternativa de gobierno con un discurso guerracivilista, que utiliza 
Catalunya como laboratorio y que el neofalangismo rampante de la 
organización naranja ya está trasladando a la calle en acciones contra 
la simbología independentista. 
El debate de la pasada semana en el 
Parlament, con el portavoz de Ciudadanos, Carlos Carrizosa, retirando el
 lazo amarillo de la bancada del Govern, tenía como objetivo avalar las 
acciones en la calle. Si nosotros hemos podido en el Parlament, cómo no 
podrán los ciudadanos en la calle, venía a ser el mensaje. Olvidando el 
verdadero objetivo de los lazos amarillos, que no es otro que pedir la 
libertad de los presos políticos en prisiones españolas y recordarlos. 
Un acto de libertad de expresión que difícilmente puede ser vivido como 
una agresión, cuando una democracia sana necesita que todas las 
libertades puedan ser ejercidas.
El resultado ha sido el previsto: varias organizaciones 
ultraderechistas han provocado incidentes en la plaza de Sant Jaume y 
han protagonizado diversas agresiones en la costa catalana. El acto en 
el centro de Barcelona acabó con el lazo amarillo de la fachada del 
Ayuntamiento de la capital catalana retirado por un agente de la Guardia
 Urbana, bajo el pretexto de que la violencia y la agresividad de la 
manifestación unionista se iba a rebajar con un gesto de esta 
naturaleza. 
Uno de sus agentes acabó agredido en el suelo y un 
periodista de BTV fue golpeado con un palo de bandera. Es de esperar que
 en las próximas horas el consistorio barcelonés amplíe esta información
 que, en principio, resulta muy pobre teniendo en cuenta que la acción 
hubiera podido desembocar en un asalto al Ayuntamiento. En la costa del 
Maresme también hubo incidentes protagonizados por unionistas y un 
periodista de El Nacional fue agredido.
Hace meses que lo venimos denunciando: hay un peligroso avance de la 
ultraderecha en las calles catalanas. Cuando tome posesión, el conseller
 de Interior va a tener un trabajo ingente para retirar de la calle a 
estos grupos parafascistas a los que el 155 ha dado carta de normalidad y
 que a veces actúan a cara descubierta y en otras con el rostro tapado, 
pero siempre con una aparente impunidad. 
No hay, en contra de lo que 
demasiadas veces se dice o se escribe, disputas entre independentistas y
 unionistas. Lo que existe es una violencia de la extrema derecha como 
no se veía en Catalunya desde los años 70 y que ha encontrado, con la 
suspensión de la autonomía catalana y el cese del Govern, una facilidad 
para tomar la calle con violencia e intimidación.
Se cumple ahora un año del último concierto de Raimon en el Palau de 
la Música. El cantante de Xàtiva, que ha publicado estos días el álbum 
de su recital de despedida, lo acaba con la canción I nosaltres amb ells,
 que tiene en una de sus estrofas una mirada de rabiosa actualidad: 
"Intenten amb moltes lleis/ i si cal amb violència/ esborrar 
diversitats/ i negar la diferència./ Intenten amb moltes lleis/ i si cal
 amb violència."
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia

 
 
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