Estos días son de infarto para muchos
      políticos, miembros
      de la carrera judicial y ciertos empresarios que tienen también
      cuentas en sociedades
      offshore y están pendientes de que el club de periodistas
      españoles que
      custodian los famosos Papeles de Panamá tengan a bien señalar o
      ignorar a
      dichas personalidades. De hecho algún alto cargo político del
      Gobierno de
      Soraya, con despacho de asesoría reconocido, ya se ha blindado y
      estará casi
      tranquilo hasta el cinco de mayo, fecha en que se terminará el
      goteo de nombres
      y empresas.
    
Me aseguran que en España salen muchos
      políticos
      salpicados porque las constructoras, las empresas que venden a
      países
      extranjeros, las grandes corporaciones, tienen la suficiente
      ingeniería
      financiera para asegurar a buen recaudo los sobornos, las
      mordidas, a los
      políticos que tienen en nómina. Y que como sería descarado que el
      antiguo
      ministro de Fomento, o de Obras Públicas, exhibiera su fortuna en
      España, se la
      depositan en una cuenta corriente de un paraíso fiscal. Por
      supuesto. ¿O se
      creen ustedes que los que conceden contratos millonarios a las
      grandes
      corporaciones no se llevan su parte? 
    
Y es que hasta Corinna
        zu Sayn-Wittgenstein, la última compañera formal del Rey
      emérito,
      cobraba sus comisiones, millonarias, por las gestiones de Juan
      Carlos con sus
      amigos los jeques árabes. Y claro, esos millones, depositados por
      los florentinos
      de turno, los Villar Mir de turno, etc, no se quedaban en el Banco
      de
      Santander, que no. Por supuesto que enseguida se depositaban en
      una de las
      muchas sociedades offshore que la pareja fue creando por medio
      mundo. 
    
Y ha habido sentencias, con nombre y
      apellidos, claro,
      que han sido convenientemente remuneradas porque también en España
      hay
      corrupción en el estamento judicial. Aunque no tengamos a ningún
      juez en el
      banquillo por cobrar para sentenciar, haberlos haylos. A lo mejor
      los
      periodistas que custodian la famosa lista sueltan algún nombre
      conocido, aunque
      me temo que ya han sido advertidos de que a ciertas personas,
      mejor no tocarlas
      porque les pueden arruinar la vida.
(*) Periodista y editor de www.muyconfidencial.com

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