El miércoles fue un día entre patético y cómico, que nos depararon los 
líderes políticos que pretenden gobernar España. Tras exponer sus planes
 (?) al jefe del Estado los jefes de los principales partidos y la 
presidenta del Congreso comparecieron ante los periodistas para dar 
cuenta e informar a los ciudadanos. Deconstruidas todas sus respuestas 
nos queda muy poco de provecho, más inquietudes que tranquilidad.
Sostiene Rajoy que ir a unas nuevas elecciones sería una broma que no
 entendería nadie en el mundo, quedaríamos muy mal en Europa, que espera
 compromisos de un gobierno de verdad, y aún peor ante los ciudadanos. 
Pero el mismo Rajoy sostiene que no cabe otro gobierno que el presidido 
por él, lo demás puede ser negociable, pero no su presidencia. Llega a 
sostener que a él lo han elegido los españoles, sin percatarse de que 
los españoles eligen un Parlamento, que es el que designa un presidente,
 que, incluso, pudiera no ser diputado. De manera que el candidato no 
pasa el examen de reválida constitucional, el cartón de la democracia.
Sostiene Sanchez, el segundo protagonista del drama (¿o es comedia?) 
que tiene que actuar es Rajoy y que actuación no puede ser otra que 
pasar el examen de investidura con los votos que ya tiene, con esos 
insuficientes 137 escaños que no consigue engordar. Pasar por la 
investidura le parece a Sánchez que es lo importante, y, entretanto, no 
mueve pieza y sigue al frente de un partido agonizante.
Sostiene Iglesias, que ahora es convidado de piedra en el cuarteto, 
que le gustaría que Sanchez le llamara para hacer un gobierno de 
izquierdas, pero reconoce que no suma, que las cuestión catalana ha 
puesto imposible la suma. Lo que pudo sumar en marzo ya no suma en 
julio. De manera que Iglesias no tiene nada que añadir, bastante tiene 
con pastorear a los suyos.
Sostiene Rivera que hay que hacer un gobierno “fuerte y limpio”, que 
para él significa sin Rajoy aunque presidido por alguien del PP, pero a 
ver quién ata esa mosca, en el PP no se molestan ni siquiera en 
responder. De manera que su propuesta son palabras al viento.
Para rematar y hacer repóker llega la tercera autoridad de Estado y 
lee el papel que le ha mandado el Rey, que no es capaz de ejecutar, 
antes tiene que hablar con el candidato, es decir con su jefe natural, 
el presidente de su partido. La Constitución dice que al presidente del 
Congreso corresponde convocar la sesión de investidura una vez tramitada
 la propuesta del Rey tras evacuar las correspondientes consultas. La 
presidenta está notificada, es público y notorio, pero para dar el 
segundo paso tiene que consultar. No es que el legislativo esté sometido
 al Ejecutivo (que ya es grave) sino que lo está al partido político que
 la llevó al cargo. Resulta i decoroso, ni siquiera disimulan.
No acierto a señalar cuál de las cinco estampas es más perversa para 
la calidad de la democracia, pero todas juntas llevan a la conclusión de
 que vamos a menos, que las expectativas ya no son limitadas, sino más 
bien declinantes.
(*) Periodista

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