MADRID.- “La temporalidad es irrenunciable para las Fuerzas Armadas, Si se eliminara, repercutiría negativamente en su operatividad”, advirtió el pasado 21 de marzo el subsecretario de Defensa, Arturo Romaní. “La tropa constituye el 54,7% del personal desplegado en operaciones en el exterior. La gran mayoría está destinado en puestos operativos que requieren una edad acorde con las necesidades de disponibilidad y condiciones físicas. La edad media de nuestros soldados es de 34 años, durante los próximos diez años podría pasar a una horquilla de entre 35 y 45. Un cambio de modelo generaría un aumento de edad aún mayor”, agregó.
Romaní fue el último de los 31 altos cargos, expertos y 
representantes de asociaciones que compareció a puerta cerrada ante la 
subcomisión del Congreso que, desde febrero de 2017, debate el régimen profesional de los militares, recuerda hoy El País.
La patata caliente que tienen sobre la mesa los diputados, que este 
mes deben aprobar su informe, es la suerte de los soldados y marineros 
con Contrato de Larga Duración (CLD) que deben abandonar las Fuerzas 
Armadas cuando cumplan 45 años.
Unos 600 ya lo han hecho, y se han convertido en Reservistas de 
Especial Disponibilidad (RED), obligados a reincorporarse a filas si son
 llamados. A cambio, reciben 618,92 euros al mes (7.427,4 al año), una 
paga incompatible con un sueldo público, pero no privado. La espada de 
Damocles pende sobre otros 18.000 con más de 35 años (4.600 mayores de 
40) que en la próxima década irán al paro si no encuentran una salida 
laboral.
Cuando se puso en marcha el sistema vigente, en 2006, parecía una oferta
 atractiva. Defensa recibió un aluvión de solicitudes que le permitió 
llenar los cuarteles en un momento en que la falta de reclutas ponía en 
riesgo la profesionalización del ejército. Más de dos lustros después, 
los ingresados entonces —muchos con un ínfimo nivel educativo, pues la 
premura obligó a bajar el listón— se ven abocados al desempleo a una 
edad en la que que conseguir trabajo es casi una proeza, sobre todo si 
se carece de cualquier titulación.
Inicialmente, todos los soldados recibían el título de Técnico 
Militar, equivalente a la Formación Profesional de Grado Medio. Sin 
embargo, la reforma educativa de 2006 suprimió esta homologación, al 
endurecer los requisitos. Durante más de una década no se hizo nada para
 dotarles de un título oficial. Solo recientemente se ha puesto en 
marcha Defensa para certificar centros y profesores y que los soldados 
puedan homologar parcialmente su formación.
Otras fórmulas no han tenido mayor éxito: de los seis convenios 
firmados con comunidades autónomas para reservar plazas en la policía 
local, tres fueron anulados tras las últimas elecciones; mientras que 
los recortes presupuestarios redujeron al mínimo las convocatorias para 
ingresar como personal laboral de Defensa o convertirse en tropa 
permanente (con derecho a seguir en filas hasta los 58 años). La 
previsión legal de que el tiempo de servicio en las Fuerzas Armadas 
sirviera como mérito para acceder a empleos públicos jamás se 
desarrolló. El ingreso en la Guardia Civil (donde se les reservaba el 
40-50% de las plazas) funcionó con altibajos; en la Policía Nacional 
(20%) ni eso.
Los cuatro grandes partidos (PP, PSOE, Ciudadanos y Unidos Podemos) 
han presentado ya sus propuestas de conclusiones. El PP considera que, 
“a pesar de algunos problemas en su aplicación”, el actual modelo “está 
consolidado”, por lo que los cambios deben circunscribirse a “mejoras 
normativas”, en las que ya trabaja Defensa, sin tocar la ley.
También el PSOE cree que el modelo actual “es válido”, por lo que 
rechaza convertir a todos los soldados en permanentes o prolongar el 
límite de edad. Aun sin descartar una reforma legal, los socialistas 
apuestan por cambios normativos. “La ley no ha fallado”, alegan, “el 
fallo es que no se ha cumplido”.
Por el contrario, Ciudadanos aboga por “suspender la salida [forzosa]
 de más militares cuando vayan alcanzado la edad crítica de 45 años”, 
abre “la posibilidad de que puedan reincorporarse” los que han sido 
despedidos; y propone estudiar un modelo que permita a los soldados 
permanecer en filas “con carácter general” hasta el pase a la reserva, 
como oficiales y suboficiales.
Finalmente, Unidos Podemos plantea, entre otras medias, una reforma 
de la ley de la Carrera que integre a la tropa y revise sus tipos de 
contrato; y un paquete de medidas urgentes para compensar a los soldados
 por los incumplimientos de la ley y facilitar su reinserción laboral.

 
 
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