El Congreso de los Diputados debatirá este miércoles la quinta prórroga del estado de alarma solicitada por el gobierno de Pedro Sánchez
 que, de aprobarse, llevaría la situación actual de excepcionalidad, 
mando único y dudosa constitucionalidad hasta finales del mes de junio.
Si las tres primeras prórrogas el Ejecutivo español las pudo sacar 
adelante con relativa facilidad parlamentaria y sin negociación ninguna,
 en la del pasado 6 de mayo algunos grupos políticos, como Esquerra 
Republicana, dieron un paso atrás y, así, las tres fuerzas independentistas catalanas, los republicanos, JxCat y la CUP, coincidieron en el no y rechazaron el estado de alarma. 
Al Gobierno le sacaron del atolladero dos fuerzas tan dispares como PNV y Ciudadanos:
 los primeros obtuvieron el aval político a la celebración de elecciones
 en el País Vasco en el mes de julio si así lo desean y la formación de 
Inés Arrimadas le dio los otros diez votos que necesitaba empujada por 
la presión de algún poderoso del Ibex y la promesa de afecto político 
del inquilino de la Moncloa.
Ahora, por lo que parece, las cartas se han vuelto a repartir y se ha
 iniciado una nueva partida. El rey del farol ha diseminado una serie de
 cebos con el objetivo de realizar un triple salto mortal: conservar la 
libertad para seguir haciendo lo que le dé la gana con una prórroga de un mes. 
Así ha abierto negociaciones o conversaciones a varias bandas, en el caso catalán con Esquerra Republicana
 y con Junts per Catalunya, y, en el caso español, con Ciudadanos, con 
el objetivo de tener más síes que noes en la votación. Para Sánchez es 
una negociación con red: Arrimadas siempre estará allí a menos que su mentor Albert Rivera no le siegue la hierba bajo los pies; y aún es demasiado pronto para eso.
Desde el pasado 13 de marzo en que Pedro Sánchez anunció solemnemente
 el estado de alarma, su actitud con Catalunya ha sido la siguiente: ha centralizado el mando único en su persona y en el gobierno de España,
 ha rechazado todas y cada una de las iniciativas del Govern, desde la 
muy temprana del confinamiento total de Catalunya para evitar la 
expansión del virus alegando que "el virus no responde a fronteras", 
hasta la mano tendida a la hora de acordar conjuntamente las decisiones 
en la fase más dura de la pandemia. 
Sánchez se ha comportado con las autonomías como si no formaran parte del entramado institucional de España
 y fueran unas meras diputaciones. 
No ha respondido a las demandas 
económicas que se la han formulado para paliar la crisis, ha rechazado 
una entrevista con el president de la Generalitat y sus promesas han 
sido, al menos, tan volátiles como las de Mariano Rajoy.
Todo ello unido a la constante improvisación en las normativas a aprobar, primero sobre el confinamiento y ahora sobre el desconfinamiento que
 están desconcertando a empresarios y agentes sociales y mermando la 
imagen del país en el extranjero en un momento clave desde el punto de 
vista económico y ante la negociación europea. 
El último invento ha sido
 cerrar fronteras e imponer una cuarentena de quince días a los extranjeros,
 en un momento en que muchos países de la UE iniciaban el camino inverso
 y se estaba abriendo una mínima oportunidad de rescatar una parte del 
turismo exterior. 
El torpedo al sector ha sido importante ya que la 
opción de escoger viajar a un país con fronteras cerradas, cuarentena y 
una prórroga de estado de alarma hasta casi julio es una invitación a 
escoger otro destino por más que se pregone que España está entrando a 
la normalidad.
Este sábado, el presidente ha empezado a desplegar sus cebos después 
de que la directiva socialista ya se movilizara a mediados de semana. En
 su alocución desde la Moncloa ha señalado que, poco a poco, las 
autonomías irán recuperando su total capacidad de decisión. 
No diré al 
presidente como el periodista Toni Soler en un tuit "métase el paternalismo por donde le quepa"
 porque ya lo ha dicho él. Pero sí señalaré lo peligrosos que son los 
cebos en política. Al final, la gran mayoría de las veces acaban siendo 
una emboscada.
(*) Periodista y director de El Nacional

 
 
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