El reportaje de Christian González es 
una exposición impecable del modo en que las cuatro cabeceras de Madrid 
interpretan la realidad. Queda meridianamente claro que, ante un hecho 
noticiable como el de la manifestación barcelonesa, los cuatro decidieron ocultarla por diversos procedimientos.
 Uno diría que una imagen como la de la izquierda sería muy apetitosa 
para cualquier portadista gráfico. Nada de eso. Los hay que la han 
sustituido por un primer plano de unos rostros entre barrotes.
El
 reportaje de González es objetivo y mesurado y se limita a narrar los 
hechos. Pero estos, a su vez, son carne de interpretación, por el mismo 
motivo que otros hechos lo son para los portadistas de los medios 
impresos. La primera observación que brota a la vista del trabajo es que
 se trata de una misma manipulación y tergiversación con fin idéntico en
 los cuatro casos: ocultar la manifestación de cientos de miles de 
personas por la libertad de los presos políticos.
Que se trata de manipulación se ve en otra imagen que se incluye en el mismo texto y en la que 
 
 
se comparan estas portadas con las que 
los mismos medios habían dedicado a una previa manifestación nacional 
española también en Barcelona. Los planos cortos y cerrados de las 
imágenes de la manifa independentista se convertían en largos y abiertos
 en la unionista. Y el lenguaje era muy otro. Al tono hostil, burlón y 
acusatorio sucedía un lenguaje ditirámbico en las cuatro cabeceras. "El País",
 por ejemplo, daba como titular que "la mayoría de los catalanes apoya 
el adelanto electoral", mientras que se desmelenaba y se ponía flamígero
 con el segundo: "histórica manifestación contra el separatismo y por la
 Constitución".
¿A
 que es de chiste? Lástima cómo un periódico que tuvo ínfulas de tal 
pasa a ser un tabloide, al servicio del gobierno y de los ultras. Y todo
 para nada (aunque muy caro) porque, además, la noticia es falsa. No fue
 histórica, ni manifestación, sino una congregación de ultras venidos de
 toda España y reunidos con los puñados de ultras catalanes. 
En
 definiiva, nada que ver con la democracia, el Estado de derecho, las 
libertades públicas, el derecho a la información. Es el reinado de la 
arbitrariedad, la tiranía, la manipulación y la censura.
Negar
 la realidad no sirve de nada. No ha habido manera de impedir que las 
imágenes reales se cuelen en las televisiones y, lo más importante, en 
las redes, que las han difundido por todo el país y el extranjero. Como 
pasó con la brutalidad policial del 1/10. Las redes lo son todo hoy. 
Gracias a ellas la gente sabe que en las manifestaciones indepes, aunque
 sean de cientos de miles, nunca hay violencia. En las manifestaciones 
unionistas, en cuanto viene más de una docena, comienzan las agresiones 
de franquistas y neonazis envueltos en su bandera. Flaco servicio hacen a
 la democracia los medios impresos.
La
 crisis económica los ha puesto a todos prácticamente al servicio del 
gobierno para subsistir financieramente. Lo hacen a través de la 
publicidad institucional que este gobierno reparte en razón inversamente
 proporcional a la difusión y directamente a la de la afinidad 
ideológica. Razón por la cual todos compiten por agradar al jefe. 
Además, han perdido el monopolio de la opinión a manos de la prensa 
digital y, sobre todo, de las redes. Sus servicios ya no valen tanto ni 
son tan seguros. La democracia mediática es de las redes. Por eso ha 
anunciado ya el gobierno del PP su intención de regular la "libertad de 
expresión" en la red. Con el mismo criterio que rigió para la ley 
Mordaza: poner censura en internet. 
Acostumbrado a negar, Rajoy niega 
también un plan B, siendo obvio que hay A, B, C y los que hagan falta. Y
 no solo para después de las elecciones sino también para antes y 
durante. El país está gobernado por un grupo de personas que, así como 
no tuvieron reparos en tejer una red de corrupción generalizada, tampoco
 los tienen para incumplir lo dicho o hacer lo contrario. Un grupo 
movido por una supuesta "brigada Aranzadi" a las órdenes de la 
vicepresidenta, capaz de incendiarlo con sus ocurrencias. 
El
 gobierno no tiene otro objetivo que mantenerse en el poder y aforado. 
Para ello aplica una política beligerante con Cataluña que le sirve de 
pantalla para ocultar su implicación en la trama Gürtel, no solo 
política, sino penal. Piensa, además, y con razón según parece, que esa 
política le hará ganar votos en España. Todo lo que sea ir contra 
Cataluña da votos en España. Y ese es, incidentalmente, el problemón que
 tiene la "verdadera" izquierda de Podemos, pues o se suma al griterío 
nacional español o se da el batacazo electoral que también tiene 
garantizado en Cataluña. 
Es
 posible, hasta probable, que unas elecciones den nueva mayoría a la 
derecha (PP y C's). Eso quizá sirva para paliar o resolver los problemas
 del PP. 
No así los de España. Todo lo contrario. 
(*) Catedrático emérito de Ciencia Politica en la UNED
 
 
 
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