Llevamos
 muchos años sufriendo de la dejación de Marruecos en la vigilancia de 
sus fronteras, sobre todo cuando su rey se molesta o cuando intuye que 
España atraviesa un periodo de debilidad. Ayer fueron cientos las 
embarcaciones de plástico, de juguete, que trasladaron a casi mil 
doscientos inmigrantes a nuestras costas. 
Salvamento Marítimo y hasta un
 helicóptero de la Armada estuvieron rescatando a los que queriendo 
escapar de una miserable vida en el sur de África, se ponen en manos de 
las mafias marroquíes que les prometen entrada en Europa a través de las
 costas españolas.
El
 rey de Marruecos, Mohamed VI y antes Hassán II, siempre ha aprovechado 
las “debilidades” del Estado Español para agredirnos. Cuando el dictador
 Franco agonizaba organizó la Marcha Verde para quedarse, por las 
bravas, el antiguo Sáhara Español, donde se explotaba la mayor 
producción mundial de fosfatos, aparte del rico caladero pesquero de las
 costas atlánticas, antes visitadas sin problemas por las flotas 
españolas. 
Se ve que la llegada al poder del socialista Pedro Sánchez, 
con 85 diputados, es un signo de debilidad que Mohamed VI quiere 
aprovechar. Así que dá órdenes a la gendarmería de que hagan la vista 
gorda a las mafias que trafican con los inmigrantes para que nos inunden
 y que nos enteremos de que la operación emprendida por el ministerio 
del Interior contra las mafias de la droga en La Línea le está 
perjudicando.
Porque
 no hay que ser ingenuos. La droga que llega a las costas andaluzas 
viene de Marruecos. Se cultiva en los montes de Ketama, propiedad del 
rey de Marruecos. Y las mafias que fabrican la droga tienen que pagar su
 parte a los funcionarios y, claro, Mohamed se cabrea cuando los miles 
de millones de beneficio de la droga deja de llegar porque en el 
gobierno de Madrid alguien se toma en serio la obligación de luchar 
contra el narcotráfico en el sur de España. Un sur que si no se frena 
llegará a tener más poder social y político, incluso, que el propio 
Estado.
Las
 hemerotecas no engañan. Sólo hay que comprobar que cada vez que hay 
grandes operaciones contra el hachís procedente de Marruecos su rey nos 
manda una advertencia. Nos manda cientos de inmigrantes, o miles, para 
que alguien sepa que se está enfadando y deje que su droga llegue a 
nuestras costas y siga la ruta al centro de Europa. Es un flujo de miles
 y miles de millones de euros que el rey de Marruecos no puede permitir 
que se detenga.
(*) Columnista 

 
 
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