Extraño personaje y mal encarado este Pedro Sánchez que huye de los 
medios de comunicación y acude a las ruedas de prensa con malos modales y
 como si él fuera una persona muy importante que, sin duda lo es en el 
momento procesal español, pero no por lo que hace sino por lo que no 
hace. 
Pero este Sánchez que tanta importancia se da acaba de perder las 
elecciones generales del 26-J con el peor resultado del PSOE desde el 
inicio de la transición. Y desde que asumió el liderazgo del Partido 
Socialista, hace dos años, se dejó en el camino dos millones de votos y 
25 escaños, amen de otras derrotas acumuladas en los comicios europeos, 
los municipales y autonómicos y las que ahora le esperan en Galicia y en
 el País Vasco. Entonces ¿de qué presume Sánchez?
Pues de que tiene la llave de la gobernabilidad y un único discurso 
que es el de: ‘hay que echar a Rajoy de La Moncloa’. Pero para lograr 
dicho objetivo Sánchez necesita conciliar a los incompatibles Albert 
Rivera y Pablo Iglesias, o conseguir que su partido se tape la boca, los
 oídos y la nariz y acepte la colaboración de ERC y Convergencia para un
 acuerdo del PSOE con Podemos y sus confluencias, lo que supondría 
reunir en un mismo proyecto ocho partidos (PSOE, Podemos, Compromís, 
Marea, En Comú, IU, ERC y CDC). Cada uno de su padre y de su madre y los
 nacionalistas en plena rebelión contra el Tribunal Constitucional.
Además Sánchez no tiene amigos, ni en la vieja guardia del PSOE ni en
 la nueva de Susana, Vara, Paje, Madina, etcétera. Apenas se habla con 
Rajoy, se lleva a matar con Iglesias y sus relaciones con Ciudadanos se 
han enfriado bastante. De hecho a Sánchez no le ha gustado nada que 
Rivera le ofrezca la abstención a Rajoy y que además se la pida a él o 
le sugiera al Rey que presione a Sánchez.
Pero a pesar de su soberbia inmerecida y autismo proverbial -lleva 
sin decir nada desde la noche del 26-J en la que debió haber dimitido 
ante su partido- Sánchez está convencido que conseguirá en los despachos
 de la intriga, y sumando odios personales de Rivera contra Rajoy y de 
corte ideológico de Iglesias contra el PP, un pacto tripartito que lo 
llevará al palacio de la Moncloa una vez que Rajoy se canse de darse de 
bruces contra la pared del PSOE donde solo aparece escrito ‘no’. Como lo
 volverá a comprobar el próximo martes.
Desde luego si hay algo que no le preocupa lo mas mínimo a Sánchez 
son los problemas de España, el bloqueo institucional, o el riesgo de la
 desaceleración de la economía y de la recuperación del empleo. Y 
podría decirse que al resto de dirigentes políticos también les ocurre 
algo parecido porque nadie ofrece concesiones importantes en la mesa de 
negociación para desbloquear la situación.
Pero lo malo de Sánchez es que él no ofrece nada y además carece de 
la menor experiencia de Gobierno lo que tampoco es un asunto de menor 
cuantía. Y ya sabemos que Rajoy no es una hermanita de la caridad y que 
la sombra de la corrupción sigue pegada a sus zapatos como la del 
mismísimo Peter Pan.
Pero los españoles, a pesar de las sombras, le han dicho por dos 
veces que ‘si’ a Rajoy. Y en los comicios del 26-J le han dado al PP 19 
escaños mas de los que tenía frente al PSOE hasta los 137 mientras 
Sánchez se quedó en los 85 y con los 71 de Podemos en los talones.
Entonces a que juega Sánchez y a cuento de que tanta soberbia y tanto
 misterio. Puede que la realidad sea mucho mas sencilla y que Sánchez lo 
que busca es permanecer unos meses mas en la secretaría general del 
PSOE. De manera que mientras dura el bloqueo institucional y con las 
elecciones vascas y gallegas a la vista, el Congreso del PSOE se volverá a
 aplazar y Susana Díaz tendrá que esperar mas tiempo para ascender a la 
máxima dirección del Partido Socialista. Y si entre tanto Podemos y 
Ciudadanos se dan la mano para ayudar a Sánchez a echar a Rajoy pues 
miel sobre hojuelas.
Es curioso saber que antes el desaparecido, el mudo, el que no tomaba
 las decisiones y permanecía siempre a la espera de que el tiempo le 
arreglara todos los problemas o le diera la razón era Mariano Rajoy. 
Pero ahora el que se cree domador de los tiempos es Pedro Sánchez 
convencido de que lo que ha perdido en las urnas se puede ganar por 
extraños caminos que aún están por explorar.
(*) Periodista

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